Hay unos barrios privados en la zona de Zárate, con pequeñas estanzuelas sobre el Paraná, todo parquizado y hasta te dejan tener jaulas con canarios y esas cosas.
Hay también otros barrios privados más pequeños, pero con viviendas más densas en chirimbolos traídos de Europa, barrios con falsas callecitas de nombres pintorescos, pero no californianos.
Entre el cuarto anillo de las grandes ciudades, y aún más allá, estas con hermosas casitas son las delicias de antropólogos, que las miran desde afuera sin dejar de asombrarse.
Sobre estos territorios para las elites flotan también ondas electromagnéticas, densas ondas que se elevan en el aire y llevan datos web y televisivos que los consumidores convierten en fantasías mas o menos fugaces y verosímiles.
Es una nube de datos que oscurece todo el país, datos siempre obsoletos e inútiles, que forman rulos de noticias tan falsas o tan veraces como quieran los consumidores, una nube que se extiende negra sobre todos los territorios con lágrimas de amores incumplidos.
Es una nube que nunca termina de largar su granizo pero que a la vez nunca deja de que pase el Sol limpio, seco y fuerte, de modo que crezcan brotes verdes.
A veces se puede empezar a ver cómo esa nube hace truenos, pero nunca una tormenta fuerte. Algunos empiezan a sospechar que se trata de una nube de algodón, una nube escenario, una mísera representación mal ensayada, una mini serie en capítulos por temporadas.
Los conversores de nube nos dejan ver la misma historia: al grupo de adolescentes en moto con las gorritas hacia atrás o a los diputados que recién se insultaban en vivo y en directo, pero que ahora en otra onda van abrazándose rumbo a la cantina más próxima.
Escuchamos, los que tenemos algunos accesos a algunas conversaciones, que aquél se encontró a tomar un cafecito con aquel otro para acordar porcentajes de repartijas. Escucho que hablan de la basura, de los terrenos a rematar y de las concesiones: cosas así, pero ya viene el mozo a atenderme y tengo que reclinarme hacia adelante.
El negro en el blanco
Hace unos años me llegó lo que podría llamarse un suelto de Jorge Alemán. No tiene desperdicio, hay que admitirlo, más allá del hecho de que el yerno de Lacan lo sacó a escobazos del lacanismo francés, cuando advirtió sobre Lepenismos varios. En sus frases organiza la nube, es un buen intento. Allá sus buenos, acá sus malos. Y los buenos no necesitan Ley, porque es un pais de buena gente.
Es un tema complicado lo que dice este Alemán populista, porque los lacanianos se organizan narrativamente en un eje Ley-Deseo y realmente para este Alemán la líder es la ley misma, que goza.
Es complicado si, pero un tal Melconian produce otra idea con retazos de nube: un republicanismo de elite, una Ley para pocos, una Ley que excluye: así, por ejemplo, las tarifas de los servicios públicos deben ser dolarizadas y actualizadas internacionalmente, pero no así el valor del trabajo con las que se las paga.
Qué hacer?
Sigue la nube pasando, retrocede parece, luego es como si se moviera de nuevo hacia acá. Pienso. Se podría pensar en un sistema como el “alemán”, formado por 5 o 6 partidos que hagan acuerdos públicos en el congreso, con un presidente que sea mandatario, es decir mandado por todos nosotros y por supuesto todo esto basado en un sistema productivo prioritariamente pyme, eficiente, exportador en los nichos, con sindicatos fuertes, no burocráticos, capaces de subirse o bajarse los sueldos en reuniones de directorio, con sistemas de salud, educación y vivienda apuntando a la solución de esos temas.
Alemania no lo logró, pero con esos horizontes avanzó mucho. La red pyme está fuerte, la avanzada en energías renovables es de punta, se innova acá y allá, en un país casi del tamaño de Uruguay. No mucho más se me ocurre que se pueda pedirle a dos generaciones en Argentina.
Ahora, con esta nube que tenemos arriba hace años, con esta tontería de populismo vs elites, perdemos el 98 % de los argentinos, porque sobretodo el #macristinismo es un sistema de irreflexión basado en la negación de la evidencia, sea la que fuere.
Lo decía un diputado M por la radio: “si la pandemia nos hubiera agarrado a nosotros diríamos lo mismo que dicen los K como oficialistas y ellos dirían lo mismo que decimos nosotros ahora desde la oposición”.
Es decir, la nube es una especie de tablero donde están puestas las fichas desde el principio del juego de un modo tramposo y por eso es CONSERVADOR, porque tiende a conservar posiciones previas.
Desde esta perspectiva culpar a los “medios hegemónicos” es una narración completamente insuficiente, un modelo cognitivo que la sociedad ha seleccionado para transitar sus conflictos actuales, y lo mal que ha hecho!
Poco a poco los SAM (Solo Apariencia Macristinista) empiezan a lanzarse del fatídico barco. No sólo están hartos de esta nube, se dan cuenta que sus beneficios, como los pasajeros tardíos de un plan Ponzi, no llegarán nunca. cuantos más SAM se bajen más interesante será bajarse para los otros.
Por ahora sigue pasando la nube y hay allá unos barrios muy pintorescos.
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