Fue en el año 1989. En una librería del centro me crucé con La Rebelión de coro, del recientemente desaparecido José Nun. Pasadas las primeras páginas me confirmé en continuar en Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, donde me había inscripto hace poco.
El libro planteaba lo que para mi era una intriga que no podía dilucidar y que flotaba en esos años de democracia esperanzada: se decía ahí que en la tragedia griega la vida cotidiana sucedía en un espacio “subalterno” y que los habitantes de esa subalternidad, cuando iban a votar, en esas jóvenes democracias sudamericanas de aquel entonces, de alguna manera lo que hacían era entregar su soberanía a un mecanismo de control social.
Todavía era la década de los ochenta y yo había comenzado mi residencia en psiquiatría y rápidamente me interesé por las terapias de grupos, en especial las psicodramáticas. Regularmente veía en clases o en prácticas a Kesselman, Tato Pavlovsky, Ana María Fernandez, Luis Herrera, Elías Klubok o Marcelo Percia, entre otros.
Era un mundo que en mi conectaba con mis lecturas de adolescente: Ilya Prygogine, Henri Bergson, Alejandro Piscitelli, Cornelius Castoriadis, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Antonin Artaud, Félix Guattari, Miguel Grinberg, Michel Foucault, Francisco Varela, Edgar Morin y ahora, de pronto, aparecía Jacob Levy Moreno.
Apenas entró en mi radar mental, quizás por su condición de psiquiatra y fundador del grupalismo, se fue corriendo hacia el centro de mi atención intelectual y con las lógicas oscilaciones de los lustros nunca dejó de estar en el blanco de mis reflexiones: durante muchos años le dí vueltas a la idea de las redes, de los hubs, de las leyes de la potencia, los grafos, del cómo intervenir en un hecho social, o en un rizoma discursivo para que sucediera algo, para diseñar un cambio, una transformación.
Al cambio de siglo entre Barabasi, Krugman y Newman lograron que lo que se le olía ya en la teoría de las catástrofes y la autorganización desde el caos empezara a ser un poco más claro, especialmente cuando empezó a ser posible crear visualizaciones.
Hacia el 2005 nos entusiasmamos con las primeras visualizaciones de redes de empresas, de jugadores de jockey, de sueños compilados cada mañana, de productores de hortalizas, de compañeros de oficinas y un par de años mas tarde comenzamos a hundirnos en las APIs de las plataformas de redes: Facebook, Youtube y especialmente Foursquare, que iba a ser luego el eje de mi tesis doctoral.
Sin embargo la cuestión del coro y la elite se mantuvo como interrogante: ¿Cuál es el margen de maniobra de los miembros del coro? ¿Quien gobierna a la elite? ¿Como es el pasaje de uno a otro grupo?
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