Terminó en Mundial de fútbol y se generó un tremendo tole tole en el obelisco. Dicen que las drogas que había a disposición de todos y todas no se conseguían en tal calidad y precios ni en Vancouver ni en Flandes ni en Andalucía.
Luego, en medio de la descomposición cultural que habita la Argentina, como dice Tomas Abraham, los jugadores del equipo seleccionado, temiendo por su vidas, se negaron a ir a festejar al obelisco, donde más.
Sermoneados por la maestra ciruela en plena televisión en vivo, sin entender un pomo sus arengas plásticas, nuestros guerreros futbolísticos murmuraron frases lo más hechas posibles, mientras recordaban los horarios para escapar a Europa. Aman la Argentina sin dudas: sus campos, su clima y sus montañas, pero tienen compromisos en el exterior.
Lo que voy a escribir abajo se que no es de las cosas que valga la pena recordar, pero cuando el diputado nacional Juan Cabandié se definió hace un tiempo como “peronista, maradoniano, populista y negrero” haya dado de las mejores explicaciones para entender el asunto, quizás a su pesar.
Posiblemente lo suyo haya sido otro tweet apresurado y fruto del cálculo bayesiano de como ser mas k q la letra K, nadie está libre de actuar a las apuradas pero acaso su balance apuntara a conseguir porciones mas abundantes de recursos públicos para poner a su propia disposición. Pero tampoco eso importa a estas alturas.
Lo que me si me da vueltas por la cabeza es a los interlocutores a los que estuvo dirigido ese tweet. Porque siguiendo la clásica evaluación de 360 grados me apresuro a decir que su apurado tweet estuvo dirigido a sus jefezuelos de arriba y pares laterales, pero creo que los destinatarios centrales fueron los millennians locales, es decir la mayoría de los que Cabandié tiene abajo.
Los millennials son las personas nacidas entre 1980 y 1995, hijos de los Baby Boomers. Recientes reportes empiezan hacer visibles sus modos de pensar y comportarse, ademas de los modos en que los encorseta esta sociedad.
Para empezar la generación del milenio quiere la chancha y los veinte: horarios flexibles de trabajo pero consejos de gerentes que llegan a horario, odian a los políticos pero confían en el Congreso, prefieren la paternidad por sobre la familia, no asumen compromisos pero desconfían de los solteros, aprueban la AUH pero dicen que son todos unos vagos. Habría que confirmarlo empíricamente, por supuesto.
Pero lo que no cabe duda es que este un muy mal momento para ser milenario y buscar trabajo: el capitalismo difícilmente pueda seguir creciendo al 3 % anual en el mundo, por lo que toda la barranca abajo que queda por delante hasta la explosión final tendrán que soportarla como puedan. Es sabido que el hilo se corta para los mas débiles.
Los periodistas les han puesto el mote de generación “Boomerang” porque no tienen más remedio que vivir con sus padres. Hace decenas de años no hay prestamos hipotecarios coherentes para la casita propia en cuotas trimestrales, pero las maestras les agitan el mito de la familia Ingalls. Si bien le reclaman a la economía la respuesta a todos los problemas tienen graves dificultades para reconocer los viejos paradigmas socialistas o liberales: mas bien se trata de un serie de imágenes distorsionadas unas detrás de otras en los programas políticos faranduleros, como las que se ven del otro lado del control remoto.
Pueden apoyar las políticas de un gobierno que se dice de izquierda pero aplica recetas de derecha, así como pueden ir a colaborar con una campaña de defensa de la industria nacional con esas zapatillas Nike que tanto quisieron y ahora pueden llevar puestas.
El gobierno los invita a ahorrar consumiendo, pero cuidado: una de cada 3 viviendas será asaltada durante el año y una de cada cuatro con violencia.
Son nacionalistas, pero quieren ir a recolectar kiwis a Nueva Zelandia, para ellos la AFIP le cobra impuestos altísimos a su padre, pero el gobierno debe garantizar transporte, alimentos, educación, justicia, salud, comunicación y entretenimiento. Su voz se habilita solo dentro de las juventudes camporistas y su pago no es otro que un plan de 60 dolares mensuales.
Podría haber arrancado estas reflexiones diciendo que me llama la atención la ruptura de esta generación con los beneficios que las generaciones anteriores le reconocían al sentido y a la coherencia, pero ahora empiezo a pensar que no están tan equivocados, que después de todo si hay que decirse maradoniano, peronista, bárbaro y vendedor de negros para conseguir beneficios: ¿Porqué no hacerlo?
Viendo los usos que a las apuradas hace Cabandié de unos paquetes discursivos que le son ajenos generacionalmente, (porque él tampoco pertenece a los milenarios), viendo su victimización a que llegó involuntariamente, su militancia milica y sus correctivos telefónicos, digo, viendo eso y tantas otras cosas más se entiende aun mejor a los milenarios. Se comprende que no busquen encontrarle el sentido ni la coherencia a un mundo que los usa y los abandona.
Repito, lo escribo solo a modo de matriz, de modelo de análisis, el diputado Cabandié me importa un bledo.