Luego de recibir el Premio Nobel de la Paz Martin Luther King Jr afirmó: “Estados Unidos podría aprender mucho del socialismo democrático escandinavo”.
Y realmente no fue una mala idea: países como Suecia, Noruega, Holanda, Dinamarca y Finlandia son más igualitarios, tienen un mejor nivel de vida, mejores escuelas, universidades gratuitas, menos pobreza, un medio ambiente más saludable, más participación de votantes femeninas, sindicatos obreros más fuertes y no entregados a las corporaciones, cobertura sanitaria universal y una red de seguridad mucho más amplia, todo esto independientemente que en los últimos años algunos hayan optado por administraciones liberales o conservadoras.
Sin embargo la idea no prosperó ni en Estados Unidos ni en su patio trasero, al menos hasta ahora.
Pero ¿Qué es ser socialista en un país como Argentina? El socialista cree en la democracia republicana pero a condición que todos los ciudadanos tengan las mismas condiciones de participar.
No puede suceder que para ser presidente se deba contar con 100 millones de dólares o para una intendencia menor 2 o 3 millones de dólares. Cree en empresa privada pero sometida a reglas que garanticen que actúen de manera responsable y en que el Estado favorezca las condiciones para que cualquiera pueda emprender. Por ejemplo los bancos deberían dar préstamos sin considerar al cliente una presa o una víctima. Las empresas mineras y energéticas no deberían destruir los recursos no renovables del futuro y deberían hacerse cargo de los costos en salud pública de los excesos de la contaminación que podrían evitar. Los productos de consumo deberían ser más seguros, especialmente los alimentos y no discriminatorios, sobre todo la vestimenta.
Hay cuestiones respecto al trabajo que requieren atención urgente: aquellas personas que deben trabajar para otros deben recibir salarios decentes y los entornos de trabajo deben ser saludables, sin maltratos, sin mobbing, con respeto de parte de los patrones y de los sindicalistas que muchas veces los entregan a las peores condiciones.
En términos generales Socialismo significa reducir la influencia política de la elite que más recursos ha acumulado para sí y sus grupos familiares y grandes empresas y aumentar los impuestos a los más pudientes. Es aplicar un factor de corrección, aceptar que algo anda mal en una sociedad donde algunos pueden acumular millones de veces más que sus conciudadanos. Lamentablemente las elites no han sido capaces de autoregularse, necesitan controles.
En Argentina llevamos muchos años pendulando entre el populismo postfascista y el liberalismo conservador. Los impuestos son los mas altos del mundo y la economía no logra ser productiva, mas allá de minería de nitrógeno. El hacer mal las cosas durante décadas ha provocado que sea de los dos paises que menos crecieron el las ultimas cuatro décadas (detrás de Sudáfrica).
Los ciudadanos informados se han irritado tanto con la demagogia provinciana de los Kirchner como con la versión ridícula del mundo para pocos del Colegio Newman, donde se formaron Mauricio Macri y sus amigos de la adolescencia: veremos resurgir al radicalismo, pero no al de la UCR, ni al “kirchneriststa”, ni al trotskista, ni al stalinista, ni al socialista de izquierda. Lo que estamos por ver es el cuestionamiento de los principios nucleares del capitalismo como lo hemos padecido hasta ahora.
Los centennials y los millenials del América del norte y de Europa están adoptando la idea de socialismo como en buena parte del planeta: la mejor muestra es el caso de Alexandria Ocasio-Cortez que acaba de ganar las primarias demócratas de New York.
Alexandria tiene 28 años, miembro del Democratic Socialists of America (DSA) y afirma que cree en una sociedad moderna, moral y opulenta pero sin personas pobres, en la atención sanitaria y en un techo digno como derechos humanos. En el crecimiento con equidad.
Eso es lo que los socialistas llevan haciendo desde hace 150 años y lo que hizo que ganara Ocasio-Cortez, vecina del Bronx, en el mismísimo distrito de New York, prometiendo llevar a Washington un cambio “generacional, racial e ideológico” con el 57% de los votos, con una campaña que se financió con 300.000 dólares, diez veces menos que su rival.
El DSA en 2015 tenía 6.000 afiliados, pero las encuestas muestran cómo están cambiando las opiniones de los más jóvenes: el 59 % de los norteamericanos tiene una imagen favorable del capitalismo pero entre los que tienen menos de treinta años, sólo el 42 % afirmó que preferiría vivir en una sociedad capitalista. Por contraposición, el 44 % declaró que prefería una sociedad socialista.
La palabra socialismo es tan polisémica y ha sido tan banalizada que es posible que haya que encontrar otra, pero es lo que hay por ahora. Hay antecedentes ocultos por los malentendidos de la Guerra Fría, que confundieron el socialismo democrático con el comunismo. La palabra “socialismo” fue demonizada pero los que crecieron tras la caída del Muro de Berlín es más probable que asocien el socialismo a Noruega o Suecia, que con Chavez, Stalin o Mao.
A principios del siglo XX los socialistas propiciaron el sufragio para las mujeres, las leyes contra el trabajo infantil, las leyes de protección de los consumidores, los impuestos sobre la renta progresistas, la propiedad pública de los servicios públicos y los sistemas de transporte, la ampliación de parques, bibliotecas, parques infantiles, infraestructuras (como sistemas de alcantarillado) y otros servicios, el fomento del cooperativismo y de la vida en los clubes.
Luego encabezaron los movimiento de derechos civiles y el reclamo por un plan de cobertura sanitaria universal y la defensa del medio ambiente.
Hoy el 84 % de los norteamericanos cree que el dinero tiene demasiada influencia en la política, el 69 % cree que las grandes empresas gozan de demasiado poder e influencia en Washington, 65 % cree que nuestro sistema económico “favorece injustamente poderosos intereses”, el 82 % piensa que la desigualdad económica constituye un gran problema y el 66 % de los norteamericanos cree que el dinero y la riqueza deberían distribuirse de forma más equitativa.
Sin embargo en la última década se ha producido una brecha cada vez mayor de renta y riqueza, los salarios se han estancado y persisten desigualdades basadas en el color de piel o el género. Las amenazas al medioambiente y la salud pública se han incrementado y esas son algunas de las fuerzas que explican el amplio apoyo a Bernie Sanders el candidato con mas posibilidades en este momento de liberar al mundo de Trump.
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