El final
Hemos encallado en una isla desierta y los nietos organizan ahora cómo nos comeremos unos a otros.
El Napoleón interior de los argentinos ha muerto antes de llegar a la orilla.
Ese, al que le colgaba tantos atributos de mando. Ese, el de las marcas del poder colonial. Ese, que venerábamos con cada inundación.
Todo era inútil y ahora lo sinceraremos: sus oropeles nos hacían pensar en su aplastado culo contra el trono.
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