La vida pública argentina está fluyendo como en un bajorrelieve persa, donde se suceden personajes y objetos en líneas de sentido moviéndose hacia espacios de poder.
Es verdad que no se trata hoy de rocas, sino de ondas electromagnéticas que transportan imágenes efímeras que se disuelven apenas aparecidas y eso es bueno, porque apenas evaporadas dejan lugar para otras nuevas.
Transportadas por estas ondas estos días sucede una narración olvidable, pero instructiva, a partir de las grabaciones que tenía el asesinado fiscal Nisman. O eso dicen los medios. Hagamos un recorte caprichoso: Luis Delia, funcionario proiraní que se mueve libremente por los despachos de la Casa Rosada, recluta a un grupo de barras bravas del club All Boys para completar las tribunas, en un acto al que concurrirá el presidente Maduro, nexo velezolano con Teheran. Luis Delia, vocero del poder ejecutivo, es ovacionado por esos grupos y sus imitadores y luego, o después, no importa, recibe instrucciones de un delegado iraní para que deje de hablar unos días en los medios. Por último le transmite que sus jefes en Irán están molestos con algunas actitudes de funcionarios argentinos. todo es aceitado con fondos públicos, que hubieran servido para asistir jubilados o desnutridos.
Esta es la historia que quiero analizar. Este breve conjunto de eventos es como una rotonda, donde uno entra y puede circular y circular, saliendo por cualquier lado. Me interesa porque es instructivo respecto a las posibilidades que da de reconocer como funciona el poder, como son los distintos modos en los que se ejerce el dominio de unos seres humanos contra otros. Hay una forma mas matemática de comprenderlo, pero esta me gusta.
Cuatro modos se pueden puntualizar y que espero no se los tome muy en serio:
1- El primero es el de la Soberanía. Acá se trata de exponer el poder obscenamente, gordamente, ostentando sobre aquel incapaz de hacerlo. Los discursos chorreados por la cadena nacional son un ejemplo, pero las apalusas de acólitos pagos que recibe Delia lo son tambien en otra escala. El de la Soberanía es un modo pobre, mas propio para el Rey o el poder ejecutivo y sus preferidos, porque requiere cierta debilidad mental del dominado.
2- Otro modo de ejercer poder es la Vigilancia: Se basa en ocultar al culpable atrapado, amenazar a todos con un castigo invisible, a puertas cerradas. Es modo que la atemorizacion que se carga en los cuerpos, de modo que a los actores no le quedan mas que comportamientos productivos, que son los no amenazados. Es un modo mas eficaz que el anterior, propio de sociedades donde grupos económicos logran algún nivel de control sobre el Rey o el ejecutivo.
3- El Control: este es un modo de ejercer poder que apunta a hipersensibilizar a las poblaciones, proponiéndoles que su sentido en el mundo es el de satisfacerse, consumir y sobre todo endeudarse comprando en cuotas objetos caros. Esta modalidad ha sido muy efectiva en las últimas décadas del siglo XX.
4- Por último está Simulacro: Es una modalidad mas reciente, propia de la videopolítica, de los medios de comunicación, que se basa en reclutar cuerpos tele-videntes, datarlos y moverlos hacia o desde las escenografías a las que se integran.
Todos estos modos están en las desgrabaciones que conforman la historia que menciono arriba. No voy a detenerme en como aparecen las placas Soberanía, Vigilancia y Control, pero cualquier interesado las encontrará con una lectura atenta.
Sobre el último modo de ejercer poder me quiero detener, porque no suele usárselo habitualmente para entender como funcionamos en sociedad, aunque sin embargo es cada vez es mas relevante: se trata de los Simulacros, que en el ejemplo de nuestro Luis Delia se encuentra en los hinchas de All Boys, yendo a ubicarse en las tribunas pagados para hacer bulto, para hacer de extras de una historia por televisar.
Con sus cuerpos apretujados contra el alambrado, con sus miradas sin entender lo que los rodea, envueltos en banderas que nunca leerán forman un caparazón donde los núcleos poderosos, los que toman las decisiones, se albergan y actúan.
En las películas de sus vidas estos barrabravas y sus seguidores son extras. En las calles son extras, en las canchas, en las esquinas donde se juntas a repartir cosas son extras. No es que no hagan nada, hacen de decorado urbano.
Nótese un detalle: estos triste simpatizantes no son amedentrados por un Rey que los reconoce como súbditos, no son vigilados y domesticados para que produzcan objetos, no se les proveen tarjetas de crédito para que con sus consumos muevan la rueda financiera; no, estos tipitos son integrados a una escenografía, son absorvidos en la parte cuasimuerta del relato, adheridos como estampitas a una historia que solo pueden observar, pálidamente, como si estuvieran adentro de un bajorelieve persa.