Los antecedentes del socialismo en la América hispana se pueden fijar arbitrariamente en “El Dogma Socialista” de Esteban Echeverría. Eso no nos debería llevar a ignorar los 30.000 años, o quizás 60.000 mil años de historia del trabajo en territorio americano.
Sin embargo nada volvió a ser igual desde el encuentro entre América y Europa, lo que se llamaría la “europeización americana” que no obstante absorbió las formas aborígenes propias de los regímenes teocrático autoritarios que controlaban los territorios más extensamente unificados, como el de los mexicas o los incas.
Hay en esa línea un encuentro entre el socialismo europeo con el trabajador americano. El pensamiento socialista moderno proviene, en sus raíces, de las fracciones más radicales de la Revolución Francesa y los orígenes del Movimiento Obrero industrial europeo, pero en América había raíces culturales y económicas que había atravesado la colonización.
El singular sistema incaico funcionaba bajo un estricto régimen centralizado, estatal y sin dinero, ni escritura, ni más animales de carga que las llamas. El sistema de propiedad tenía particularidades que hoy nos dejan desconcertados, pero que explican la voracidad de aquellos regímenes y sus líderes. Los espacios que se controlaban pasaban a ser propiedad del inca, pero al fallecer éste seguían en las manos del ahora muerto, que era representado por el clan cuidador de su momia. Así a los nuevos líderes no le quedaba otra alternativa que avanzar sobre nuevos espacios.
El sistema mexica, como el maya antes, subsumía la producción y el comercio a la violencia posible y consecuentemente requería de demostraciones continuas de poder teocrático. Poder como capacidad de sacrificio, guerras floridas y disputas de reyezuelos.
En ese magma, sazonado de núcleos urbanos hispano-portugueses, redes misionales, ejércitos de ocupación y luego inmigración de italianos, rusos y alemanes entre otros, antes de que se formara la primera cooperativa en 1844 en la ciudad de Rochdale, en Inglaterra, ya en México y Venezuela existían cajas de ahorro y crédito.
Al momento de establecerse la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) en 1895, ya en Argentina existían cooperativas, siendo una de ellas El Hogar Obrero.
Es decir existía un cooperativismo importado durante el siglo XIX, adscripto a lo que las izquierdas del siglo XX llamaron pensamiento utópico o despectivamente corrientes asociacionistas.
A la corriente inicial cooperativista se fue agregando la sindical y la mutualista, también de inmigrantes, con cooperativas de consumo, crédito y servicios funerarios. Luego un grupo de pensadores y políticos locales, más autóctona, propició las cooperativas con fines sociales.
En Argentina las primeras cooperativas surgieron a fines del siglo XIX, por la acción de inmigrantes europeos que organizaron sus actividades de forma asociativa. Antes del año 1900 ya se habían fundado 56 cooperativas. La falta de educación socialista y una adecuada organización enlenteció su desarrollo y muchas fracasaron al no cumplir con los principios de Rochdale, en buena medida porque había sido creadas con fines de subsistencia, que luego se trasvasaban.
En 1875 se creó la Sociedad Cooperativa de Producción y Consumo de Buenos Aires y en 1884 la Sociedad Cooperativa de Almacenes. En 1885 colonos galeses fundaron la compañía Mercantil del Chubute inmigrantes la Cooperativa de Consumo en la Capital Federal.
Dos años después inmigrantes alemanes fundaron una cooperativa de panadería, año en el que se creó el Banco Popular Argentino, establecido como cooperativa de crédito, y se creó la Sociedad Cooperativa Telefónica.
En 1898 se fundó la Cooperativa Obrera de Consumo y la Sociedad
Cooperativa de Seguros Agrícolas y Anexos Limitada “El Progreso Agrícola”. Son años en los que surgen los clubes, las bibliotecas populares y otras organizaciones productivas.
En Brasil Jean Maurice Favre, fourieriano participa en La Cooperativa de Empleados de la Compañía Telefónica creada en 1891 y la Cooperativa del Proletariado Industrial, en 1894.
En Colombia ya en el siglo XVIII existían sociedades para la ayuda mutua semejantes a las cooperativas de ahorro y crédito, de seguros y de previsión social y a mediados del siglo XIX surgieron sociedades de artesanos y obreros que tenían como objetivo principal defender los intereses de sus asociados. La Sociedad de la Caridad fundada en 1864, y la Sociedad de Auxilio Mutuo del Señor del Despojo de 1899 fueron las precursoras de las ideas cooperativas en Colombia.
En el resto a América Latina el cooperativismo surgió a fines del siglo XIX. El asociacionismo en la América del Sur europeizada a la inglesa hizo de acelerador democrático, con un horizonte de democracia social que se proponía libertad, desconcentración del poder y bienestar económico.
El proceso continuó hasta que, luego de la Primera Guerra mundial, la gripe española y la crisis de sobreproducción plegaron las sociedades sobre si mismo, surgiendo refritados nacionalismos que, hibridados con empresariados y sindicatos asociados a los escasos recursos del Estado, se propagaran el resto del siglo XX desplegando un modelo broadcasting que ya mencionamos hacia donde se dirigió.
Se recreó un trasfondo neo-monárquico a través de los grandes medios de comunicación y la educación pública ydurante décadas el trabajo fue lentamente convertido en una mercancia intercambiable financieramnte, desgajado inargumentadamente de su condición de expresión de potencial personal y colectivo.
Millones de personas dejaron de confiar en sí mismas y fueron, como señalaba The Wall de Pink Floyd, enviadas a picadoras de carne discursivas de todo tipo.
Todo este proceso ha entrado en una gran zona de fractura e innovación, algo que vamos a desplegar en nuevos posteos.
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