Acumulamos signos y ejercemos la influencia que podemos con ellos. O, inversamente, nos persuaden con signos.
Dinero, geometrías corporales, agenda, títulos universitarios, títulos de propiedad, matrículas habilitantes, cheques, bonos, archivos digitales: todas intermediaciones que contactan a unos con otros.
Pero los signos no están distribuidos parejo. Salvo excepciones cuando los humanos se relacionan durante un tiempo terminan repartiéndose las cosas de un modo muy desparejo. Así la mayoría nos acomodamos como podemos en la cola larga, en los muchos que tienen poco, salvo los elegidos por las leyes del attach preferencial, que son los pocos que tienen mucho.
Este sucede desde hace 30 mil años, cuando un grupo de humanos hizo algo increíble: domesticó a los otros humanos, además de perros, vacas y caballos. para acumular recursos en signos y símbolos. Primero fueron bloques de arcilla con formas de tablets con el dibujo de una cabra o de una vasija de aceite y ahora son las acciones archivadas en microsegundos de los mercados electrónicos, pero en el fondo se trata de que la acumulación lleva a mas acumulacion y la escasez a más escasez.
La buena noticia para nosotros es que hay un fenómenos nuevo y que consiste en que la cantidad de seguidores, es decir la dimensión cuantitativa de la construcción de reputación empieza a no ser tan importante, a la medida que es reemplazada por la cualidad topológica.
Cuantos seguidores tiene un influencer no deja de ser importante, pero la calidad de las relaciones entre el influenciador y sus seguidores y las relaciones que tienen estos con otros está adquiriendo cada vez mas importancia.
Un personaje clave para entender esto es el nanoinfluencer: su esfera de persuación ya no está limitada sólo a su familia, amigos y colegas. Rondan los 10 mil seguidores o más, pero mantienen una tensión de interacción con ellos. Los conocen, responden a sus comentarios, saben de qué hablan, se muestran capaces de promover comportamientos de decisión en nichos de mercado en unos pocos clics.
Los nanoinfluencers entregan ese santo grial de la autenticidad, son confiables porque empatizan mucho más con su seguidor y además pueden activar a los pico, femto y atto influencer, es decir a los usuarios que tienen 1000 o menos seguidores, pero que tienen Whatsapp y en Whatsapp funciona la hiperinfluencia, porque ahí los consumidores confían en los comentarios de otros consumidores.
El secreto de los nanoinfluencers es ser buenos intermediadores entre campos disímiles. Tener seguidores en el cluster de los abogados y el de los tenistas, por ejemplo y por otro lado que esos contactos sean de calidad redológica, es decir que tengan capacidad de influenciar a otros. No es lo mismo que te siga el presidente de lq asociación de abogados que otro que vive en su estudio sin influir no ser influido.
Por supuesto cada categoría cuantitativa de influencer tiene sus fortalezas y debilidades, pero señalemos los doas aspectos claves del exito de los nanoinfluencers: Autencticidad e intermediacion estructural.
En el plano cualitativo Sara Di Mattia propone 4 categorías de influenciadores:
1) Creadores: generadores de contenido de calidad como los artistas que publican sus trabajos en Instagram.
2) Talentosos: poseedores de habilidades particulares, como deportistas.
3) Testimoniales : capaces de ser creíbles relatores de hechos.
4) Mediadores : cuando los contenidos de los influencers vuelven reales a sus productos.
Es una clasificación como cualquier otra, tan laxa que un influencer puede participar a una o las cuatro categorías, pero creo que es interesante porque permite establecer diferentes niveles de entrada al asunto este de la reputación, que de eso se trata.
En el próximo posteo voy a describir cómo estoy entendiendo el asunto de los influencers en Argentina.
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