En 1996, cuando empecé a postear regularmente en la internet nocturna, pocos escribían y eran aun menos los que leían eso que después iba a llamarse “blog”.
Para mantener un sitio actualizado diariamente había que recurrir a los amigos, convencerlos por teléfono de que enviaran sus textos y luego esperar que lo hicieran trabajosamente, después de cortar la llamada, con modems de 14k baudios.
Ahora la situación es bien diferente, porque casi nadie lee y aun son menos los que escriben.
Escribir mas de 20 palabras es un síntoma extraño, un doblez de personalidad, un creerse una maestra ciruela, especialmente si nadie te va a pagar por eso.
Estamos en la “era del contacto” y de las “redes sociales”: se nos convoca a la pileta de facebook, a mostrar nuestros cuerpos virtuales dorados al solcito de la noche.
Sea como sea acá estamos ahora, de nuevo y de antes, pantalla y nuevo blog de por medio, saliendo a la calle a ver que pasa.
En la esquina, por lo pronto, parecen quedar algunos.