Pocas cosas son tan expresivas de una sociedad como lo que produce.
Y no sólo eso, sino quienes lo hacen, cómo y que sucede con eso que producen.
Dime que produces y te diré quien eres
El hacer en Occidente responde a modelos postindustriales. Basados en procesos automatizados, pero también a lo que algunos engloban como las culturas del hacer o las culturas maker.
Es decir, hay un modelo por arriba y otro por abajo, algo que las clases media deberían tomarse en serio. Veamos ejemplos en la construcción inmobiliaria. Están por un lado las construcciones de los barrios cerrados, los edificios torre, las grandes infraestructuras realizadas por compañías especializadas.
Si, pero también está la auto-construcción familiar, la de los vecinos de los barrios populares, los desarrollos cooperativos, municipales y de toda una extensa red de organizaciones que consumen al menos la mitad de los insumos requeridos, cuando no bastante más.
En el primer modelo se fabrican objetos diseñados por especialistas. Hay una demanda efectiva en el mercado y luego son descartados cumplidas sus obsolescencias.
En otro sistema se producen objetos de acuerdo a su necesidad comunitaria, de un modo en que no se resuelve solo en la ecuación de maximización de la renta. Eso implica el hacerse cargo de los residuos y de la recirculación productiva implicada.
Ahora el segundo modelo no está exento de problemas y es que es verdad lo que decía Garrett Hardin. Si dejamos un bien colectivo a la buena de Dios tarde o temprano un grupo de vivos comienza a sacar de ahí más provecho del posible y a la larga terminan destruyendo lo que es de todos.
Es decir los bienes comunales tienen que tener reglas de usufructo muy claras; por ejemplo si compartimos unas hectáreas en un monte y cada uno de nosotros no puede tener mas de 10 cabras eso debe respetarse a rajatabla, porque si ponemos mas de lo permitido nos quedaremos sin pasto y las cabras morirán todas de hambre.
El fin de una época no implica que volvamos a la anterior
El desafío del socialismo creativo es doble, por un lado debe remontar los daños hechos por versiones que simplemente no funcionaron como el comunismo o los populismos que se volcaron en los formas de autoritarismo y por otro lado inventar nuevos modos sustentables, no excluyentes ni extractivistas de vivir en sociedad en el que los vivos no pongan mas cabras de las que pueden poner.
Estos postulados se cumplen en la economía circular, que se basa en la re-utilización, en la reparación, en la renovación y sobretodo en el reciclaje de lo existente. Hacemos eso en nuestras casas, y los argentinos tenemos el alambre para atar todo.
La economía circular nos brinda un marco para pensar en estas cosas, subsumido en una lógica de feedback. Pero no me quiero detener en la economía circular en sí, sino en una idea que está debajo y que es la de pensar en modelos de sistemas no lineales, complejos, como los sistemas vivos o, creo yo, el ecosistema digital.
Por ejemplo: podemos patear una piedra y la piedra no va a hacer mucho mas que moverse un trecho. Podemos patear un perro y lo que va a suceder es algo diferente: se va a dar vuelta para mordernos.
Lo que sabemos ahora, con la minería a cielo abierto y el fracking, es que las piedras a la larga tambien responden de alguna manera, y esto significa que tenemos que tener en cuenta la respuesta de la naturaleza a lo que hagamos, porque puede mordernos apenas nos descuidemos.
La economía circular significa que lo que producimos, como sociedad, debe expresamente evitar el extractivismo, la explotación y debe organizarse desde abajo hacia arriba, pero tiene que hacer las cosas de un modo eficaz.
Aprender, copiar, mimetizar, mushepear
Y acá quiero introducir a Google, una empresa del capitalismo del siglo XXI si las hay. No es que funciona como una democracia deliberativa precisamente, pero a nadie se le ocurriría que funciona como el capitalismo nos propone que hagamos las cosas, es decir con la superviviencia de los mas efectivos para mejorar la renta.
Es paradójico: mientras que la mayoría de los oficinistas del mundo trabajan en cubículos optimizados para ahorrarse el alquiler, las oficinas de Google son lo contrario.
Convierten datos en soluciones inteligentes con toboganes, masajistas, comida libre, ping pong y campos de golf dentro del propio edificio. Es decir los creadores de Google creyeron que, si se es feliz, se es más productivo.
En Google se espera que los trabajadores busquen el equilibrio entre vida personal y profesional.
El principio de Pareto: 80 % del tiempo para producir y el 20 % para crear algo como gmail. No todo es tan reluciente. Y ya se que alguno dirá que ignoro que el malvado FBI está detrás de Google. Pero en realidad no estoy hablando de Google, sino del modelo Google.
En definitiva en Google se respetan los proyectos singulares pero en el marco general de la empresa. Hay una perfomatividad en juego, pero quien no sabe colaborar no tiene lugar en la compañía.
Cooperación, creatividad, productividad, inteligencia colectiva, es decir lo que le pedimos a un socialismo creativo no centrado en la protesta.
Es decir, el funcionamiento interno se parece bastante a lo que postulamos para el diseño de una sociedad socialista. Tenemos que aprender de lo que hizo Google y usarlo a favor de nuestra visión global de como debe gobernarse.
En definitiva, el socialismo creativo tiene que aprender mucho de la economía circular, y de Google.