Pienso en por qué están estas paredes acá, alrededor del duchador. Y me respondo muchas cosas, pero la más importante es que los albañiles las hicieron.
Pienso por qué estuve leyendo ese libro de viajes de ese inglés de ese siglo XIX. Y me respondo que lo estuve leyendo porque en la imprenta crearon ese libro.
Pienso por qué no tenemos un tren digno entre las tres ciudades más importantes del país y me respondo que alguien no estaba ahí para hacerlo andar.
Pienso en el hombre que visité hoy: se le trabó la silla de ruedas y cayó partiéndose la frente, sin llegar a poner las manos para defenderse. Y me respondo que la silla contenía ese accidente.
Pienso en el mercader que cruzó en 1237 por el puente de San Gotardo, uniendo en su trayecto el río Rin (y así el mar del Norte) con el río Po, creando un acceso desde Alemania al Mediterráneo. Y me respondo que el paso fue hecho por los que cortaron y pusieron ahí las piedras.
Pienso en el mono y su navaja.
Pienso en los políticos electos y sus sistemas de control. Pienso en los sindicalistas y los servicios de sus sindicatos. En la propiedad y el inquilino. En la contingencia de la Argentina.
Pienso en eso, mientras todavía sale agua caliente del termotanque.