Ya antes de la pandemia del 2020 el crecimiento económico se había enlentecido en los países más ricos, pero quizás haya llegado el momento de pensar en detenerlo e inclusive elogiar su progresivo decrecimiento.
Es que si algo nos enseñó la COVID fue la lógica del semáforo: los semáforos son locales y dicen algo sobre lo que circula en el momento.
En el capitalismo tal como lo padecemos actualmente, capitalismo centrado exclusivamente en la renta, ha llegado el momento de instalar luces rojas para decrecer, amarillas para estabilizarse y verdes para crecer. Tan simple y claro como un modelo de crecimiento, neutralidad y decrecimiento, algo que hemos visto que la evolución ha desplegado en las historia de los ecosistemas.
El de/crecimiento debería ser entonces modular y hasta locular, pero aún más, para lograrlo deberíamos liberarnos de todo el lastre que significan cosas como la publicidad, la obsolescencia programada y las patentes desarrolladas para evitar que otros produzcan, tan comunes en la industria farmacéutica, entre otras.
Es que toda esa escenificación ya no tienen sentido a estas alturas: bastaría con buenos prospecto y objetos diseñados de modo que sean reparables indefinidamente a los que ademas se le pudieran hacer upgrades periódicamente, si el usuario así lo quisiera. Frente al cambio climático y al desacople del capitalismo de renta de la realidad concreta de los trabajadores es evidente que hay muchas medidas potentes por tomar.
El principio del fin
No es necesario un shock. Quizás en una primera fase el crecimiento lento podría ser la nueva normalidad. En parte ya vivimos esto, cuando en 1973 el capitalismo bajó su velocidad, aunque no queda claro si la crisis del petróleo haya sido causal: para algunos teóricos simplemente el crecimiento se enlenteció y aún nadie sabe bien qué fue lo que pasó. Autores como Duflo y Banerjee concluyeron que, a pesar de los mejores esfuerzos de generaciones de economistas, los mecanismos profundos del crecimiento económico siguen siendo esquivos a los economistas y por lo tanto tampoco sabemos cómo revivirlo. Argumentaron que ahora lo que habría que hacer es abandonar la obsesión de los economistas por el crecimiento.
Así aparece una nueva perspectiva en la que el crecimiento no es la única alternativa, ni la vara que mide todo. Dietrich Vollrath, economista de la Universidad de Houston, postula que con tasas de natalidad tan bajas ni las elites verían afectada su vida. En su libro Fully Grown: Why a Stagnant Economy Is a Sign of Success la discusión ya no es cómo crecer, sino cómo diseñar tecnologías apropiadas para seguir adelante.
Es que ponderando el PBI con factores como la desigualdad, el deterioro ambiental, las tasas de suicidio y el acceso a educación y atención médica de calidad USA, a pesar de tener el PBI más alto, retrocede 30 lugares en el ranking de naciones.
Rediseñar el capitalismo
El problema es que hay que imaginar un capitalismo diferente, dejando de lado la tonta idea de solo darle continuidad a lo que las elites de hace tres siglos pensaron para sus sociedades, es decir pensr un capitalismo donde el crecimiento sea realmente relativo a otros factores.
En ese sentido Daron Acemoglu, economista del MIT, sugiere una “nueva estrategia de crecimiento” pero basada en nuevas tecnologías. Para Acemoglu el crecimiento actual es tan importante que no puede quedar en manos de las oficinas y los algoritmos de las grandes corporaciones. Es más, en el actual modelo de innovación y patentamiento, la concentración de la innovación en unas pocas empresas dominantes ha producido aún más desigualdad.
En su libro “El pasillo estrecho” postula que el mismo Simón Bolivar había detectado el problema que nos arruina la vida a los sudamericanos: es que la libertad no alcanza. Para que haya libertad se necesita tanto el Estado como la libertad singular y colectiva. Los dos elementos conviviendo, porque sino indefectiblemente las élites vuelven a crear una y otra vez contextos autodestructivos y cortoplacistas, envueltas en sus problemáticas internas. El populismo no sería mas que una forma de estabilizar los sistemas antes de que vuelvan a tener impulsos sin frenos, conocemos esa triste historia y ese no es el camino.
Para Acemoglu el crecimiento debe estar dirigido por la regulación de los gobiernos pero tambien por incentivos controlados, que promuevan tecnologías que la sociedad necesita, en lugar de aquellas que simplemente generan ganancias masivas para unos pocos.
Evidentemente hacer realidad esta estrategia depende de la política y la política del grado de concientización de los ciudadanos. Es probable que justamente algunas tecnologías deberían estar disponibles para estos primeros pasos. Cómo hace 150 años fue la industria pesada ahora son las industrias livianas: la edición genética, la detección de patrones, la impresión 3D y todas las tecnologías down-top que sirvan luego para dar el paso final hacia una sociedad más lógica, con menos desigualdad y destructividad del medio ambiente.
Nota: Pitz en maya clásico aludía al juego de pelota mesoamericano
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