Seguimos analizando hoy el formato taller, uno de los puntales sobre el que iremos cimentando nuestras ideas sobre socialismo creativo.
Dijimos que las condiciones de trabajo del artesano medieval a menudo eran duras. Los aprendices trabajaban sin descanso y, a menudo, podían ser castigados por sus maestros si hacían algo que los disgustaba.
Los problemas
Luego de siete años al aprendiz se lo reconocía como oficial. Desde entonces era libre de trabajar para cualquier taller que le pagara por día.
La vida era más corta que ahora, pero muchas veces los aprendices entraban a trabajar al taller en edades que hoy nos parecen absurdas, de modo que alrededor de los 20 años ya se podía ser oficial.
Si un oficial quería ser un maestro-artesano, tenía que pasar una prueba especial del gremio y hacer su propia obra maestra, después de lo cual podría ser dueño de su propio taller y capacitar a los aprendices, siempre que pasara el examen.
Así era la vida del artesano en la poco cartografiada Edad Media. Si no estoy muy errado nos enfrentamos a un viaje largo, duro y desafiante en lo que queda de este capitalismo extractivista. Nos guste o no, tendremos que tener alternativas como la vida del artesano en el bolsillo.
Los artesanos tenían que resistirse a los poderosos, a la Iglesia y a las inclemencias de los mercados. Y negociar con todos ellos. Es parecido a lo que nos toca hoy.
Entonces cajanegrizaban sus habilidades, las plegaban y al mismo tiempo creaban incubadoras para que se propagaran a través del tiempo por medio de la evolución de los aprendices.
Sobre el artesano pendía una especie de culpa social, que lo hacía vulnerable y era su vocación por los bienes materiales.
Estaba así como en un blanco fácil de los que controlaban los poderes invisibles, intangibles.
Los artesanos que vivían en los monasterios amurallados, en cuyo interior los artesanos rezaban, leían, cultivaban el huerto, practicaban la carpintería, la herrería y elaboraban medicamentos con hierbas.
Sin embargo lo más importante es que creaban una disciplina monástica con un rigor estricto, que daría lugar a invenciones como la vida regulada por el reloj y la autosuficiencia.
Es decir la sostenibilidad individual, que daría lugar a la emancipación interior con la aparición de la imprenta.
Las soluciones
Pero volvamos al taller medieval. El Estado se presentaba como par de la Iglesia, creando marcos cognitivos compartidos por medio de celebraciones periódicas.
Ambos tenían la mirada sobre los gremios de la construcción, los ebanistas, los sopladores de vidrio, los tejedores y los carpinteros que se encargaban del trabajo manual porque eran los encargados de crear los escenarios con los que hipnotizaban a los productores.
Al detectar esto los gremios aprendieron a negociar y ocultar. Los gremios se sostenían en virtud de documentos legales, pero mucho más gracias a la transmisión práctica de conocimiento. En este capital de simbólico yacía la verdadera fuente del poder económico del gremio.
El Libro del Maestro de 1268 contiene una lista de un centenar de oficios organizados de esta manera y divididos en siete grupos. Gremios de alimentos, joyería, metales, textiles y pañeros, pieles y construcción.
Otro tema que permitia la vinculacion del taller con la iglesia y las familias nobles era que las ciudades medievales no tenían policía efectiva y distintas formas de violencia reinaban en sus calles.
Se esperaba que el maestro de un taller tenía que inspirar los sentimientos para mantener el orden en su casa-taller.
En gran parte, para la moral cristiana, el modelo de «hombre» se inspiraba en el artesano cristiano urbano. Alguien capaz de disciplinarse frente a la tentación, el ocio y la pereza.
Un elaborado ritual cumplía las funciones de unir entre sí a los miembros del gremio. Además la obligación terrenal de todo artesano medieval era el establecimiento de una buena reputación personal.
Las autoridades
Como dijimos la autoridad del artesano maestro residía en sus habilidades. En su capacidad de diferenciar lo verdadero de lo falso. Pero al mismo tiempo de contar con habilidades el artesano necesitaba de que la Iglesia y el Estado lo validaran.
La economía medieval padecía de monedas falsas y los orfebres por ejemplo eran los encargados de descubrir las imitaciones.
Así como para ser poderoso se debía contar con oro, también era necesario que ese oro fuera verdadero. O al menos alguien dijera que lo fuera.
Para reforzar el sentido ético del artesano, en el siglo XIII el aquilatamiento del oro se convirtió en ritual religioso, santificado por oraciones especiales, durante el cual el contenido en oro era objeto de juramento en el nombre de Dios por parte de un maestro artesano.
Los artesanos eran como nuestros escribanos: certificaban la autenticidad de la riqueza de un noble o del gobierno de una ciudad. Entonces el honor del gremio eran un valor compartido, que obligaba al castigo del deshonesto. Cuando se los descubría, eran severamente castigados por otros miembros del gremio.
Hemos descrito con alguna densidad como era el mundo del trabajo urbano en la Edad Media. Ahora iremos entrando en cómo se formaron las instituciones socialistas.
Cuánto tiene que ver el artesanado en eso? Cómo pensar en un socialismo creativo más allá de los padres fundadores.
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