La victimología es una ciencia que estudia científicamente a la víctima y su papel en los hechos delictivos de las que resulta damnificada. Su pregunta es: ¿Qué hacemos para convertimos en los sacrificados de una situación?
Me encanta la victimología científica porque es una disciplina con un objetivo claro, muchos casos para estudiar, con un amplio espectro de acción y que enlaza a viejos edificios del conocimiento que han perdido bastante el rumbo, como la sociología, la psiquiatría, la psicología y otros que no tanto como la geografía, la estadística o la biología molecular.
La victimología trata desde hechos singulares a las macrovictimizaciones por abuso de poder gubernamental. Benjamín Mendelsohn hizo una curiosa tipología de las victimas según su participación en los delitos, desde un grado mínimo (víctimas del arrebato callejero sorpresivo) a otro extremo en que que ubicaba las víctimas imaginarias, las simulaciones y las agresoras.
Por ejemplo la victimología trataría el caso de los 12 periodistas de Charlie Hebdo que fueron masacrados recientemente, buscando encontrar pistas sobre que escribieron, a quien provocaban, que nivel de riesgo real asumían, como se deberían haber protegido.
En este posteo quería apuntar no a los periodistas, sino a las víctimas de la comunicación social misma, especialmente en la Argentina de la guerra mediática, donde se han gastado en los últimos años cifras extrañamente absurdas (por lo abultadas) para que tanto el gobierno como sus contrincantes creen imagen mediológica en las mentes de sus víctimas, es decir todos nosotros.
El proceso va desde el control de los contenidos al de las arquitecturas de la comunicación social: sobornar periodistas, editorializar climas (Radio Nacional tiene decenas de radios amordazadas respecto a opinar sobre la gestión del gobierno), inventar hechos, operar candidatos, desnudar esposas pero en todos los casos las víctimas somos los “consumidores”, los fumadores activos o pasivos del magma mediático argentino.
Mucho se ha escrito y con razón sobre la concentración que el grupo Clarín logró aliandoce con el peronismo, pero lo contrario es verdad tambien: algunos periodistas (Alfie) han encontrado que el 70 % de las radios son controladas por el gobierno o por capitales enlazados al gobierno.
¿Que tipo de ayonte tiene en la cabeza un burócrata para semejante obesidad mediática? ¿Que nivel de subestimación se puede hipotetizar que estos tipos tienen en la cabeza?
Es un tema que se me hace complicado, porque fui formado con los libros de Eliseo Veron que mas o menos decían que la recepción o si se quiere las condiciones en las que se procesaban la comunicación eran las verdaderamente importantes o por lo menos equivalentes a la de la producción.
Nunca me gustó mucho ese enfoque, pero tampoco era yo veroniano: esta teoría y otras conexas, que para el final de la era de la TV tenían cierta lógica, a partir de los 90 habían perdido capacidad explicativa, pero seguían en el centro de los estudios de comunicación universitarios.
Motivos había: probablemente los públicos de los broadcasting habían desarrollado con las décadas capacidades de degustación muy finas respecto de los mensajes de radio y TV y eso le daba la razón a Verón, pero al poco tiempo estaban en ascuas, con la entrada en escena de los nuevos medios (tablets, smarthphones, wereables, etc) y sus artefactos teóricos no podían dar mas de lo que habían dado.
Sea como fuere, tirando toda la teoría por la ventana, los comunicólogos veronianos de la Universidad de Buenos Aires y afines llegaron a las esferas kirchnistas y se subieron sin preguntar mucho al camión montonero-ERP de los Seoanes y compañia: es decir, guerra sin cuartel en los medios, ignorar a los receptores (salvo para pasarles la franela), sacar del juego a los otros jugadores y hacer de los medios comunicación un lugar para los trabajadores de la comunicación. 678 es solo un filtrado mas o menos tóxico de todo ese brebaje.
No es un fenómeno local, ahora nos enteramos que el mismísimo Cameron pasa el ridículo proponiendo bloquear Whastsapp y Facetime, aplicaciones que reúnen en sus mundos unos 800 millones de usuarios, como si un grupito de conservadores pudiera decidir sobre la vida de tantas personas.
Bueno quizás si, en eso pensaba cuando cuando me acordé de la victimología y lo traté de relacionar con los medios de comunicación social.