La policía investiga los cluster manteriles de Once. El barrio donde en la época de la colonia estacionaban las carretas que venían de Mendoza con vino, donde fueron las gloriosas refriegas durante las invasiones inglesas, o la famosa tragedia de trenes.
Los ayudantes de los expertos detectan dos grandes grumos, controlados uno por argentinos y otro por peruanos. Analizan que cada agrupamiento tiene nodos con posiciones definidas y un ranking de importancia y lazos específicos: desde el que está en la vereda con una tabla al que cuida el depósito en un departamento a dos cuadras.
El grumo argentino coopta a los casi 10 mil africanos ambulantes, a muchos de los cuales manda a dormir todas las noches a Morón, en el último tren de Once. Algo se tuerce y hay que matar a Massar Ba, el abogado que los representa. Listo, camino liberado.
Sigue la investigación por los proveedores externos de artículos para venta callejera y quienes los destilan desde la Aduana. La investigación sigue por los sistemas de reclutamiento de peruanos “derechos” e “izquierdos” (los que vienen a vender o a delinquir) y poco a poco queda claro que existen lazos con otras fuerzas de seguridad, judiciales, de migraciones y con hubs de la municipalidad.
Una vez terminada la investigación, que se repetirá año tras años, la policía tiene el mapa claro del delito en toda su extensión, mas allá del barrio que se yergue alrededor del cadáver de Bernardino Rivadavia: ahora sabe quien se le escapó de su sistema de recaudación, lo que le permite mejorar sus ingresos y derivar hacia arriba y a los costados lo que corresponde, como dios manda.
Pero todo tiene su hora: la fusión de las policías y las experiencias antimanteriles previas desaguan en Once, tarde o temprano. Se sabía. La televisión tiene que hacer ahora su negocio y se arroja sobre los huesos descarnados de la Avenida Pueyrredon, mientras se venden las últimas ojotas chinas a los que parten para la costa.
Ojo, este es el argumento para una novela de Suar, no tiene ninguna relación con la realidad ni con lo que me contó una fuente que no voy a revelar.