Tengo sangre ucraniana por mi viejo e irlandesa por mi vieja y mi sesgo resultante me hace creer que esta foto de la legión irlandesa en Ucrania se merece el Premio Pulitzer de Fotografía.
Mi madre, que me ha traído esta sangre irlandesa, era una gran lectora. Siempre prefería a los autores de habla inglesa y casi cualquier tema. Viajaba todos los días en subte y colectivo, ida y vuelta, a la oficina donde trabajaba. Lo hizo así durante décadas, y con el tiempo empecé a sospechar que quizás eso era lo que le importaba, tener un tiempo para leer, algo que los transportes públicos le brindaban.
Esa afición por la lectura me la inculcó, parcial o incompletamente, pero fue de ese modo que descubrí la ironía irlandesa, parecida, pero distinta, a la ironía a la ucraniana. Los ucranianos tienen una suave alegría en sus metáforas, en cambio los irlandeses son más oscuros, tiene un dejo de preocupación y pesimismo. Ambos, ucranianos e irlandeses, y quizás los argentinos a su modo, viven bajo sombras poderosas. La sombra del Imperio británico unos, la del imperio ruso la otra y la del americano los argentinos.
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