Hace unos días atrás en el Diario Perfil varios médicos especializados como el doctor Hugo Marietan o el psicoanalista Ricardo Rubinstein fueron consultados sobre la cachetada que la diputada Graciela Camaño le propinó a su colega Carlos Kunkel.
La bofetada fue a todas luces un acto de locura. Si, escribí de locura, pero ¿Que tiene que ver esto con los psiquiatras? Porque hasta donde yo se ninguno de los implicados consultó uno ni dió indicios de estar pensando hacerlo.
Yo también soy especialista en psiquiatría y en otro posteo me dedicaré a dar mi opinión acerca de porqué el golpe podría ser considerado como un acto loco, sin embargo me interesa en este texto poner sobre la mesa otro problema que se ha desnudado con esta noticia legislativa, a saber: desde donde hablan los profesionales del mundo psi.
Quizás el primer tema por aclarar es que la psiquiatría no es una sola, sino varias. Sucede con muchos campos del conocimiento. Hay muchas formas de entender el fútbol, la educación, la política o la pesca. Pasa lo mismo con los modos de ver a la salud mental. Si uno se la pone a mirar desde cierta distancia la psiquiatría es un mosaico, una ensalada.
Para ordenar un poco mi argumentación las voy a agrupar en dos, (como si dijéramos bilardistas y menotistas de la psiquiatría, aunque deben ser muchas mas las variantes).
Por una lado pondría las psiquiatrías “de autor“, del otro las “conversacionales“. Las primeras son las actuales ganadoras, digamos la primera división psi, la liga A.
Mas allá de la caballerosidad deportiva la convivencia de estos dos modos no ha sido pacífica y como sucede con peronista y radicales o unitarios y federales la disputa viene de lejos y seguramente continuará con nuevos ropajes por un buen tiempo.
Hay en esta lucha, como siempre, un ganador provisorio dedicado a construir apuntalamientos que refuercen y mantengan en el tiempo su victoria. Por ejemplo continuamente se hacen alianzas en el club de los ganadores, se dictan reglamentos de lo que está bien y lo que no y redactan revistas científicas que la mayoría de las veces nadie lee.
Bien, pero como son los ganadores? La primera distinción es obviamente el afán por la escritura de los psiquiatras “de autor”. Los psiquiatras de esta liga A escriben historias “clínicas” como si fueran novelas, escriben imaginándose al paciente y sus vicisitudes como objetos y a ellos mismos como “sujetos” especiales y sobre todo escriben y al escribir des-oralizan a sus consultantes, a los que aplanan y encuadran sobre la hoja de papel, como si estuvieran enmarcándolos en una pintura al oleo.
A los psiquiatras escriturales les encanta tejer enlaces con los laboratorios, con los ministerios y con las prepagas. Diseñan las arquitecturas para nada inocentes de la sala de espera, del escritorio, de los boxes hospitalarios y dicen donde ubicar las camas y comedores en los internados.
Su pulsión por reforzar sus enlaces hace que las alianzas de los psiquiatras de escritorio sean más estables así que a los psiquiatras perdedores no les queda otra que rondar los bordes del campo de batalla, limpiar las armas y agrupar las fuerzas dispersas esperando la oportunidad para volver a dar la pelea.
El escritural entrega informes (escritos claro) a los jueces que se lo piden, es consultado por los diarios mas leídos y opina en los congresos donde tiene que presentar sus ponencias para que sean impresas por los laboratorios de especialidades medicinales.
Además no es poca cosa ocupar hace 150 años los estantes mas accesibles de las librerías y agrupar, entre otros, a lo mas granado de la psiquiatría, de las psicoterapias y del psicoanálisis mismo en sus distintas versiones, junto con las mejores subvenciones de los sistemas públicos, las fabricas de remedios y el favor de los pacientes mas pudientes.
Por otro lado está la liga B, los psi-perdedores, los del polo conversacional. Los conversacionales se concentran en las relaciones, no en el paciente. El psiquiatra conversacional pregunta: porque Maradona juega así pero jamas podría ser escrito desde donde juega así? Porque la cocinera del hospital entiende mucho mas cual es el padecimiento de ese internado? Porque los pacientes prefieren jugar a ser entrevistados anotador en mano?
Son preguntas tontas, llanas, pero con pasmosas consecuencias. Por eso algunos de sus integrantes no tienen títulos oficiales y cuando los tienen no gozan de la amistad de sus oponentes. Claro que puede ser un profesional psi, pero también forman el “colectivo” todos los interesados en la salud mental de sus congéneres. Son jardineros, tias, limpiabotas, CEOs, colectiveros, madres y más: clasificarlos es imposible, porque las clasificaciones son escriturales.
Estos psiquiatras y sus “colegas” integrantes de la segunda división han sido lentamente invisibilizados y poco a poco reducidos a pequeños pueblos de frontera, a los barrios populares o a pequeñas clínicas de poca monta. Sin embargo apenas pueden aparecen como un abejorro. No pican, pero se les tiene miedo, vaya a saber porque.
Son profesionales a los que no les interesan mucho el papeleo y por eso suelen tener dificultades con los auditores de las obras sociales, que suelen descubrir que sus historias clínicas están algo atrasadas. Estos terapeutas prefieren la conversación, los menúes de posibilidades que el paciente elige y las actividades contextuales a las grandes terapias de las marquesinas.
Por ejemplo un terapeuta conversacional es mucho mas probable que vea a su paciente curado en un partido de fútbol o cortando el pasto y no tanto sentado del otro lado de una mesa, sin papel ni lápiz con que defenderse.
Y así están las cosas. Los escriturales se mantienen pensando y escribiendo. Como esos grandes banqueros que pueden darse los lujos de la época, a los psiquiatra “A” no les alcanza con permanecer dentro de su campo de influencia médica: cuando les dan pista salen fuera de sus territorios para participar de reportajes o, peor aun, dar su opinión psiquiátrica sobre personas que no los han consultado.
Basándose en una supuesta neutralidad epistemológica, que ignora la disputa que describimos arriba, se convierten en voces del pensamiento elitista, como si estuvieran hablando desde adentro de burbujas de certezas, siempre paraditos en tarimas. Ellos dicen quien es psicópata y quien un tonto. Aquel es un psicótico, mas vale decirle que es incurable lo antes posible. Dicen que esta es narcisista y que el otro padece el síndrome del tirano porque todo sucede en un ambiente de “crispación”.
Como ejemplo alcanza y sobra Marcos Aguinis, que no pierde oportunidad en dar diagnóstico del político que se le cruce, sea quien sea, haciendo como si lo que dice tuviera algún asidero y como si él mismo tuviera alguna condición para la política.
Es ahí donde los escriturales dejan ver sus zonas flacas y por donde tarde o temprano veremos avanzar a sus subalternos rebelados.
Cada tanto hay que recordar que la ciencia no es neutral y que si hay una verdad es que todo puede ser cuestionado.