Hace ya casi dos décadas, como alumno de un curso de posgrado en FLACSO, tuve la oportunidad de preguntarle al sociólogo Heriberto Muraro acerca del punto de inflexión, es decir esa zona de las circunstancias cambian de estado.
“Ese el santo grial!!” me respondió.
Heriberto era en aquel momento la persona mas adecuada para responder sobre el asunto y para mi decepción descubrí que aquella generación de cientistas no podía explicar porqué habían sucedido de golpe cosas como el 17 de Octubre, o la moda de lo seamonkies, o las corridas bancarias, o la fiebre por los tulipanes: es decir cambios cualitativos súbitos de un estado de cosas sociales.
El tema es importante si uno quiere entender como vender un producto desconocido, o posicionar un candidato ignoto, o lograr la segunda edición de un libro pero también si se quiere conseguir un ascenso en el trabajo, visibilidad en una situación determinada o simplemente ser escuchado por interlocutores valiosos.
Es que para sustancias materiales como el agua es relativamente fácil saber que se ha llegado al cambio, es decir a los 100 grados, porque se produjo la evaporación, pero para los fenómenos embebidos en lo social es diferente, al punto que los cientistas sociales prefieren todavía creer en el axioma según el cual nunca podrá saberse cual es el punto en el que la sociedad va a cambiar.
Si embargo el Pentágono parece no estar muy de acuerdo con este principio indiscutible: según The Guardian desde el 2008 (y gracias a las acciones de Robert Gates que consiguió los 50 millones de dolares iniciales) trabajan en el diseño de modelos de simulación y herramientas de intervención social sobre aéreas geográficas de importancia estratégica para USA. Lo que la inteligencia americana prevee y desea evitar es un descontento civil mundial.
Se trataría de una protesta insignificante propagada en una primera fase suavemente entre grupos entusiastas mas o menos locales pero que llegada a un punto de inflexión se volvería global, ingobernable y porqué no “terrorista”, una palabra que se puso de moda desde el 2001.
Para intentar remediar esta eventualidad los americanos han creado el Programa Minerva, en memoria de la diosa griega de la sabiduría, las artes y las técnicas de la guerra, un dispositivo de regulación social dedicado a encontrar puntos de inflexión en el futuro y evitarlos.
Sea como fuere el Proyecto Minerva muestra que sociólogos y militares pueden trabajar juntos: se le pagó a investigadores de la Universidad Cornell, una de las 15 de las mejores universidades del mundo, para que les dijeran cuando los movimientos sociales alcancen una “masa crítica” de personas en el que se convierten en una amenaza para el orden democrático impuesto, o establecido.
Lo interesante es que en estos “estudios sobre terrorismo” los vecinos que participan de movimientos sociales son susceptibles de ser “contagiados” por creencias de cambio del mismo modo que podrían adquirir una gripe, pero también podrán ser “vacunados” a tiempo por dispositivos milico-culturales, si se me permite el neologismo.
Los wikileaks ya nos dejaron en claro que los sistemas de vigilancia y control social consumen recursos inmensos para mantener una gran escenografía o relato global, pinchando las comunicaciones por Internet de prácticamente toda la población del planeta, pero la novedad ahora es que la búsqueda de optimización de estas herramientas comienzan a basarse en la creación de sofisticados patrones informacionales, que puedan identificar y erradicar como sea cualquier posible “enfermedad” o desvío respecto a como se ha decidido que deben funcionar las cosas, antes de que se llegue al punto de inflexión.
Es decir, parecen necesitarse una cantidad mínima de infectados por un comportamiento/creencia anormal y un mecanismo de propagación específico para que el punto de inflexión estuviera cerca. Por otro lado, y con otro financiamiento extra, la Universidad de Washington está estudiando “los movimientos a gran escala que involucran a más de 1.000 participantes” en 58 países, para ver cuales son las condiciones que mantienen los movimientos sociales potencialmente terroristas en marcha.
Los primeros estudios de la inteligencia estadounidense basados en BigData se enfocaron en estudiar la dinámica de la “revolución” egipcia 2011, las elecciones rusas 2011, la crisis del subsidio a los combustibles de Nigeria 2012 y las protestas del parque Gazi en Turquía” el año pasado, todo con el objetivo de prevenir que los “contagios” se propaguen mas allá de lo tolerable.
Para James Petras, profesor de Sociología en la Universidad de Binghamton en Nueva York los científicos sociales financiados por Minerva, vinculados a las operaciones de contrainsurgencia del Pentágono, están implicados en el “estudio de las emociones para avivar o sofocar movimientos de motivaciones ideológicas”, dijo, incluida la forma “para contrarrestar a los movimientos de base”.
Yo creo que el punto de inflexión puede rastrearse utilizando el análisis de redes sociales y debe buscarse específicamente en la topología de la red investigada: va surgir de cuando exista una relación apropiada entre los vínculos fuertes y los débiles, es decir en la que existe una rápida velocidad de propagación con una máxima agrumación (pertenencia a clusters) de los diferentes actores implicados. Pero bueno, eso es para otro post.