Murió antes y un rato después, en eso el caso no tiene ninguna particularidad. Todavía no pudimos establecer los límites claramente, pero estamos trabajando en eso. Hemos dejado que los factores centrales los decida el sistema y en ese sentido el comportamiento ha sido el esperable. Ha establecido que la bala fue clave y no el plomo, como nos sucedió la semana pasada. Qué recuerdo lo hizo regresar a ese negocio lo dejamos activo, quizás más adelante tengamos algo ahí.
Sabemos que el asesino nunca se consideró así. Nadie quiso tener en cuenta su versión, salvo sus seres más próximos. Muchos años después los vecinos seguían considerándolo el culpable, pero él decía que no. Que había sido un momento, nada más. Él no era un asesino, que no se acordaba, que todo había sido muy rápido.
Sabemos que la policía, cuando llegó al sitio del hecho, hizo todos los cálculos y estableció que no tendría ningún interés en resolver el caso. Se llenaron los papeles y se los puso en la pila. Tampoco el fiscal, que tenía la otra pila de papeles arriba del escritorio. En esa fecha ya le hacían cargar todos los datos en una intranet bastante primitiva, a la que accedimos ayer. Es decir, podemos asegurar que la escena del crimen casi no fue manipulada por humanos, ni los datos capturados previamente.
Con los primeros registros que rescatamos supimos quién murió. Tenemos su perfil completo. Al entrar al negocio ya estaba muerto, casi en un 45 %. No tenía chaleco antibalas, estaba de espaldas a la puerta de entrada, no había otros clientes y sus movimientos habían sido demasiado regulares desde unas cuadras antes. Había dejado estacionado un vehículo en un garage y el aire acondicionado del negocio estaba apagado pero esos datos no cambian casi nada los valores finales.
Por otro lado sabemos que el asesino había cruzado el parque por una senda poco habitual. Estadísticamente era un hecho improbable, aun en días calurosos y lluviosos. ¿Quien cruzaba así un parque? Tenemos la historia de la plaza desde antes que era fuera la Quinta de los Lezica y no hemos conseguido nada ahí que modifique las tendencias. El césped pisoteado y el zigzagueo de su andar entre los viejos árboles es lo que más incrementa la curva. La velocidad del paso frente a los locales de revistas usadas también lo considera el sistema, pero creo que ese es un falso positivo. El algoritmo ya nos está dando a esas alturas casi 72 % de probabilidades de un evento de comportamiento criminal próximo con esas cifras.
Antes de que la víctima ingresara al negocio los valores se reducen al 22 %. La cantidad de transeúntes y vehículos en la Avenida Rivadavia, la falta de personal de seguridad, las densidad de las cámaras de vigilancia activas y el tiempo faltante hasta el momento del crimen figuran como los principales factores ponderados para ese segmento temporal.
Algo parecido puede verse en los valores que representan la trayectoria del asesino. La linea 8, el punto inicial en Laferrere y el patrón de movimientos dentro del colectivo no logran que el algoritmo se percate del riesgo cierto e inminente, pero la fatalidad es especulable.
Años después se iban a detectar las armas de fuego en la cintura fácilmente, pero en el 2018 todavía no había nada de eso. Hemos encontrado que este crimen fue factorizado en el desarrollo de esas ecuaciones, pero la incidencia es descartable.
Cuando se le pregunta al sistema en qué punto la víctima estaba a salvo la respuesta es nula. Nunca baja del 4,5 %, aun situado en el barrio privado. Eran valores muy altos respecto a los actuales, pero bajos respecto a la guerra civil que vendría. Del asesino se puede decir los mismo: nunca obtuvimos valores de riesgo de asesinato menores a 4,5 %, ni aún en las siestas de verano.
Lo que nos queda por terminar de analizar, para el informe final que tengo que enviarle, es por qué ese valor se mantiene constante y además por qué el algoritmo nos dice que las probabilidades de asesinar o ser asesinado son las mismas para los dos actores investigados.