Los que nacimos a la red de redes antes de la Internet comercial podemos decir que algunas cosas ya las vimos.
Recuerdo que muy a principios de los 90, con una serie de comandos esotéricos, podías loggearte a un mainframe y desde ahí lanzarte a una universidad en Japón usando gopher: hacer algo parecido hoy lleva segundos para bajarnos algo que, después de todo, tampoco vamos a tener tiempo de leer.
Añoro los primeros chats de 1995, que eran simples urls donde directamente se escribía en html: no existía ni ICQ ni nada parecido, pero se hacían reuniones en algún bar de Buenos Aires donde los conectados nos conocíamos las caras y soñábamos con emprendimientos en un mar de datos aun desértico.
Ese año aprobé mi tesina de grado en Ciencias de la Comunicación, dedicada a comprender como empezaban a clusterizarse los distintos materiales que circulaban en la red y creí percibir que con el tiempo habría dos grandes pools de datos: emociones y números.
Si bien en ese texto le dedicaba un capítulo a Marshall McLuhan, aún no había logrado captar lo central de la idea de que medio y mensaje, forma y contenido o pie y pelota se dan en una continuidad ineludible.
No existía el concepto 1.0 / 2.0, sino que surgían las dot.com, y yo mismo había creado un prototipo que se llamaba InfoLukasnet, por el que me habían llegado a ofrecer lo que para mi era una fortuna y que no acepté gracias a uno de los tantos gurúes de las puntocom y que con el tiempo resultaría uno de los tantos falsos brujos de la web.
Cuando a mediados de la primera década del siglo XXI, luego del debacle de las punto.com, se propuso que surgirían redes sociales para diferentes tipos de grupos de usuarios, el asunto sonó a una gran tontería más de todas las que se habían lanzado sobre internet hasta la fecha. Sin embargo muchas personas serias volvieron a poner su dinero en la web 2.0.
Las nuevas generaciones se arrimaban y, auto-convertidas en “evangelizadoras”, descubrían la pólvora para tener algún diferencial para agregar al curriculum vitae. No faltaron los +65 que, anoticiados que no entenderían jamas internet, optaron por ligárseles para sacar algún provecho transitorio.
Facebook recién había llegado para sellar por una década la gran Red, capturando y lanzando ejércitos de estos robots luteranos 2.0 que, como consumidores de Coca Cola, se sentían libres de darle de comer a la empresa que los coleccionaba.
En aquel contexto, en un evidentísimo clima de el ganador de queda con todo, post hipiees como Marc Andreessen fundaron fracasos que pasaron a la fama como Ning, basados es esta tesis tan ingenua de que habría lugar para todos en la fiesta de Internet.
Gran parte de la actividad social personal se fue consolidando en el formato de Facebook, que logró aspirar las cotidianas conversaciones de los 7 mil millones de habitantes del mundo (bueno, practicamente). Tumblr o Snapchat son una pequeña excepcion de la regla, pero en términos de volúmenes siguen siendo unos niños de pecho comparados con el conglomerado Facebook (dueño ademas de Instagram y WhatsApp).
Pero hay una guerra mundial mas arriba de esto: es la que los ecosistemas como Apple vs Google vs Microsoft libran entre sí, dejando mínimos espacios para que surjan nichos nuevos.
Sin embargo, como esas pechinas que se desarrollaron en la iglesia de San Marcos sin competir con la estructura de las catedrales, redes verticales para diferentes tipos de intereses están increíblemente surgiendo, especialmente es el área de las redes profesionales: ejemplos son LinkedIn (profesionales en general), Doximity (médicos), RallyPoint (militares) o Piazza (colegios).
Posiblemente el secreto de las redes especializadas tenga que ver con la velocidad del recupero de información, junto con la existencia de contenidos más atractivos para trabajadores altamente calificados, así como la posibilidad de acortar distancias respecto a los recursos disponibles: ingenieros de software (GitHub), ingenieros mecánicos (GrabCad), científicos (Kaggle) y académicos (Academia.edu y ResearchGATE) parecieran estar prefiriendo las búsquedas verticales a las horizontales.
Todo sería muy bonito si no fuera que quizás los grandes estén jugando ya en otras ligas que apenas hubiéramos visto en pesadillas, como manejarnos los autos, usar comunicación intracorporal para hacerles cosas a nuestros relojes, permitirnos mover objetos con la mente, archivar memorias para implantarlas en el futuro o como la idea de enviar dinero usando Facebook, y de paso anonimizarse.
En fin, escribo esto en respuesta a un posible cliente que me ha consultado sobre su idea de crear una red vertical, espero no haberlo espantado mucho, pero creí que escribir esto era lo mas honesto que podía hacer antes de comenzar a negociar.