Tenemos sobrados materiales sobre la mesa como para empezar a dar color a las “sociedades en red”, no ya fotochopeando aquellas descripciones sobre sociedades dedicadas a administrar la energías y lo simple que describiera magistralmente Lewis Mumford, sino viéndolas como sistemas circulatorios que se plasman en las visualizaciones de las redes sociales.
Para el que quiera verlo con sus propios ojos el Gephi es un programa muy intuitivo que se puede aprender a usar en pocos minutos y con el cual se obtienen impresiones de los flujos que esqueletean el cuerpo colectivo.
Porque lo social funciona como el ébola: empieza en los bordes del mundo de los compartido, donde las vigilancias o los controles fallan y se difunde tanto como puede hasta que las cuarentenas y las vacunas funcionan. Al fluir el virus deja ver las tramas invisibles.
Vivimos, de alguna manera, como soñaban los jesuitas hace 400 años, afincados cada uno a una pequeña “misión” donde todos los intercambios remiten hacia adentro de la aldea, endógenamente y al mismo tiempo algunos lazos largos telemáticos nos conectan con las otras reservas permitiendo operaciones integradas y a distancias.
Arracimados, embelezados en las pequeñas localías, ni el turismo, ni los viajes de negocios o académicos logran sacarnos de las leyes de la autorganización de la ocupación de los lugares, hechas de leyes de Gauss, de la potencia y ahora, como veremos, de la extraña Ley de Tracy-Widow.
Es que desde el Renacimiento al filósofo o al sociólogo le bastaba con dejar que las regularidades y leyes se fueran desplegando progresivamente y su tarea era evitarse errores, ilusiones, tonterías o falta de sentido para la selección de problemas.
Se trataba del modelo moderno donde los libros ya estaban escritos en una biblioteca posible, y solo se trataba de ir escogiendo el volumen justo en el anaquel mas perfecto. Había que sacar promedios, que pueden ser engañosos. (anque peligrosos, porque tienden a crear seres promedio, normales, centrales, equilibrados).
Los hechos de la modernidad, mágicamente, se alistaban sobre la campana de Gauss, primero empezando suavemente, luego escalando hasta un pico que se llamaba normalidad a partir del cual los eventos se desplomaban con una simetría espantosa, pero comprobable.
Hoy, tal como señalaba Gilles Deleuze en su concepto “sociedades del control”, opera una dinámica que multiplica y extiende, que pliega y distribuye en mil mesetas, soportada por un tipo especial de dispositivo que hasta ahora destila problemas de muy escabroso abordaje: son las que llamaba las “máquinas informáticas” y ahora sabemos son los smarthphones.
Se trata de artefactos muy diferentes a los viejos libros, que acompañan y participan de una profunda mutación del capitalismo y que son imprescindibles para la comprensión de la forma de vida tecnológica.
Veamos un ejemplo: en 2010 se importaron en Argentina 10 millones de celulares (para una población de 40 millones) de los cuales el 6% fueron smarpthones o “teléfonos inteligentes”. Para el 2013 se había ensamblado en Tierra del Fuego 13 millones de celulares, y aunque se robaban 6000 por dia ya el 78% de los equipos eran celulares inteligentes.
A decir verdad había empezado este post en el 2010 y ahí había quedado, cuando comencé el borrador Blackberry era líder en Argentina en la categoría smartphone, y hoy, alcanza con suerte el 1% de participación del mercado. No han pasado 4 años, pero los cambios de composición son intensos, mas propios de lo líquido que de lo sólido.
La nube de antecedentes de estos asuntos es siempre imprecisa y en realidad se puede arrancar por donde a uno le da la gana, pero sabemos que en 1670 el filósofo, abogado y matemático alemán Gottfried Leibniz inventó una máquina que podía multiplicar, ademas del cálculo diferencial y entre otras cosas, el concepto de “mónada”, algo así como un átomo de la metafísica: simple, indivisible, indestructible pero singular. Todo ser está constituido por mónadas, todas relacionadas entre sí. Materia y forma.
Hoy los celulares son como mónadas: genericos y singulares, indivisibles pero integrables, ubicuos pero territoriales.
Es decir: las sociedades son transformadas y deben darse sus propios conceptos, upgradeando previos o inventando nuevos, y por otro lado el lenguaje y los modos de comprender mutan tambien y el concepto de territorio (hoy atravesado por las máquinas informáticas) merece ser revisado, actualizado, puesto al día.
Esto viene a que me he encontrado en Internet con Tracy y Widom, matemáticos de la Universidad de París Sur que han descubierto una relación de continuidad entre las distribuciones de Gauss en forma de campana y las potenciales, con su ya famosa “long tail“.
Los celulares pueden acomodarse sobre curvas gaussianas o potenciales, segun se los analice sin o con interacciones.
Es un hecho sorprendente, como encontrar un vínculo entre el agua y el aceite, algo que me resulta bastante complicado de captar, pero que lo entiendo así: las sociedades funcionan en red, el algunos casos con los agentes mas desconectados y eso es el modelo gaussiano, pero en otras muy conectados y eso da para moldes logarítmicos, aunque la gran mayoría de las veces existe una metainteracción y la curva no es perfecta sino incompleta, parcial y entonces ahí funciona la ecuación de Tracy Widom.
La distribución de Tracy-Widom podría estar relacionada con la universalidad de las transiciones de fase (eventos como la congelación o evaporación del agua.
Majumdar y Schehr han acumulado evidencia sustancial de que la distribución de Tracy-Widom y sus asimétricas colas representan una transición de fase universal entre fases de acoplamiento débiles y fuertes.
No se si han sacado al genio de la botella, pero creo que se abre un vía mas que interesante para pensar las redes sociales.