El gran tema argentino es entender, cuando pensar con autonomía es desalentado y aun es un disvalor castigable desde todos lados y en todos lados. Hay de todo por comprender, pero si hay algo que hay que hacer es descular que cornos expresan los peronistas cuando hablan de “comunidad organizada”.
No me refiero al libro sobre el Perón del 49. Pregunto por lo que cree un peronista (no la mayoría que se hace pasar por) sobre qué es eso.
“La Comunidad Organizada” es un concepto propuesto por Perón que se basaba en la idea de que la sociedad debía estar organizada de manera cooperativa y solidaria, con el Estado como primer y último regulador y promotor del bienestar social.
La idea de Perón se basaba en el concepto de crear una sociedad unificada y homogénea en Argentina, donde prevaleciera el papel central y autoritario del Estado en la toma de decisiones en una sociedad formada por tres sectores principales: el político, el económico y el social.
El peronismo promueve desde entonces la obediencia civil a través de la propaganda, con zanahorias a los adeptos y palo de aquellos que se consideraban “enemigos” de ese Estado, a los que descalifica con el mote de “gorilas” o “zurdos” o “fachos” por no comportarse de acuerdo a la bajada del o la líder, por no comportarse de acuerdo al marco mental peronista de la época. Sin embargo el peronismo podrá ser de derecha o de izquierda, podrá ser socialista o conservador, podrá estar con China o con Estados Unidos, pero lo que no dejará nunca es el horizonte de una comunidad organizada de la que se cree el garante en el futuro.
Sin embargo algunos han propuesto que la idea de “comunidad organizada” es muy anterior al peronismo y aún al nacionalismo de principio de siglo o al rosismo: ubican su origen en la hispanidad católica mediterránea, en la que lo imaginario predomina sobre las evidencias empíricas
Pensado así habría que entender mejor a Raúl Alejandro Apold, el responsable de la propaganda de Perón que desempeñó un papel clave en la construcción de la liturgia y el relato peronista.
La estrategia de Apold para difundir la imagen y mensaje del peronismo durante las décadas de 1940 y 1950 fue compleja, multimediática y tan exitosa que aún destila un sistema de creencias que reimpulsa y fortalece la imagen y la autopercepción del peronismo en Argentina hoy día
Lo que debe reconocérsele a la visión peronista es que ofrece una propuesta, un fin de camino, un “destino” nacional que contiene por un lado la transformación de la sociedad pero al mismo tiempo su consolidación y cristalización mediante redes extensas de homofilia estructural.
Esa dirección no es otra que la de uno de los proyectos de la ilustración europea del siglo XVIII: el borbónico, un modelo racionalista (más que empirista) que cuestionó los privilegios heredables, las desigualdades sociales y las prácticas elitistas de la nobleza y el clero.
El objetivo de los borbones fue centralizar el poder del Estado. Las reformas que implementaron consolidaron el absolutismo de la monarquía y se llevaron a cabo a través de una política centralizadora, el control de la Iglesia y la nobleza y el intervencionismo en la economía.
La Casa de Borbón, la que controlaba el Virreinato del Rio de la Plata en 1810 y en 1816, quizás se desmaterializó, pero sus estructuras mentales huecas aún siguen vigentes en Buenos Aires y en ellas se acomodan como pueden, generación tras generación, los argentinos organizables.
Argentina, reservorio mundial de añejas narrativas, donde se conservan el lacanismo y el te de tilo, donde se enseña como una gran novedad los aparatos ideológicos del Estado o la aspirina como agente licuador de la sangre, donde la palabra papal es relevante para una población que sabe que le importa tres bledos y donde la gran novedad es el tendido incomenzado de vías férreas más veloces o más imposibles, es también donde el frasco del peronismo se abre una y otra vez.
Esto es parte de los papeles mentales con los que leo sobre las deudas y las mutaciones, los logros y las centralidades, los rumores y los análisis, los quinchos y las tertulias y sobretodo los privilegiados del ya incorregible peronismo.
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