Un siglo suele ser tiempo suficiente como para que las imágenes o los textos dejen de hacer preguntas y se conviertan en reliquias.
Sin embargo José Ingenieros escribió cuando comenzaba el siglo XX un pequeño libro que tituló “Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía”.
Un libro que contiene una pregunta a los filósofos de hoy que sigue vigente.
Y su pregunta es: ¿Por qué los filósofos son unos hipócritas?
Pero antes deberíamos contestar ¿Qué querría decir que los filósofos son hipócritas? Lo que veía José Ingenieros era que los filósofos, al menos los de su época, estaban actuando como coleccionistas.
Vivían buscando las piezas raras dentro del mundo conocido y no conceptos innovadores que pudieran hacer huellas en la realidad, o como dice el texto: “en homenaje a los intereses creados en la sociedad a que pertenecen”
Filosofitis o inflamación del órgano para acomodarse
El resultado era que lo que crecía era la glosa y la erudición, la “escolástica”, así como la distancia con la realidad vivida. Todo no era más que la na crisis de la filosofía.
¿Por qué los filósofos hacían eso? Para José Ingenieros lo hacían porque su necesidad de pertenecer al grupo filosófico superaba los beneficios de atreverse con lo que apareciera en su propia discurrir del pensar.
Creía que el siglo XX iba a ser no más que una preparación, un lento sendero en el que los sofistas y los enciclopedistas iban a ejercer su derecho al pataleo, y que sería recién en el siglo XXI donde ocurriría lo importante.
Eso fue lo que me trajo a la mente lo que había escrito José Ingenieros, yo sabía que había una frase parecida en su libro y creo que podría ser esta: “casi todos prefirieron la tranquilidad o el éxito, evitándose las persecuciones y sinsabores que solía traer aparejada la exposición leal de sus opiniones; en ello ha consistido, desde el Renacimiento, la hipocresía de los filósofos.”
De uno para todos
José Ingenieros se adelantaba a lo que sería la evolución de las ideas compartidas y controladas por el broadcasting durante el siglo XX.
Numerosas resistencias emergieron frente a la fenomenal centralización que significó un mundo de máquinas reproductoras de sentido, basadas en electricidad.
Salvo algunos anarquistas (hubo casos en los que se tomaron comisarias y tesoros de compañías para quemar el dinero), diferentes formas de socialismos, centroizquierdas y progresismos confundieron el punto nuclear del problema, que no era otro que la naturaleza misma de las máquinas de lo mismo: latas, peines, jeen, novelas, autos, stars systems, guerras, etc.
Máquinas, máquinas, máquinas
Aquellos que debieron llevar las banderas del trabajo la mayoría de las veces confundieron los puntos de lucha y una y otra vez trataron de imitar las estrategias de centralización y eliminar lo diferente.
Formaron metaestructuras o trataron de apropiarse de las máquinas de la centralización. No advertían que era la máquina misma la que llevaba el germen de la epidemia melancólica.
Las máquinas seguían produciendo en serie y la propiedad de los medios poco hacía para frenar eso. Más tanques de guerra, más periódicos pacifistas, más barcos transatlánticos, más discos de vinilo resaltando lo local.
Fue también un siglo, el XX, que como anunció José Ingenieros, lo mismo aplastaría a lo nuevo, lo normal a lo diferente, lo habitual a lo extraño.
En los próximos posteos vamos a ir tratando de desgranar lo que está sucediendo hoy en día.
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