Posiblemente la cultura humana haya comenzado con la creación de entornos objetales: collares de caracoles, estatuillas, utensillos.
Quien los controlaba adquiría poder en su grupo. Quizás la imagen de la Venus de Willendorf haya sido mas que un mero objeto decorativo.
Hoy nos envuelve otra capa: el entorno electrónico, es decir el molde invisible en el que nos recreamos como sociedades a distancia, que se plasma en una extensísima red de medios y mediaciones.
Estas redes se caracterizan por su informacionalización (Lash), es decir, por ofrecerse como matrices de paso de fluidos de datos momentáneamente significativos o mejor dicho “puntos de fuga” de novedades, de enlaces, de encuentros, de inspiraciones, de memorias, en fin, de lo que nos va sucediendo como sociedad, aunque en su permanente aceleración no logran convertirse en discursos, en análisis de peso, en juicios meditados.
Desde ya no sucede así en todos lados, ni todas las regiones del mundo presentan redificaciones equivalentes. Por ejemplo en China, respecto de Occidente, se han desplegado relativamente más los celulares que las computadoras de mesa, en Chile los fotologs respecto a España, en USA las salas de chat etc, etc.
Es decir que distintas culturas van eligiendo qué darse a si mismas, pero más allá de estos matices y como mencionamos el otro martes, estos contextos electrónicos son escenarios de verdaderas guerras corporativas (y no tanto), en el plano de los contenidos (por ejemplo ver lo que le sucede a Horacio Potel con sus sitios de filosofía), del código (ej Linux vs Windows) o del hardware (Iphone vs Openmoko). (Lessig)
Dicho esto avancemos sobre Facebook, una plataforma que parece diseñada por y para los dispositivos portátiles y qué mejor los celulares, escialmente los smarthphones para expresar la última “inspiración”, para producir confianza, para destilar capacidad de persuasión.
Ahí pusimos a Facebook en nuestras conversaciones previas, como un posible sistema operativo emocio-social.
Hoy quisiera cerrar estas postas poniendo algunas balizas con lo que fuimos hablando y abriendo un principio de preguntas, que es lo que más sinceramente puedo hacer respecto a Facebook.
Allá vamos. Siempre me gustaron las cosas que encontraba por ahí de Herbert Simon, uno de los fundadores de la Inteligencia Artificial, porque sacaba reflexiones inesperadas de las situaciones mas cotidianas.
En un libro titulado “Las Ciencias de lo Artificial” (1969) propone un ejemplo que nos va a servir para empezar: supongamos que nos proponemos registrar el recorrido de una hormiga por la arena de una playa. Vamos dibujando en un papel cada pequeño trayecto. Las curvas, las subidas y bajadas, los rulos alrededor de una piedrita y los valles que la van llevando hacia su hormiguero puestos sobre el papel nos pueden hacer pensar o que la hormiga es sin dudas muy inteligente o que, más razonablemente, el entorno donde camina es complejo.
Y esta es una primera banderita a clavar en Flandes: si nos pensamos como hormigas, no deberíamos subestimar el papel de las redes sociales como contextos influenciadores/limitantes de los comportamientos que nos interesan a nosotros estudiar, como comunicólogos que somos o queremos ser.
¿Cuanto influye esto en las creencias y comportamiento de cada uno de nosotros?
Volviendo a Facebook lo podríamos redefinir así: se trata de una plataforma basada en redes sociales, una isla, en el archipiélago de la Web 2.0, habitada por una mezcla de millones de usuarios, construida con millones de dólares de inversión, apoyada en cientos de servidores distribuidos por todo el planeta y soportada por decenas de decenas de programadores y millones de lineas de programación. Todo para que funcione como vemos al encender nuestra computadora.
Y así es, desde hace 5 años este sitio no duerme, al son del tipeo constante de la bandada de usuarios facebookeros.
Si miramos con más detalle la enorme cantidad de bits que se consume Facebook para conectar viejos amigos que hace décadas que no se hablan, publicitar productos, espiar, difundir, vender, distraer, comprar, seducir, discriminar, ganar y perder tiempo de atención nos debería intrigar algo tan simple como: ¡De que modo lo logra!
Porque si bien es un sitio basado en contenidos casi nada es generado ni eliminado por contenidistas propios: se necesitarían miles de periodistas, data entries y editores de todo tipo trabajando en 3 turnos las 24 horas para redactar apenas una mínima parte de lo que nosotros visualizamos al conectarnos a Facebook, que como Uds saben bien cambia constantemente.
No solo eso: en los blogs que se dedican a sitios de redes empiezan a anotarse cosas como que “las redes sociales móviles empiezan a generar negocio”, “las redes sociales tienen serios problemas de seguridad”, “un software permite crear redes wireless que se autogestionan”, “Sólo el 20% de las empresas recurren a redes sociales para buscar empleados”, “La selección natural determina la evolución de las redes sociales”, “facilitar el acceso a redes sociales en el trabajo aumenta la productividad”, “Internet organiza sus redes siguiendo el mecanismo de conexión preferencial”, “Las comunidades virtuales móviles triplicarán el número de sus usuarios en 2011”, “Las redes sociales, fundamentales para el triunfo de Obama” etc. etc.
Todo muy bonito, pero ¿Que sucedería si esta estructura dejara de funcionar? O mejor dicho ¿Puede dejar de funcionar? Mas allá de que algunos programadores quizás cuenten con alguna “llave maestra”, realmente ¿Quien es el responsable, quien es el que coordina todo esto para que continuamente fluya sin estancarse?
La verdad es que, de acuerdo a lo que estuvimos viendo sobre redes sociales, nadie está en un centro predeterminado, porque los centros se van formando “solos”, es decir en la misma evolución de los eventos que los convocan, porque como propusimos metaforizar en el primer encuentro Facebook es una ciudad.
Facebook pensado como ciudad: las callejuelas de su base de datos nos dejará encontrar un conocido en nuestro vecindario, las noticias reverberan como en un café, podemos conocer gente nueva como en cualquier fiesta o integrarnos a los grupos mas insólitos. (Si me permiten pasar un chivo los invito a sumarse al grupo de los que voluntariamente no cantamos el Himno a Domingo Faustino Sarmiento).
Si podemos pensarlo como ciudad, cabe la pregunta: ¿En que medida Facebook es robusto, es decir, es capaz de soportar remociones de enlaces críticos sin verse afectado sensiblemente? Recuerdan el ejemplo de los radares de Ezeiza que dejaron de funcionar afectando al nodo Hub del aerotransporte?
Por lo que parece Facebook consigue gestionar todos sus documentos, cada segundo crecientes, mediante un conexionado autogenerado, donde la des-suscripción de un nodo es cada vez menos significativo para el normal flujo de información. Es decir que es muy difícil que el “borrado” un usuario afecte al sitio. ¿Es Facebook cada vez mas fuerte y sus usuarios cada vez mas insignificantes?
Lecciones provisorias
Podríamos subrayar entonces algunos puntos de análisis fuertes, desde el punto de vista redológico, respecto a Facebbook.
En primer lugar digamos que la distancia social entre unos y otros es engañosa. pero eso no nos hace menos ajenos unos a otros. Con pocos enlaces de intermediación podemos llegar con nuestra idea a usuarios que ninguno de nuestros grupos habituales conozcan.
Esto significa también que somos mucho mas dependientes de los otros, que aunque nos cusata aceptarlo somos mucho mas periféricos que centrales y que de alguna manera, como dice Duncan Watts “tenemos que cargar con los demás”.
La otra idea importante es que las causas y los efectos están hibridados, porque lo que pudiera desencadenar un evento en Facebook podría no ser luego su causa, sino un efecto y viceversa. Por ejemplo podríamos hacernos amigo de un desconocido, relación que genere en su propia dinámica un evento distribuidor que termine cambiándonos la vida: aquel primer enlace, que podría haber quedado en la nada salvo por el azar ¿Es causa o efecto?
La tercera cuestión es que somos mas vulnerables y más robustos, y cada actor es a la vez más encontrable y menos valioso. Existen excepciones como Susan Boyle o Harry Potter, pero ellos son de los pocos que por medio de lazos largos han podido reclutar grumos o clusters topológicamente alejados.
En este sentido podemos decir que los “expertos” en campos concretos que son capaces de iniciar tendencias o conseguir el éxito tienen mucho menos para decirnos de lo que creíamos: “Es extremamente difícil predecir si un libro o un disco tendrán éxito” dice Duncan Watts.
Redes y organizaciones
Pero las redes no son todo. Los físicos han adoptado recientemente la “metáfora de las branas” para describir un mundo de 11 dimensiones como en el que muchos de ellos trabajan y quizás podamos hacer una pequeña exportación para ejemplificar cuales son los limitantes de los procesos de redificación.
Según la “teoría M” y esta idea de las branas, el universo está formado por especies de enormísimas cortinas (mas grandes que un universo inclusive) que al moverse con el viento se rozan entre sí. En esas zonas de colisión se forman los big bagns.
Es solo una metáfora, pero algo parecido ocurre con las redes sociales, capaces de permitir el anidamiento de organizaciones en algunos de sus aguieros, pliegues o sombras.
Porque una vez que las redes “percolan” y comienza a reclutar nodos exponencialmente comienzan también las resistencias, que se articularon como un conjunto de marcas, límites, topes de los mas diversos materiales: judiciales (P2P), políticos, internos, económicos e inclusive la autolimitación.
Otras veces las redes forman pliegues y ahí se atornillan organizaciones que secan la red a su alrededor, o algunas regiones de la red se burocratizan o simplemente pierden vitalidad: es ahí cuando son subsumidas en “organizaciones”, y cuando se atraviesa el puente desde la abundancia a la carencia.
Es como cuando el mumi empieza a cosechar los frutos de su nueva jefatura, o cuando los diarios digitales empiezan a ponerle claves a sus lectores habituales, que para continuar su habito deben introducir los números de sus tarjetas de crédito.
Las organizaciones no son redes y las redes no son organizaciones. ¿Es Facebook una red o todo lo contrario? Esta importante diferencia es frecuentemente malentendida o ignorada. Las redes son buenas para discernir e introducir cosas o ideas completamente nuevas. Las organizaciones representan la aceptación social de la iniciativa de la red. Una vez que la red construye la comprensión de lo nuevo, la organización trabaja para proyectar esta comprensión hacia un acuerdo político discernible en público. Las organizaciones hacen valer la cosa o idea nueva de maneras convencionales más obvias que las de las redes. Consiguen que se pase una ley en su favor o publican una revista sobre ella.
Las redes tienden a ser descentralizadas en perspectiva; las organizaciones tienden a ser centralistas en su punto de vista, o sea, se enfocan en las funciones de las organizaciones centralizadas. Las redes aparecen en el punto donde ocurren por primera vez los problemas o las posibilidades, o sea, a nivel local o regional. Sólo más tarde se advierte que es un problema o una posibilidad nacional que requiere acción a escala nacional. Debido a las comprensibles diferencias entre estas dos perspectivas, los redificadores tienden a ser más secretos y radicales, mientras las organizaciones tienden a ser más públicas y reformistas.(Byron Kennard)
Dicho esto, planteado este nivel de incertidumbre quisiera mencionar dos cuestiones que quedan por revisar hacia adelante.
Hacia una estética redológica
Revolviendo en Facebook se empiezan a encontrar propuestas que hacen eje en la cuestión de la estética, entendida como artística. Por ejemplo pueden seguir al proyecto Szama o las propuestas de Fabhio di Camozzi
La novedad de la Web2.0 (O’Reilly, 2004), construida sobre una arquitectura de la participación, no es algo nuevo para las prácticas artísticas y casi todo había sido pre-visto por las teorías sobre la cultura de masa de Marshall McLuhan.
Sin embargo en el núcleo de las relaciones entre arte y Web2.0 aparece un nuevo tipo de participación y protagonismo entre artistas, usuarios, centros de arte, comisarios y compradores.
Para Peter Weibel, la principal diferencia entre una instalación interactiva y una obra participativa en la Web2.0 es que en este caso el visitante contribuye al mismo nivel visual que el artista.
No sólo se trata de un recorrido premeditado dentro de una instalación interactiva, propio del arte relacional (Nicolas Bourriaud), sino que ahora puede aportar su propia arquitectura: es el caso de “There Is a Light That Never Goes Out” de Jacopo Miliani.
Está por verse todavía como el arte se apropiará de Facebook, pero Peter Weibel sitúa la herramienta en el mismo nivel que la obra misma en un plano bien espinoso: el del feudalismo electrónico.
No vamos a extendernos en este tópico, se los dejo para los que se interesen, pero en esta nueva instancia de la Web2.0 emergen una serie de problemas no menores: (copyright, el mercado del arte, el nuevo estatus de la imagen y de las artes visuales, el reparto de beneficios derivados por el compartir las obras, la network de las cosas o Web 0.0).
Es que los artistas suelen adelantarse y, dado que en Facebook la infraestructura física no está nunca realmente en las manos de los usuarios ni de los productores de contenido, se seguirán dando fuertes debates en los próximos meses alrededor de este tema.
Estas cuestiones han sido tomadas por varios autores y activistas de la Web, como David Ugarte con su propuesta de Web 2.1: desde su perspectiva poco podemos esperar de estos sitios basados en redes sociales diseñadas como árboles donde la empresa se ofrece como “tronco del arbol”.
Mejor, dice, sería imaginarnos como una enredadera.
Como ven mucha tela hay todavía por cortar. Porque como nos enseña la belleza de la Venus de Willendorf todo lo que asociamos a nuestras vidas pasa a ser parte de la arquitectura que diseña nuestro “caminito de hormiga”.
Gracias por las atención prestada!
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