Hoy nuestras vidas suceden en módulos, en compartimientos a los que vamos saltando por medio de trenes, subtes y colectivos. Pero hace algunos siglos los artesanos trabajaban, comían, dormían y criaban a sus hijos en el taller.
Se trataba de un lugar donde vivían unas 20 o 30 personas. Encontrábamos al maestro, sus oficiales y aprendices que se movían de la despensa hasta la cocina, de los dormitorios a la tienda a la calle, del telar al depósito.
Ajustes
Aquellos talleres estaban en las ciudades, donde los vecinos eran libres. Indirectamente entonces quien controlaba las puertas del muro controlaba la autonomía de sus residentes y sus actividades.
Hoy en día la mayoría de los laboratorios científicos están organizados como talleres. Son lugares de trabajo pequeños y con relaciones cara a cara.
Como antaño son controlados por los muros de las burocracias estatales o corporativas, que regulan las becas, los subsidios y los fondos de investigación. Sus productos son patentes que son luego intercambiadas por otros valores simbólicos.
A veces se escucha a grupos sectarios de izquierdas criticar al taller como una organización pre-fabril. Sin embargo las grandes empresas también crean las condiciones propias del taller. De hecho muchas fábricas de autos se han convertido en una red de talleres.
Acá viene los que me parece más importante y enriquecedor para nuestros posteos sobre socialismo creativo y es que en el taller los trabajadores tratan las cuestiones de autoridad en relaciones cara a cara.
Es decir son las capacidades la fuente de la legitimidad del mando o de la dignidad de la obediencia. En un taller, las habilidades del maestro pueden valerle el derecho a mandar. Aprender de ellas y asimilarlas puede dignificar la obediencia del aprendiz o del oficial.
Dialécticas del trabajo
Debemos colocar entonces la autoridad del maestro en relación a la autonomía del aprendiz. El trabajo autónomo, el trabajo hacia el que vamos en pocos años, es el que se realiza de un modo autosuficiente.
Sin interferencia de nadie.
La autonomía y sobre todo del que trabaja tiene sus detractores, pero también su atractivo. En mi experiencia como director de una clínica psiquiátrica he descubierto que los médicos se sentían mucho mejor para enfrentar una tarea difícil si se los dejaba tranquilos y solos.
Pero al mismo tiempo debían saber que llegado el momento podían contar con mi ayuda.
Sin embargo ningún psiquiatra nobel podría aprender a contener a un paciente descompensado solo. Como cualquier trabajo artesanal tiene que haber un colega con mas experiencia que establezca cuales patrones y que dé formación son necesarios.
A diferencia donde las jerarquías dependen de las burocracias sindicales y los caprichos de las capas gerenciales, (que muchas veces prefieren bloquear a los merituosos para no llegar a ser ensombrecidos) en el taller, las desigualdades de habilidad y experiencia se convierten en un asunto de relaciones personales.
El taller exitoso depositará la autoridad legítima en personas capaces, no en derechos y deberes preestablecidos en un papel.
El cascabel al taller
Pero la historia social de la artesanía es en gran parte la historia de los esfuerzos para destruir su fortaleza.
Resolver o eludir problemas derivados de esa tensión entre autoridad y autonomía se convirtió en el tema crítico. La historia de los talleres pone de relieve la manera en que las instituciones se organizaron. Su objetivo era controlar los talleres. A finales de la Edad Media la autoridad del artesano se basaba en su capacidad, si, pero también en su condición de cristiano. Cristo, hijo de un carpintero, Adán y Eva que habían trabajado su huerto, Noé que había construido su barca.
Pero si bien la Iglesia respetaba el trabajo artesanal, la jerarquía cristiana medieval también temía finalmente libera al monstruo de la autonomía, algo que las logias de arquitectos le cobraría uy caro a los podres establecidos.
Es decir, el artesanado no solo debío lidiar con los poderes reales, sino también con los imaginarios como veremos con mas detalle en el próximo posteo.
La cuarta revolución industrial generará muchos menos empleos que las revoluciones anteriores. En este contexto la cuestión de las competencias del trabajador están siendo motivo de debate.
La mitad de los puestos de trabajo estarán en peligro en la próxima década.
Autonomía, trabajo, artesanía, autoridad, productividad y desafío del los modelos vuelven a estar sobre la mesa de discusiones.
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