La soja es prácticamente el único cultivo rentable en Argentina, que es el tercer productor mundial después de los USA y Brasil.
Las exportaciones de soja son la mayor fuente de ingresos del país de dólares, debido principalmente a la demanda China para alimentar cerdos.
El 100% de la soja utilizada en Argentina es la modificada genéticamente, lo que permite que sea resistente algunos agrotóxicos, que sí afectan a otros vegetales (excepto el amaranto y algunos otros).
Se trata, como muchas veces en la breve historia del país, de una solución a corto plazo con efectos dañinos para el largo: tanto por el monocultivo en sí mismo que crea concentración económica, como por la falta de rotación de otras especies a cosechar y especialmente al irresponsable ab/uso de los agroquímicos.
Secundariamente la extensión de las plantaciones de soja significan destrucción de humedales y bosques nativos y la expulsión de poblaciones que viven de la recolección o changas más o menos ancestrales, además de la propagación de especies resistentes a los agroquímicos utilizados para su control.
Muchas veces los grupos humanos desplazados van a parar a los suburbios de las grandes ciudades, donde pierden poco a poco su cultura o a zonas no cultivables, cerca de riachos, bajas y muy húmedas, donde terminan enfermándose de parásitos y otros enfermedades propias de esos lugares.
Luego de los impuestos, la soja representa la más importante fuente de financiación del Estado argentino. No todos los países han permitido semejante propagación: el proceso de autorización de organismos modificados genéticamente (OMGs) en la Unión Europea es mucho más lento lo que hasta ahora ha demorado su desarrollo en esos países.
El frente de avance de la soja no se detiene, por el contrario ahora avanza hacia zonas más frías y desérticas: recientemente la empresa Bioceres SA inventó de una soja resistente a la sequía (HB4) y con eso ha entrado en la Bolsa de Valores de Nueva York.
Bioceres, una empresa de tecnología agrícola con sede en Rosario, se propone vender en USA 80 millones de dólares de acciones.
La idea de Bioceres es que estas semillas se empiecen a sembrar en octubre del próximo año, después de seis años de pruebas: la semilla resistió la sequía y mejoró el rendimiento hasta en un 14 %pero las pruebas no incluyeron trabajos relacionados con el impacto social, entre otros.
Por el contrario lo que se debe hacer el lo contrario: poner un coto a la producción de soja y fomentar la creación de volúmenes exportables de otros cultivos que pueden ser cosechados regionalmente.
Asimismo se debería aumentar la superficie de tierra libre y resilvestrizarla, teniendo como un horizonte la eliminación de los cultivos extensivos a mediano plazo y su reemplazo por producciones orgánicas, saludables y mas intensivas, capaces de absorber mano de obra.
Argentina necesita más personas produciendo, mucha más variedad de cultivos y eso implica menores superficies por unidad productiva. Nada de esto parece estar en la mente de los candidatos a las próximas elecciones presidenciales.