Cartago y Roma vivieron en un equilibrio inestable hasta que los romanos pulverizaron a sus oponentes en la tercera guerra púnica.
La historia, vista con distancia, es maravillosa: algunos siglos después una invasión iniciada en Cartago sellaría el fin del Imperio Romano.
La historia es genial también porque funciona con estructuras que evolucionan lentamente y se encarnan con distintos personajes, naciones, sistemas vivenciales, poniendo sobre un mismo gráfico configuraciones relacionales con condiciones de producción y destrucción epocales.
Si unimos las líneas invisibles que conexionan lo que estamos viviendo estos dias lo que creo es que nos enderezamos hacia una nueva guerra púnica entre USA y China.
Cartago proveía aceite de olivo y cereales a Roma, China artículos manufacturados a precios de salario vil a USA; los actores no saben que lentamente la historia se repetirá.
De ser así China no va a terminar bien. Cartago coqueteaba con Sicilia. China ha construido islas en los arrecifes del Mar de China Meridional y ha insistido que lo hace en el marco de la ley pero los americanos han iniciado los preparativos de la invasión: la elección del Trump es un síntoma más.
“China es nuestro enemigo, ellos nos quieren destruir”, escribió Trump, en Twitter hace 5 años y agregó: “en el ámbito comercial, los chinos son unos tramposos”.
Los latiguillos de Trump son los siguientes:
1. China le ha quitado puestos de trabajo a los americanos
2. China ha estado “violando” a USA con sus exportaciones-dumping.
3. “China es un manipulador de divisas, el más grande en el mundo”.
4. La balanza comercial entre ambos países desfavorece a USA.
5. Peter Navarro, el feroz crítico de China al que Donald Trump puso al frente de la política comercial de Estados Unidos dijo recientemente: “Ayuda a proteger a tu familia. No compres productos hechos en China”,
En realidad la crisis económica mundial que estalló en 2008 dejó a millones sin trabajo, sin casa y sin futuro: el presidente Obama inició una lenta recuperación, pero con los medios y las cámaras en contra apenas pudo aplicar el modelo republicano mas benigno.
Las salidas que nos trae Trump apuntan a lo mas primitivo: la religión como fuente de poder in-argumentable respecto a la vida antes y después de la muerte: una de las primeras cosas que hizo fue reinstaurar #GlobalGag, una norma que prohibe a ONGs que reciben fondos extranjeros o federales tocar el tema del aborto.
Al mismo tiempo que apuesta a la politica de lo invisible y lo indiscutible su dirección general deja ver lo que piensa de la naturaleza: es un objeto al que él, como sujeto, le va a hacer que quiera.
Un ejemplo es el oleoducto Keystone XL que, con una extensión de 1.900 kilómetros y una capacidad para transportar unos 830.000 barriles diarios de petróleo crudo sintético atravesará buena parte del país con un costo ecológico enorme.
El cierre de comercio exterior, el bloqueo de la asistencia a refugiados vulnerables, su religiosidad a lo Jimmy Swaggart, su patriotismo vivido como construcción de muros o su apelación a la posverdad en cada discusión no es donde termina el modo Trump: como Augusto nos propone que lo que se controlará será el placer, porque sabemos que el placer crea poder.
La vieja mirada conservadora se ha movido rápido y tiene otra vez el control total. Como Caton el Viejo, Trump dice que “Ceterum censeo China esse delendam” (“Por lo demás, opino que China debe ser destruida”).
Los coletazos llegarán pronto a estas lejanas tierras argentinas.