Plataformas de redes sociales y neolugares (V)

fsqLa particularidad de las plataformas de redes como Fourquare es la geoposicionalización, es decir el vínculo del usuario y su red con los espacios geográficos que deciden anunciar a su red de contactos y a la plataforma misma.

Aca podemos arriesgar la siguiente ecuación:

e + R = L

Donde el espacio físico (e) junto con la red de relaciones activas que lo “envuelven”(R) constituyen un Lugar (L), o dicho de otro modo: una red social podría conceptualizarse como lo que hace que un espacio se convierta en un lugar, paso semejante al que han descrito los antropólogos entre “casa y hogar” o entre “barrio y vecindario”.

Provisoriamente vamos a detenernos en este punto, ya que este trabajo forma parte de uno más amplio en el que se trabajan las problemática acá surgidas con más detalle, conservando la idea de que cada usuario está “embebido” en configuraciones específicas basadas en plataformas de redes sociales que le son previas la mayoría de las veces (salvo los adoptadores tempranos) y que entre estas topologías y la dinámica de comportamientos asociados se mueven con engranajes hechos de algoritmos diversos.

Neolugares y sus envolturas

Bien, esto nos lleva a un conjunto de discusiones relacionadas con los llamados “medios locativos”, es decir, medios capaces de establecer e informar de su posición al resto de la red con cierta “inteligencia” propia, en base a tecnología GPS satelital o mediante celdas de telefonia celular.

La cuestión es interesante, porque se abre acá un posibilidad de operar diferente a la que brindan conceptos como desterritorializaciones o “no-lugares”, de gran poder descriptivo-metafórico, pero inasibles en cuanto a la posibilidad de contrastar, diseñar y asociar a conjuntos de comportamientos colectivos.

Si bien el concepto “locative media” surgió en 2003 en el ámbito artístico cuando Karlis Kalinis lo utilizó en una conferencia en el Centro Nacional de Nuevos Medios de Riga (Letonia) para diferenciar el uso empresarial de estos servicios de localización y rastreo de su uso artístico, luego fue tomado por otro campos del conocimiento, especialmente en los estudios ciberculturales.

André Lemos ha relacionado los “medios locativos” a su hipótesis de los “territorios informativos“ para referirse la emergencia de nuevas dimensiones de territorialidad, nuevas relaciones de poder y nuevas prácticas sociales a partir del aceleramiento de movilidad en la sociedad contemporánea mediadas telemáticamente.

Dice Lemos: “Propongo el concepto territorio informativo porque, aunque puede tomar la forma de una “burbuja” o una “nube”, en este caso indica una función y no una forma, una manera de reconfigurar el lugar con tecnología, sensores y redes digitales móviles. Si pensamos en territorios, podemos ver nuevas dinámicas, nuevas fuerzas y poderes estableciéndose en lugares a través de estos dispositivos y redes (podemos enfrentarnos a problemas políticos como la vigilancia, monitorización, privacidad, Brecha digital, y demás).”

El territorio informativo implica disolución y recreación del control espacial y de los flujos que redefinan los lugares actuales. Tenemos que entender la movilidad para captar todas las dimensiones de los medios locativos

A partir de nuestro trabajo de exploración empírica preferimos referirnos como “placas prolocativas” a los envoltorios datados e informacionales producidos por las plataformas de redes sociales telemáticas, porque las “placas” resaltan o recuperan para la discusión la dimensión guattariana de una posible perspectiva de análisis, en tanto que “prolocativo” puede usarse en un sentido más cercano al de “pre-escriptivo”, esquivando de eso modo los posibles malentendido que podrían deslizarse a partir de los territorios informativos.

Regresando al punto inicial de estos posteos, referido a la problematización de los ciberlugares y su relación con los derechos humanos, creemos que para desarrollar estrategias intópicas es imprescindible reconocer las topologías implicadas en los procesos de empoderamiento de los espacios habitados, ya sea en la realidad moderna como en las propuesta por la forma informacional de vida.

Los derechos humanos, si es que todavía siguiera existiendo algo cmo lo “humano” de acá a unos años, deberían estar relacionados, al menos parcialmente con la posibilidad de dis-ponerse e in-disponerse en los espacios, anonimizarse o crearse lugares en el aire, y de alguna manera hackear los dispositivos hackeantes que nos envuelven.

Nada de eso se puede poner en marcha desconociendo las topologias en las que estamos embebidos.

Por lo tanto digo estar en desacuerdo con Esteban Echeverría, lo que deberíamos hacer es recuperar el espiritu de localía.

 

(Un versión previa de estos posteos fue leida en las Jornadas de DDHH y Comunicación organizadas por la Faculdad de Ciencas Sociales de la Universidad de Bs As.)

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