La grieta en la arena
Llegaron a la playa con los altoparlantes a 120 decibeles, suficientes para que el resto de los veraneantes pudiéramos disfrutar de la verdadera cumbia bonaerense.
La intensidad de los sonidos eran más que suficientes como para mezclar esos ritmos con los de otros bafles también gigantes distribuidos a la largo de la costa.
La tarde superaba la hora de la siesta, ese ritual católico e hispano tan paranaense.