Posiblemente Juan Manuel de Rosas aún estaba escondido en la casa del embajador ingles, preparándose para viajar a Inglaterra, cuando Sarmiento tuvo su reunión con Justo Jose de Urquiza.
Rosas, herido en la mano, había escrito a la Legislatura renunciando al cargo de gobernador más o menos en el mismo momento en que comenzaban los grandes saqueos de almacenes, tiendas, casas, caballerizas y joyerías que se sucedieron a la batalla de Caseros.
Una larguísima fila de ahorcados, todos veteranos del batallón de Aquino, adornan la arboleda de Palermo.
Sarmiento le reclama a Urquiza por el efecto de sus textos en el triunfo, pero la verdad es que el caudillo entrerriano no tiene tiempo de atender sus tonterías.
Rosas, rumbo al buque Centaur, que lo llevará a Inglaterra, se percata de unos papeles que le han quedado en Palermo, con los que esperaba defenderse en la posteridad. LLeva un enorme baul, pero recuerda algo, algo que ha quedado en Palermo.
Sarmiento se embarcará rumbo a Brasil: va a escribir la “Carta de Yungay” denunciando a a Urquiza, que no ha sido más que un mercenario lusitano. Rosas ya se ha largado por el Atlántico y solamente volverán hecho huesos 150 años después. Urquiza espera, sin sospechar nada, que el mismo día que lo asesinen frente a sus hijas, dos de sus hijos tambien serán eliminados.
El nudo se ha empezado a desenredar.