Estaban estos días de fiestas las visitas en casa revolviéndome la cocina, cuando alguien gritó: “che, donde hay un tenedor en esta casa!”.
Donde hay un tenedor? pensé, si no es en el “cajón de la cocina”.
Claro, pero porqué alguien que no viene regularmente por casa debería saber cual de todos esos cajones es el “cajón de la cocina”.
Pensé: la superficie de las cosas que me rodean es invisible, porque nos acostumbramos o simplemente porque no podemos reconocerlas.
Hace más de una década terminé mi licenciatura en Ciencias de la Comunicación, con una tesina que tutoró el ahora Dr. en filosofía Eduardo Rinesi. Mi loca idea era tratar de conjeturar que sucedería con Internet visto desde la perspectiva de la comunicacion social, eso de los emails, los chats y las “webs” que empezaba a asomar por fuera de los reductos académicos y que justamente en esa época había ingresado en su faz comercial.
El asunto de esta presentación tenía varias “trampas”: una consistía en investigar el “futuro” (lo menos investigable por cierto) y la otra era trabajar sobre un objeto lo suficientemente novedoso para mis evaluadores como para que algunas cuestiones débiles pudiera pasar desapercibidas.
Mis preguntas eran: ¿Sería Internet una gran bola de afectividad que incendiaría todas las organizaciones existentes? ¿Se convertiría en el formateador de las empresas y las mentes desde una matriz numérica? ¿Emergería una configuración de lazos sociales impensados? Quizás, pensé en aquella época, la teoría de la complejidad que había aprendido con Hurtado Mendoza que a su vez venía leyendo a Ilya Prigogine (con lo que eso quisiera) decir podría ayudar.
Apesar de que Denise Najmanovich no estaba muy de acuerdo con mis planteos, el Beto Quevedo fue uno de los lectores del trabajo e injustamente la calificó con un diez: con el pasar de los años cada vez le bajo más la nota al punto que hoy yo mismo no la aprobaría.
Ahora es fácil decirlo, como es fácil hablar ahora de la década del 90 o de la dictadura de los 70, pero había que estar en ese momento, en la que en toda una carrera apenas si había escuchado dos oraciones sobre la “autopista de la información” o lo que iba a ser después la “burbuja de las puntocom”.
Es facil hablar de lo que sucedió y de lo que va a suceder, especialmente para los “profesores universitarios” y especímenes por el estilo.
“Ubi sunt” decían los griegos y el tango (donde están, donde están, donde se han ido…) y esa ausencia inducía a reflexionar, a idealizar los recuerdos, a evocar lo perdido y sobretodo lo que podría haber sido.
“Ubi sunt” dicen los profesores universitarios, dicen engañanadonos con un pasado que no existió, con un futuro que tampoco va existir y un presente que se les escapa como el aire entre los dedos.
Y “ubi sunt” es lo que dicen los doctores de las ciencias de la comunicación aun hoy en día, en una zancadilla comparable a la que dí en su momento a mis evaluadores, pero mas grave aun, porque es dicha desde los estrados, desde los “top-ten”.
Volviendo al cajón de la cocina, volviendo a facebook, a las redes sociales, a las comunicación viral, a los procesos botton up, a las emergencias aceleradas por lo digital que se hibridan unas con otras y ocupan últimamente este blog y mis cavilaciones me pregunto: donde están, donde están que aún no los vemos a los conceptos, a las creencias y a las prácticas para que ayuden a entender que está pasando hoy día alrededor de cada uno de nosotros.
Así andamos todos, a tientas, buscando un tenedor en una fiesta en la que nos colamos por la puerta de atrás.
Tan perdidos estamos que ni siquiera sabemos si es un tenedor lo que necesitamos realmente y si hay algun cajón donde buscarlo.