En mi adolescencia Timothy Leary era un tipo que nos fascinaba, entre otras cosas por esa mezcla que hacía de contracultura, Universidad de Harvard y sustancias psicoactivas, cosas que mirábamos con temor. Siempre quise hacerle una especie de reconocimiento así que aquí va.
Los psiquiatras tenemos grabado desde la residencia que las alucinaciones auditivas son mentales (psiquiátricas) y las visuales son orgánicas (neurológicas). Si bien con los años vamos viendo en la clínica y aprendiendo en los estudios de posgrado que eso no es verdad, en el fondo lo seguimos creyendo.
Sea como fuere voy a avanzar sobre este tema de ver lo que no está ahí para ser visto, si es así o si se lo puede ver de otro modo, por ejemplo: si podríamos pensar que en realidad siempre alucinamos de alguna manera, pero cuando lo hacemos de un modo estandarizado y compartido se trata algo aceptado y “normal”.
Cuando “vemos” lo que sucede neurológcamente es que se activan patrones de neuronas en la corteza visual. La luz que se refleja en los objetos de nuestro campo de visión entra en el ojo y se enfoca en la retina. Sus células fotorreceptoras convierten esa luz en señales electroquímicas que por los nervios ópticos se distribuyen por el cerebro, aunque preferentemente en la corteza visual en el lóbulo occipital.
Es decir: estas señales viajan desde esta especie de cerebro externalizado que es la retina al cerebro encefálico y estimulan las neuronas en la corteza visual en patrones que, en circunstancias normales, imitan los patrones previos, existentes, pero también reflejo de la luz en los objetos del campo de visión.
Sin embargo los patrones pueden surgir espontáneamente cuando una droga psicoactiva u otro factor como algunas formas de epilepsia influyen en la función normal del cerebro y aumenta la frecuencia de disparos aleatorios de las neuronas.
Esta historia sobre las alucinaciones que voy a contar en varios posteos comienza con un joven psicólogo perceptual germano, Heinrich Klüver, que en 1924 se usó como conejillo de indias en un estudio sobre alucinaciones visuales.
Un día, en el laboratorio de la Universidad de Minnesota al que había ingresado hace poco, comenzó con la ingesta controlada de peyote, la parte superior seca del cactus Lophophora williamsii y documentó cuidadosamente cómo su campo visual cambiaba bajo la influencia de esa absorción, a medida que pasaban los minutos.
Al principio se sentía intoxicado, confundido y nauseoso pero luego de una media hora comenzaba a percibir imágenes extrañas.
A medida que se concentraba en las imágenes visuales de objetos que en realidad no estaban frente a él, pudo discriminar cierta insistencia geométrica.
Lo que estaba sucediendo era que aumentaban los niveles interneuronales de serotonina, un neurotransmisor que recién se descubriría dos décadas después.
Luego de cada experiencia registró los patrones recurrentes que aparecían en su percepción visual alterada y vió que tenían un parecido sorprendente con las formas comúnmente encontradas en los dibujos rupestres antiguos.
Especuló que tal vez eran innatas a la visión humana y clasificó los patrones en cuatro tipos a los que denominó “constantes de forma” que fueron las 1) celosías, 2) túneles, 3) espirales y 4) telarañas (lattice, tunnels, spirals cobwebs).
Si bien la experiencia se repetía con los mismos resultados en diferentes laboratorio nadie podía descubrir que sucedía.
¿Cómo el circuito intrínseco de la corteza visual del cerebro generaba los patrones de actividad que subyacían a las alucinaciones?
Una hipótesis se basó en un artículo de 1952, del matemático y hacker británico Alan Turing, que propuso un mecanismo matemático para generar muchos de los patrones repetitivos comúnmente vistos en biología tales, como las rayas de tigres, el largo de los dedos o la expresión de los genes.
Lo que vemos (cuando alucinamos) refleja la arquitectura de la red neuronal
Unos 50 años después de las primeras pruebas de Klüver, el neurólogo matemático Jack Cowan, de la Universidad de Chicago, se propuso reproducir esas constantes de forma alucinatoria matemáticamente, basado en la hipótesis de que podrían proporcionar pistas sobre los circuitos del cerebro.
Fue un artículo seminal de 1979 de Cowan y Bard Ermentrout donde se informó que la actividad eléctrica de las neuronas, en la primera capa de la corteza visual, podría traducirse directamente en las formas geométricas que las personas suelen ver cuando están bajo la influencia de los psicodélicos: “La matemática de la forma en que está conectada la corteza cerebral produce solo este tipo de patrones”, explicaron Cowan y su asistente.
Luego, un colaborador de Cowan, el físico Nigel Goldenfeld de la Universidad de Illinois, propuso que aquel “mecanismo estocástico de Turing” estaba detrás de las constantes de formas geométricas que las personas veían cuando tenían alucinaciones.
Desde entonces las preguntas relacionadas con este fenómeno tiene implicancias enormes. Por qué las esculturas griegas atraen tanto nuestra atención? ¿Por qué las composiciones musicales rítmicas se conectan con nuestro estado de conciencia? ¿Por qué el photoshop es tan importante en políticos, star systems y deportistas de elite? ¿Por qué los fotógrafos se la pasan registrando imágenes hasta lograr la composición más adecuada?
Quizás la respuesta tenga que ver con la geometría. ¿Cómo se enlaza nuestra corteza visual y qué podemos visibilizar gracias al estudio de las alucinaciones? tema sobre el que avanzaremos en el próximo posteo de esta serie.
Alucinaciones (II) | LuKasnet Blog
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