En el posteo anterior propuse que el esquema Ponzi, un difundido sistema de estafas basado en esperanzas desmedidas, puede ser pensado para cualquier capital, el capital simbólico entre ellos.
Un ejemplo son los gurues espirituales: sus primeros seguidores pueden apostar a convertirse en discípulos primarios, que tarde o temprano formarán sus propias cohortes de seguidores.
El Ponzi simbólico es un fenómeno autorganizado común en las organizaciones que lo permiten: desde las escuelas de psicoanálisis y los sistemas universitarios hasta los colectivos políticos.
Siempre se va a tratar de que, mediante la pauta conectora de hacer rentable una promesa exagerada, todos los comportamientos se alinean y expanden, antes de que se descubra el engaño.
La iglesia es posiblemente un superponzi que logró crear un rédito incobrable en vida, por medio de la idea del Paraíso, ya que solo se puede ser descubrir la trampa muriendo.
Sin embargo las nuevas generaciones van descubriendo las mentiras. Hace ya muchos años el periodista Julio Ramos, durante un reportaje televisivo, hizo una afirmación genial respecto a porque los Ponzis deben mantenerse actualizados: antes las personas se creían lo de la jubilación, ahora se avivan mucho antes de que eso de trabajar y trabajar todos los días no les va a servir para nada. Se trata de una idea tan real que de algún modo encandila, es difícil seguir el hilo que viene atrás de algo tan contundente.
Por eso no solo la modernidad es víctima de los Ponzi, ni las sociedades occidentales. Douglas Oliver investigó un sistema que, por su lejanía, es ilustrativo de como vivimos aun en el siglo XXI. En la isla de Bouganville, una de las islas Salomón, situadas en el Pacífico Sur, mumi significaba algo así como gran hombre. Cuando los antropólogos llegaron a realizar sus informes descubrieron que todos los jóvenes de la isla, queriendo convertirse en mumi, comenzaban su carrera de un modo regular: casándose, trabajando duro e impresionando a sus suegros. Así, al congraciarse, lograban hacer un primer festín al que invitar a los vecinos de su novia y agasajarlos con comida. Creaban de ese modo la promesa. El primer paso.
De esa primera fiesta formaban un primer círculo de partidarios que, ampliándose rápidamente por el contagio del entusiasmo, colaboraba con él en nuevos festines cada vez más aparatosos y exigentes en cuanto al trabajo necesario para su preparación. Cada fiesta se hacia con mas seguidores y eran cada vez mas grandes. Se daba así el Segundo paso.
Aunque su circulo próximo podría quejarse le seguirían siendo fieles a condición de que las fiestas fueran mas importantes cada vez y por lo tanto la promesa fuera lo suficientemente sugestiva, sin darse cuanta que eran ellos mismos los que reunían la comida.
Pero llegaba el Tercer paso. El grande. En algún momento había que desafiar al viejo mumi establecido, lo que se hacía en el muminai, especie de gran comilona anual en la que el aspirante a mumi agazajaba con cerdos, cocos y almendra al viejo mumi y sus seguidores. Como el grupo de seguidores disponibles estaba formado por un número obviamente limitado de actores y estos tendían a seguir al mumi con mas posibilidades, muy pocos aspirantes lograban retenerlos, al punto en que los momentos finales de la competencia todos se alineaban detrás de alguno de los dos contendientes principales: el vigente y el retador.
El mumi que no podía corresponder con un festín al menos equivalente al año siguiente sufría una gran humillación social y perdía de inmediato su calidad de mumi.
Dado que ser desprendido constituía la esencia misma de la condición de mumi, los grandes hombres consumían menos que los hombres comunes, pero sin embargo conseguían una organización de seguidores-guerreros que le permitían no solo conservar el territorio y sino el avanzar sobre los de otros grupos, con los eventuales botines. Lo que había empezado como una humilde celebración se convertía así en una guerra espantosa bajo el control de una persona dedicada a sobrevivir en su lugar de poder.
Como vemos, la autorganización Ponzi que surge de las interacciones de los actores involucrados, a la igual que en otras configuraciones emergentes como la inteligencia colectiva, puede expresarse de las maneras mas aberrantes, muchas de las cuales relucen en los noticieros de cada día.
Los sistemas de regulación social (leyes, Estados, códigos, pactos, contratos) son el contrapeso evolutivo que surgió cuando los humanos, en el norte de África y ya hace miles de años, empezaron a tirarse esperanzas unos contra otros.
En definitiva la esperanza y los relatos que nacen de ella sigue en esa zona en la que la pusieron los griegos: no sabemos si es un bien o un mal, si salió o no de la caja de Pandora, pero cuando se convierte en un Ponzi termina siendo una desgracia para todos los involucrados.