El abuelo me alzó y salimos de la cocina hacia el gallinero del fondo. Dejé mi auto azul sobre el mantel de hule y me preparé para la tarea de esa tarde, que consistía en juntar flores del jacarandá. Caminó el abuelo conmigo a babucha. Pasamos junto a los frutales que se elevaban en fila entre las lechugas, las cebollas, las acelgas y las espinacas de la huerta del invierno. Cada vez escuchábamos más bajo el sonido de la radio, que se iba perdiendo como si fuera un líquido. El abuelo me dejó arrancar una mandarina y luego seguimos.
Allí vi que de un lado estaban el ganso, el gallo y las gallinas, y el abuelo me explicó que si estaban contentas y bien cuidadas nos devolverían unos lindos huevos. Un poco más allá, estaban los conejos y en un cuartito pequeño las chinchillas. Cuando el abuelo terminó de regar los bebederos, sacó un pollito del gallinero y me dejó acariciarlo. Luego les di mis flores lilas hasta saciarme.
(extracto de #Ucrania, un conflicto memético)
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