Roma y Cartago. Piedras Negras y Yaxchilán. Boedo y Parque Patricios. De este lado y del otro lado de la estación.
También podríamos incluir en la lista la pugna entre las izquierdas y la derecha, en la que injertamos nuestros esquemas mentales y que quizás haya perdido sentido en sí misma y se ha convertido solamente en una pura forma.
Tal es así que de hecho los más avispados saltan de un lado al otro de la ideología, sabiendo que en el fondo no hay diferencias, que el imaginario social es mucho más globuloso y gelatinoso de lo que el sentido común nos indica.
Izquierdas y derechas fueron entrado como en zonas interticiales, zonas de creencias compartidas que luego ocuparon la totalidad de ambos espacios. Me refiero a las izquierdas capaces de construir un modelo diferente, capaz de demostrar que el modo colaborativo es eficiente, que la creación y distribución de bienes debe tener un balanceo estatal, que la sociedad hoy está en condiciones de que todos tengan condiciones dignas de vida. No incluyo acá a las propuestas extra-capitalistas, que funcionarán quizás cuando se pueda crackear el código de Google en unos años y tomar el control de todos los robots en una noche de Octubre, pero para todo eso falta mucho. Lo que vemos ahora es distinto, patético, como la risueña historia de esos gerentes que no saben como reducir la jornada laboral de los empleados hasta que los ven a los muchachos vanguardistas del Partido Obrero repartiendo diarios de partido en la puerta de la fábrica.
El regreso de las tensiones no elaboradas
Sin embargo hoy estamos regresando a una polaridad que se vivió a principios de siglo XIX: la oposición entre “cosmopolitas”, interesados en la globalización y los “localistas” más orientados al Estado nacional y popular. Esteban Echeverría hablaba ya hace dos siglos del espíritu de localía, como lo que impedía el desarrollo de lo que sería Argentina.
El tema ha sido amplificado y actualizado recientemente por David Goodhart quien llama a estos grupos anywheres y somewheres: los primeros se sienten cómodos en cualquier lugar y cuentan con habilidades cognitivas para rebuscárselas ahí donde van; los somewhere en cambio dependen de un lugar fijo (no solo espacial) que les es conocido, donde pueden sacar provecho de sus redes próximas primarias y de su capital mental más acotado.
Los anywhere tienen en general mayores recursos económicos, mejor formación, mejor cobertura social, aceptan los movimientos migratorios, celebran el multiculturalismo y envían a sus hijos a cursar estudios universitarios en el extranjero. Los somewhere suelen provenir de sectores con menores ingresos y socialmente más relegados y consideran que la inmigración y la globalización intensifican la competencia por salarios, trabajo y recursos. Prefieren a Trump, a Maduro, al “kirchnerismo” o al Brexit.
Esta nueva fractura atraviesa a las viejas grietas. Si aquellas eran verticales están son horizontales y corroen las estructuras modernas de tal modo que los viejos antiguos patrones explicativos se deshilachan frente a las primeras preguntas que les hacemos.
Quizás los somewhere están perdidos desde el principio. Su tristeza será infinita. Lo veremos. No se trata seguramente de una cuestión menor, es posible que en la próxima década esta diferencia se agudice y se mezcle y se asiente y vuelva a burbujear y nos tenga entretenidos, y bastante.
Socialismo creativo (VI) | LuKasnet Blog
[…] donde vemos no hay otra cosa que un socialismo creativo para poner las cosas en su lugar. Todo esto es lo que estoy tratando que entienda mi amigo. En el […]