Riñones en la cabeza
Nacemos con un riñón de más. O mejor dicho con dos mitades renales de más. Es que esas dos mochilas que llevamos adentro de la espalda tienen reservas celulares que se mantienen intactas añares, para que las empecemos a usar luego de cruzar el medio siglo de vida. Como las reservas de los ejércitos, que aparecían cuando la infantería era aplastada por el enemigo, para que la batalla siguiera un poco más.
Sin embargo no siempre es así: en esta época de sobreinformación los tóxicos de las gaseosas, los aminoácidos, el stress, el síndrome metabólico y la vida maquinal oxidan estos repuestos antes de que podamos usarlos.
Agotados los riñones aparecen entonces la hipertensión arterial y toda su saga: cefaleas, infartos, accidentes vasculares, dietas y pastillitas.

Este 2 de abril fue feriado y estuvo bien nublado.
La primera sospecha de que podía des-argentinizarme la tuve en el año 2001 cuando casi todo se lo llevaron los bancos y sus socios.
Los «fit lots» están extendiéndose como una pandemia. Nada ni nadie está ajeno ni a salvo. Ni las viejas iglesias.
Las sombras aparecen en lugares bien raros.
Me gusta escuchar conversaciones ajenas y el subte es ideal para eso.
Marzo de 1823. Buenos Aires. En la torre del cabildo de Buenos Aires es apresado el marinero José María Palacios, que al grito de «¡Viva la religión! ¡Viva la patria! ¡Mueran los herejes!» se ha levantado junto a un grupo contra el gobierno de Bernardino
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Mi padre insistía mucho en que aprendiera a usar las herramientas, especialmente el destornillador, el martillo y la máquina de agujerear.