La idealización que algunos medios oficialistas hacen de la última parte del período meno-kirchnerista es una de las intervenciones sobre el imaginario colectivo argentino mas exitosas.
Una capa del barniz K va quedando como un residuo. La desfiguración de la realidad, con la que dañaron a tanta gente, se va convirtiendo en una panacea para los ingenuos y mientras poco a poco el “relato K” se va disolviendo en un mar de nuevas noticias, nuevas urgencias y nuevos actores de la política televisiva van ocupando la agenda cotidiana. Hasta sus sucesores del PRO ansían redactar un nuevo “LOST” para mantener a los noticieros de TV ocupados.
Como suele suceder en estos procesos, fraguar operaciones a esta escala requiere de pilotes mas o menos verdaderos que sostengan la estructura general del simulacro. En el caso argentino son puntales de un material barato, duran cuatro o a lo sumo 8 años, pero pueden mantenerse lo suficiente como para producir efectos duraderos y eso es un problema.
Un ejemplo que conozco, aunque no soy epidemiólogo, es el del sistema de salud y con mas detalles el de la salud mental, y habiendo escuchado el discurso de la presidenta en la inauguración de las sesiones del Congreso del 2015, arrojando mitos y números supuestamente estadísticos pero completamente alejados de la realidad palpada, creando sentido común obstructivo, uno no deja de preocuparse.
La percepción del sistema de Salud Mental corre el riesgo de ser kirchnerizada, es decir relatada, escenografiada, distorsionada como problema, enviada a un magma de elucubraciones sobre desaparecidos de hace 40 años o a justificaciones como “neoliberalismo” o “grupos concentrados”, cuando en realidad la situación concreta de los pacientes, sus familias, los trabajadores de la salud mental, las areas de gobierno implicadas y los empresarios del sector está bien complicada y los desafíos hacia adelante son mas problemáticos aun.
Empecemos por la formación de los trabajadores de la salud mental:
1- Los psiquiatras deben hacer completar la carrera de medicina y luego recién hacer a las carreras su especialización. Sostienen así las salas de los hospitales del Estado, donde entre otras cosas aprenden todas las mañas propias del empleado público. Ya es hora de que se piense en un nuevo enfoque modelo siglo XXI, con una carrera mas cercana en cuento programa al de los odontólogos y con mucha mas formación en inteligencia emocional, neurociencias y X-ómicas. Recien recibidos muchas veces prefieren la concurrencia a la residencia, para no tener que hacer guardias o poder trabajar en el subsistema privado, lo que afecta la formación.
2- Con muchos de los psicólogos, sobre todo los formados en la Universidad pública, sucede algo completamente distinto y no se si peor aún. La norma es una práctica cuasi-sectaria de un tipo de psicoanálisis, uno mas dentro de la llamada “escuela francesa” denominado lacanismo (la física no se llama newtonismo), corriente que logró cierta hegemonía en Argentina durante el gobierno videlista y logró expandirse luego durante el Boom Psi del alfonsinismo, ocupando espacios con “academias”, “escuelas” y “seminarios” que conforman una especie de Plan Ponzi suave. Es evidente que muchos de los practicantes de esta teoría merecen mis mejores calificativos, pero no me estoy refierinedo a sus singularidades, sino a su ubicación en un sistema complejo. Así hay cátedras donde el Titular de la misma analiza a sus Adjuntos, que analizan o supervisan a los Jefes de Trabajos Prácticos, que hacen lo mismo con sus ayudantes de primera que replican eso hacia los ayudantes de segunda, que terminan analizando a sus alumnos. Entiéndase: se trata de alumnos de la carrera de psicología captados por este dispositivo en los primeros años de sus estudios y sobre este asunto no se permiten disquisiciones, que son tomadas como “resistencia” al análisis.
3- La formación de enfermeras y otros trabajadores englobados como personal auxiliar tiene menos problemas, pero la escasez es la norma, tanto como sucede con los musicoterapeutas, trabajadores sociales, acompañantes terapéuticos y buenos talleristas en general. Los sistemas de becas son buenos, pero escasísimos.
4- Todo esto se da en un mercado delicado, donde las clínicas e instituciones dedicadas a la salud mental, amén del proceso de concentración que podría ser peor, se encuentran presupuestariamente al límite. Muchas veces he tenido que encontrarme con los efectos sobre los pacientes: enfermos depresivos conviviendo con adictos, falta de insumos, menores internados con mayores, desinternaciones apresuradas, pacientes que son internados “por molestar” a algún otro subsistema, etc. Buena parte del asunto se explica en el hecho de que muchas de las instituciones no son propiedad ni están bajo el control de especialistas en salud mental, sino de carniceros, fabricantes de pastas, presidentes de sociedades barriales con buenas intenciones, dueños de estaciones de servicios, “esposos de” o “esposas de”, lo que determina que las cosas no se desarrollen profesionalmente desde la cúpula. Este es un problema serio, pero es capitalismo y con eso no se jode.
5- Otro punto clave es que no hay un carrera de estudios obligatoria para los puestos directivos de las clínicas y hospitales, con lo cual esas posiciones se van aprendiendo sobre la marcha en los casos de que existan las mejores intenciones y sino de un golpe cuando las circunstancias lo fuerzan.
La Ley de Salud Mental ha generado algunos beneficios respecto a situaciones abusivas que se daban en algunas clínicas y hospitales, pero tambien ha servido de cortina para abandonar algunos pacientes a su suerte.
Los servicios públicos siguen funcionando en horarios matinales y son cada vez mas los pacientes que me cuentan que cuando llegaron al hospital no había psiquiatra o que lo tuvieron que atender en 3 minutos por la cantidad de consultas existentes.
Sobre todo esto se puede opinar, además estos asuntos están atravesados por invisibilizadores institucionales, pertenencias partidarias, localías ideológicas, etc, pero quiero plantear cuestiones que son graves respecto a la Salud Mental y que no veo que las estadísticas y los ministerios las puedan enfrentar sino se las describe crudamente:
1- Lo primero es que vivimos sobre una bomba de stress postraumático, sub-diagnosticado y con tendencia a la cronificación. La afección no solo perjudica a la persona (pesadillas, baja autoestima, impulsividad, transtornos autonómicos, etc) sino a los convivientes o cotrabajadores. Pensemos en las decenas de miles de vecinos traumatizadas por asaltos violentos y por accidentes de tránsito no tratadas y con eso se llenarán unas cuantas fichas.
2- El otro elemento es la violencia domestica, que afecta a millones de mujeres y niños especialmente pero tambien a hombres violentados psicológicamente, quienes a su vez reproducen cada generación las condiciones en las que se dieron esos abusos (falta de afrontamiento, dependencia económica, subconsulta a especialistas, etc)
3- Otro componente gravísimo es el consumo muy extendido de cocaína y alcohol. Los efectos sobre la personalidad, la destructividad sobre las capacidades de la persona y los daños colaterales son mas que conocidos, pero unos a otros se reenvian en un sistema complejo donde ya no hay ni huevos ni gallinas.
4- Hay otro elemento: los componentes contextuales de todos estos fenómenos son ignorados por los mismos efectores del sistema, la terapia familiares han caído en desuso y los enfoques extendidos (antropológicos, sociológico, comunicológico, etc) prácticamente no existen, salvo en la agobiada tarea de los trabajadores sociales.
5- Las infraestructuras son limitadas, añejas y muchas veces no han sido diseñadas con fines sanitarios: así hay clínicas donde antes hubo un geriátrico, consultorios donde se fabricaban zapatos o comunidades terapéuticas en granjas con paredes de 3 metros de alto. Lo que se necesitan son arquitectos e ingenieros dedicados a estos temas, pero claro, hay que reconocer que las inspecciones de los municipios, de la Nación y de los mismos colegios profesionales han mejorado mucho la situación en los últimos años.
6- Hay problemas relacionados con la violencia y abandono de una sociedad en crisis, pero tambien cuestiones propias del capitalismo: el resultado es que los mas enfermos son los que mas pagan y los que pueden pagar mas tienen menos efectos adversos.
Esto es un disparate, porque las patologías funcionan en red y a todos les conviene que haya menos enfermos, salvo a los laboratorios de especialidades medicinales. Hay ahí otro punto que le ha costado el gobierno a un presidente argentino.
Hablar de enfoques redológicos es para exquisitos: en un trabajo académico hemos propuesto con el Licenciado Ignacio Uman que existen patrones medicamentosos memorizados por los médicos que tienden a persistir, independientemente de la racionalidad de su indicación.
Por eso decía que el mito de que todos lo médicos son Favaloro o que las cosas son ahora nacionales y populares y por lo tanto mejores es nada mas que una forma de no ver lo que sucede en nuestras narices.
Si hacemos el ejercicio de replicar este análisis hacia el resto del sistema de salud, o del educativo, o del judicial uno podría decir que es urgente salir del relato K y avanzar rápidamente para mitigar primero y resolver después estas situaciones.