En Uruk, o sea donde es hoy Irak, se inventaron las ciudades, el tiempo segmentado, la dis-posición mental, el héroe y cosas como “La dama del corazón mas grande“.
¿Pero para qué hicieron todo eso? ¿Cual fue el sentido de crear entornos comunes? ¿Se crearon espontáneamente? ¿Se diseñaron?
Los antropólogos vienen disfrutando los residuos de ese primer resplandor de la humanidad. Se han aferrado a los restos fractales de aquel estallido primigenio sin problemas hasta que a fines del siglo XX las cosas se complicaron, cuando aparecieron los llamados “espacios genéricos”: autopistas, shoppings, freeshops o centros de diversión entre tantos.
¿Como podía ser que esas cosas fueran tan intercambiables, pausterizadas y satelizables y al mismo tiempo todos quisieran ir ahí? ¿Podría ser que los entornos se desdibujen, se normaticen porque ya no tienen sentido?
Marc Augé creó la categoría del no-lugar para explicar ese asunto: en los no-lugares se vive soltando el lastre de la identidad. La idea etnológica de los no-lugares tuvo 20 años de éxito para explicar lo que estaba apareciendo, pero como sucede muchas veces con las creaciones francesas, resultaba una excelente explicación sobre la que no se podía prácticamente intervenir.
Sin embargo resultaba práctico para explicar la disolución de los lugares de la modernidad y su conversión en “espacios” donde los algoritmos de la des-identidad tomaban el control.
Imprevistamente aparecieron recientemente explicaciones diferentes en un campo científico alejado para explicar el problema. El lugar existe, al menos en el cerebro y tiene una función muy concreta: controlar lo que sucede dentro.
Los neurocientíficos dedicados a la espacialidad también se están dedicando fervientemente al asunto: en 2005 el matrimonio de científicos noruegos compuesto por May Britt y Edvard I. Moser descubrieron unas células de red o “células grid” que permiten que el cerebro genere mapas del espacio y que podamos orientarnos en cualquier entorno. Britt y Moser recibieron por estos hallazgos el Premio Nobel de Medicina 2014.
Luego, una nueva investigación sobre el GPS cerebral, reveló una cuestión sorprendente: los patrones creados por las células grid, que nos orientan en el espacio, se ven influenciados por la forma del entorno por otras neuronas: otras células implicadas en el GPS del cerebro, como las células de lugar (place cells) y las células de límite (boundary cells). Es decir para crear cartografías internas no les bastaba la representación de una red, sino que recurrían a elementos externos.
Se trata este de un campo que va a ser muy fructífero.
¿Será que por eso los sumerios crearon las ciudades, la idea de humanidad y las palabras? ¿Necesitaban fijar entornos? ¿Encontraron que al definir la escenario se puede controlar el guion de los actores?
Si fuera así, hay que repensar la cuestión del lugar desde cero, por que medio es el mensaje, si por medio entendemos al contorno.
Bigdata y redes sociales (I) | LuKasnet Blog
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