Los patrones de vida van cambiando con cada generación, pero sobretodo con las innovaciones tecnológicas.
Hasta la aparición de la luz artificial el insomnio era común y culturalmente aceptado. Las personas dormían un primer sueño desde que oscurecía hasta la 1 de la mañana y luego se despertaban para ver si no la habían robado o cosas así, luego daban unas vueltas por la habitación, iban a la caja de las galletas, al baño y se volvían a acostar, porque las velas eran caras y ademas producían solamente 1 lumen.
Ese era el patrón de las noches sin electricidad. Las lámparas de aceite, mas viejas que la escritura, eran muy caras de encender: pero fue el aceite de ballena, y sobretodo su bajo costo, el primer paso para realmente extender un poco el ocaso popular.
No mucho tiempo después, con el kerosene de Rockefeler y con el tren que se necesitaba para trasladarlo fue que se dio otro paso para habitar la nocturnidad. Se podía tener un día de trabajo horrendo pero al menos saber donde uno se tiraba a dormir.
De alguna manera esa mezcla (tren+combustible) fue lo que preparó el salto siguiente necesario, porque los ferrocarriles necesitaban del telégrafo para no chocarse entre sí y sabemos que de esos cables surgió el teléfono pero sobretodo la metáfora que serviría para transportar todo tipo de electricidades.
Así como la información inventó a los cables, en otra trayectoria de los hechos la luz inventó el laboratorio de investigación y desarrollo y lo puso al frente a Thomas Edison; así entró en la escena urbana nocturna que ya se había acostumbrado al kerosene desde mediados del siglo XIX.
El problema es que no había tendido eléctrico, así que lo que hicieron fue cajanegrizar, bloquear y hasta prohibir la producción de electricidad y poner cables de cobre en todo lugar donde pudieran pagarlo, ya no solamente junto a las vías.
En esa época existían aún las ideologías como el anarquismo o el socialismo y muchas personas que empezaban a renegar de la religión tenían la convicción de que la realidad podía ser modificada a empeñones mas o menos individuales.
Con esa convicción Jacobs Riis quiso cambiar la vida de los pobres y “oscuros” inmigrantes de Five Points, un barrio precario de New York. Sus palabras, escritas en los diarios, no produjeron ningún interés, así que se dedicó a fotografiar los todavía oscuros conventillos en los que vivían apiñados.
Lo que necesitaba para fotografiar la noche de los conventillos era justamente luz y para eso necesitaba el flash, que inventó o posiblemente copió haciéndolo de magnesio y pólvora.
Así publicó “Como vive la otra mitad”, un libro de fotografías de inmigrantes recién llegados que sería el antecedente de “Las Uvas de la ira”, la película de John Ford basada en la novela de John Steinbeck que retrataría las penurias de los hijos de esos inmigrantes, tambien expulsados por cambios económicos fuera de control.
Sea como fuere lo que Riis había inventado era lo de portar la luz, y si a eso le sumamos acarrear las baterías, las radios, la máquina de Turing y los teléfonos todo miniaturizado lo que tenemos son los celulares.
Lo que no sabemos que dicen los celulares
Ahora bien, casi todos tenemos celulares y las compañías telefónicas han tenido gigantescas ganancias haciendo upgrades periódicos de tecnologías G, y si bien el horizonte es el 5G, empiezan a encontrarse conque ese sería un tope aceptable en la velocidad de transmisión de datos, como los autos que en general no superan los 130 Km por hora. Bajarse una película en dos segundo pareciera ser suficiente.
Sin embargo las empresas de telecomunicaciones han encontrado una veta de oro en cada celular que tiene que ver con los algoritmos. Los algoritmos son muy buenos para elegir entre opciones posibles y de hecho las máquinas algorítmicas son muy buenas para predecir, mejor que los humanos.
En los mercados electrónicos, gracias a la coubucación, la toma de decisiones de compra o venta de acciones se realiza desde una década en tiempo real y en paralelo sobre los mismos servidores que realizan las transacciones.
Con eso se ha descubierto que los operadores humanos o de “baja frecuencia” ya no pueden decidir bien, que las acciones se venden a los segundos de comprarse creando millonarias ganancias de a centavos y que el que gana en el mundo de los derivados es que que tiene el mejor algoritmo.
Los algoritmos guerrilla (algoritmos de algoritmos) son robots de software que analizan otros algoritmos,encuentran sus fallas y comienzan a extraerle beneficios a los algortimos atrasados, es decir que operadores de bolsa de “alta frecuencia” son capaces de detectar operadores humanos o atrasado y desplumarlos rápidamente. Hemos llegado a la situación en la que los operadores de bolsa humanos deben esconderse detrás del software para no ser detectados.
Es en este contexto donde los celulares se han convertido en sociómetros, es decir, detectores de nuestra actividad social mediante los cuales los algoritmos de las empresas que compran nuestros patrones de vida pueden “operarnos”, como si fuésemos acciones de una bolsa de transacciones de humanos y de ese modo extraernos lo que puedan, básicamente vendiéndonos caro y endeudándonos.
Este es el próximo negocio de las empresas telefónicas: vender caudales de información algoritmizadas, paquetes con nuestras decisiones futuras comprimidas en el tiempo (lo que vamos a elegir en un horizonte temporal), aun las que no sabemos que tomaremos, pero que están incubadas en nuestros patrones de vida.
Todo este sistema de alguna manera ya colapsó en 2008, pero está completamente vivo nuevamente en 2015 y esta vez con cada uno de nosotros adentro, celular mediante.
Aquellos patrones de vida, como el del insomnio de la una de la mañana y tantos otros, se han ido performativizando y adaptándo a las necesidades del sistema global de transacciones, son ahora detectables y sobre ellos se pueden hacer intervenciones.
Nada malo va a suceder, según mi opinión, a condición de que como tantas otras veces se adopten las resistencias necesarias. Así como la industria dio origen a los sindicatos la sociedad de los algoritmos terminará creando nuevos actores compensadores.
Hasta entonces estaremos expuestos.
Quizás las ideas de los Riis del futuro pasen por las monedas locales, la energía descentralizada y el acceso abierto a los datos de las compañías de telecomunicaciones.
Me dirán con los años si estaba equivocado.