Hace poco el senador nacional Pino Solanas estaba expresándose públicamente cuando intentaron interrumpirlo con la excusa de respetar a los votantes de derecha. En mi opinión la discriminación de opciones ideológicas es aún importante y voy a decir porqué.
Es que hablar hoy en día de derecha o izquierdas, en plena netpolítica, parece difícil, y sin embargo hay una forma bastante simple de saber si una persona es de derecha o de izquierdas. Solo hay que preguntarle quien mató a John F. Kennedy: si responde que fue Lee Harvey Oswald estará todo dicho. Ahora bien, el tipo de explicación y el gradiente de conspiración permitirá definir en cual de las izquierdas se alinea.
Es claro que lo de izquierdas o derecha deriva de las posiciones de los grupos políticos en la Asamblea durante la revolución francesa y es claro también que para las naciones que iban llegando a cierta complejidad industriosa les resultaba útil posicionar los tipos de decisiones generales que iban tomando, pero lo que hay que aclarar es que la mas importante diferenciación es que la derecha está cerca del Rey, de los “real” en tanto estado de las cosas, mientras que las izquierdas señalan que ese estado de cosas es brutal, que merece mejorarse, humanizarse, transformarse.
En Argentina, quizás el último experimento postfascista del mundo, las cosas no son así. Derecha o izquierdas no terminan nunca de asentarse o perfilarse como tales, y menos de establecer acuerdos entre sí. Es que para que haya uno y otro polo ideológico es necesario que exista un mínimo volumen de materialidad transformada disputable y un acuerdo provisorio entre el capital y el trabajo.
Pero cuidado: que derecha e izquierdas estén desdibujadas y como bailando por un sueño no es gratuito. Unos aceptan la situación, otros la pelean, otros la consideran inofensiva, otros la piensan y algunos como Martín Varsavsky simplemente se dan por desilusionados definitivamente: “Se me quitaron las ganas de hacer cosas en Argentina. Este país es como un agujero negro del talento. Es una pena”.
Y, si. No creo en los santos y en ese sentido su donación de 12 millones de dólares durante el gobierno del presidente De la Rua quizás haya sido más un error de cálculo que un acto de amor por Internet, pero cuando dice que el país “tiene muy pocas opciones de salir adelante políticamente ” o peor “(cuando) quise llevar Fon a Argentina el primer día ya me estaban pidiendo sobornos” posiblemente esté dando en la clave.
Es que los costos de mantener toda la capa de reyezuelos corruptos con los que convivimos gracias al peronismo, la anomia general y la falta de argumentos para decidir colectivamente hace que no haya posibilidades de producción de bienes y servicios a precios razonables o que hacerlo resulte una quimera y por lo tanto sean una y otra vez pocos los que los disfruten.
Para justificar este descalabro Argentina ha inventado el mito del peronismo. No me refiero al gobierno que entre 1946 y 1952 se energizó de la conexión entre el empresariado local y los trabajadores, sino a toda la parafernalia metonímica que vino luego, con o sin el general.
Es habitual que uno de los latiguillos del peronismo sea que los peronistas “no son de izquierda ni de derecha”. Mas allá del origen de esa idea en el cálculo de Perón respecto a las vicisitudes de la guerra fría, desde una mirada evolutiva podría creerse que el peronismo está mas allá de esta polaridad moderna.
Posiblemente no sea así, porque la estructura productiva de la Argentina, salvo algún lustro perdido en los 40 y en los 60, es tan mustia y concentrada que los matemáticos podrían demostrar fácilmente que acá el ganador se queda con todo.
Y el ganador definitivamente se queda con todo, pero poco. Varsavsky les dice a los españoles que “no saben lo que es un país corrupto gobernado por corruptos” y eso podría no decir mucho, pero otra idea es mucho mas rica rica: dice algo así como que en Argentina los simbolos se re-derivan infinitamente hacia si mismos, sin materializarse, sin convertirse en empresas, infreaestructuras, hechos económicamente aprovechables por los argentinos.
Es decir, si no interpreto mal, su idea es que la Argentina podría pensarse como un mundo en el que los aspectos imaginarios se hipertrofiaron a costa de los recursos disponibles para sus habitantes y sus reglas de uso. ¿Qué es esto sino el peronismo? Así, toda propuesta innovadora o productiva queda subsumida en una especie de religión nacional y popular indiscutible, que propone que el statu quo se perpetúe, obviamente para beneficio de sus “obispos”.
Así las cosas retomar el viejo modelo que diferencia una derecha procapital sabiamente controlada legalmente y unas izquierdas laboristas ampliando los derechos sin destruir el sistema de creación de riqueza no sería la solución de este mundo ya casi perdido, pero sí una primera forma de empezar a rescatar la materialidad y los códigos de su creación y distribución de este pais-galpón de objetos robados en el que nos han metido.
Son definiciones viejas, porque mucha agua ha pasado por abajo del puente como para seguir pensando en un modelo bipolar, pero entiendo que en esa primera diferenciación estaba Pino Solanas, de eso hablaba cuando intentaron interrumpirlo.