El pancracio era el arte marcial de los espartanos. Patadas, tomas, llaves, golpes martillo y todo lo que supimos ver retratado en Titanes en el Ring. En las prácticas estaba prohibido sacar los ojos, comportamiento que se reservaba a las guerras.
Tan violentas eran estas prácticas que a los espartanos no se los dejaba participar en las olimpíadas porque eran demasiado peligrosos.
En el año 480 antes de Cristo Persia atacó Grecia con medio millón de soldados: 300 espartanos que se habían entrenado desde los 7 años jugando al pancracio junto a unos 7000 soldados de otras ciudades griegas que se les habían unido los detuvieron en las Termópilas por una semana, poco tiempo para una guerra pero suficiente como para que surgiera el mundo occidental.
El pancracio, seleccionando los genes de los luchadores ganadores sobrevivientes y sus costumbres memetizadas permitió cierta coevolución que arrastraba una cohorte de copias asociadas: qué idioma, qué relatos, qué estructuras de interacción sostenían el pancracio? Sean los que fueras de eso está hecha la cultura occidental.
Por supuesto que hoy nos encontramos desde el box al futbol como herederos de las competencias de los espartanos, pero si escarbamos las capas “geológicas” del pancracio podríamos ver que tambien fue evolucionando a través de placas de replicadores genéticos y meméticos estabilizados temporalmente. Eras, edades, fases o como se las quiera llamar, donde el pancracio es uno de tantos puntos de coevolución compleja, un punto que no es ni único, ni principio, ni fin.
Pero si en el pancracio se combinan genes y memes, lo que nos ha traído hasta acá todo ese arte con sus envoltorios culturales es en realidad la copia. El copiado en sí. La información, cuando cuenta con las materias primas necesarias crea más información, se expande sin los límites que tiene la materia/energía.
A Richard Dennett en 1995 se le ocurrió la analogía (¿u homología?) según la cual si las imitaciones varían en virtud de los errores de copiado lo que se puede generar es una especie de competencia entre los distintos memes, por lo que selección “natural” podría aplicarse a las transformaciones de culturales.
En el siglo XXI nos encontramos frente a un nuevo tipo de replicador: el treme, que consiste en unidades de información digital copiadas, modificadas y seleccionadas por las computadoras y sus algoritmos.
Si los memes son “lo que se imita” o mejor dicho, lo que utiliza plataformas humanas para crear copias de sí (artefactos, canciones, historias, hábitos, habilidades, tecnologías, las teorías científicas, tratamientos médicos, sistemas financieros, organizaciones, etc) en definitiva todo lo que constituye la cultura humana, los tremes son lo que se desliza dentro del software creando copias de sí en el camino.
Entonces digamos que primero fueron genes: replicadores que crearon seres vivos como vehículos efímeros de hebras de ADN envasados con seguridad dentro de ellos. Este sistema copia las instrucciones para hacer un producto capaz de copiar más que el producto en sí, un proceso que tiene muchas ventajas en un mundo tan cambiante.
Luego nuestros antepasados mamíferos (primates, delfines, elefantes) comenzaron funcionar como replicadores de sonidos, habilidades y hábitos de una a otra generación de un modo mucho más complejo que las aves y los reptiles que los habían antecedido.
Los humanos fueron más allá, y pasaron memes de cómo encender fuego, fabricar de herramientas de piedra, coser cueros para hacer ropa, ornamentar sus cuerpos y todo tipo de habilidades que ver con vivir juntos como cazadores y recolectores.
Cuando los humanos crearon el segundo replicador (o fueron creados) el proceso de la evolución memética se expandió logarítmicamente. Los animales y los vegetales había logrado expandirse pero los humanos fueron más allá todavía y así el pancracio, soportado por los genes humanos y sus memes, lleva miles de años vigente con cambios que incluyen ganancias y pérdidas genéticas y meméticas.
Sin el pancracio no tendríamos una tradición de democracia, filosofía y ciencia en Occidente. En el próximos post voy a borronear que podría suceder con el pancracio en los próximas décadas.