El coro y la élite (III)

El coro, dicen hace tiempo, se ha rebelado. Se ha rebelado? José Nun, uno de los primeros que puso el acento en este asunto, creyó ver una insumisión y le dedicó un libro de fin de siglo.

Usó ahí, en ese texto, una metáfora griega: recordó que el centro de la escena griega la ocupaban los héroes, los que estaban en contacto con los dioses y que alrededor cantaba mujeres, niños, esclavos, mendigos e inválidos, esos que no hacían la guerra. Nun veía ahi al coro, el que se había levantado.

Quizás Nun, de tanto ver a los argentinos, de tanto caminar el país de los escépticos, pudo haber quedado algo obnubilado, o quizás era aquel clima de época, entre apocalíptico y primaveral.

Estamos ahora, en realidad, en el fin del engaño, de aquel engaño. Del doble engaño en realidad. No hubo esa rebelión y por el contrario, fueron las élites las que se desacloparon del resto de la sociedad, del coro y su periferia representada, es decir, la élite prescindió del coro y del público mismo.

Cuales fueron las señales que nos dieron y recien ahora vemos, dos décadas después?

Por una lado la desgobernanza. Es tan evidente que se vuelve el sentido común. Es tan visible que se invisibiliza. La decisión ha sido tomada: ya nadie va a venir por vos a educarte, cuidarte o jubilarte. Están sí esos viejos edificios abandonados donde van algunos oficinistas perdidos a llenar papeles y ahí, entre los archivos, en el cajón puede ser que aún esté tu vieja carpeta.

Por otro lado el aceleramiento de la desigualdad. Es que la desigualdad sólo sucede cuando hay un acuerdo alrededor de eso. Es como un tango. Alguien que está dispuesto a cobrar 30 veces más, o 4 veces más y otro está dispuesto a aceptar eso, culpando a las instituciones que lo encorsetan.

Son fenómenos que el economista Stephan Wolf analiza con sus test, demostrando que hay una raíz cognitiva que nos hace pensar en la igualdad mientras estamos fuera del escenario, pero apenas nos incorporamos al coro, o accedido a las tablas principales, en seguido desechamos.

Es decir, cuanto mas cerca del calor de la élite se está más se justifica la desigualdad. Es triste, pero es así. Cuando Stalin o Castro llegaron a la cúspide no pudieron más que convertirse en aquello que combatían.

Dicen los expertos que cuando el GINI llega a 0,40 la inestabilidad hace sonar las alarmas. USA ha llegado ya. Europa en promedio va por 0,30 por más que Noruega tira los números para abajo.

Pero no es solo eso del GINI, porque el GINI puede mejorar si se destruye riqueza y se manda al coro hacia la profundidad. Es un cruce de miradas en el sistema de distribución de recursos, un sistema en el que está la élite, está el coro y está su periferia.

Puede ser entonces que alguien dice oh qué es esto: y ahí está tu nombre, escrito a mano, con algún error de ortografía, pero no importa. Con algún trámite se sorteará. Tendrás que venir con una nota firmada y luego agregar el formulario y listo, te darán quizás tu título, o tu jubilación, o tu plan social, o el medicamento que no cubre la mutual.

Podría suceder eso, pero la verdad es que esos edificios están muertos por más suero que se les inyecte, siguen ahí como zombies, como siguen los refugiados de guerras de paises descolonizados, como siguen los refugiados flotando en el medio del Mediterráneo, como siguen las esquinas en los conurbanos, se mueven, pero están muertos.

Vuelvo a la idea de Nun, cuando pensaba en la rebeldía del coro. Ahora pienso yo: el coro se ha rebelado, sí, pero tarde, y la élite lo ha enviado fuera del teatro a entretener a las periferias.

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