Casi todos nosotros, antes o después, fuimos ingresando a la “red de amigos” que ofrece Facebook y ahí nos quedamos.
A decir verdad no es lo que sucede siempre: la mayoría del las veces las personas que utilizan Internet se suscriben a decenas de plataformas a las que raramente regresan, pero sin embargo Facebook, como las callecitas de Buenos Aires, tiene ese no se que nos ha hecho volver y quedarnos.
¿En qué consiste ese “nosequé”? Mejor reconozcámoslo desde el principio: nos gustan las cosas extrañas como integrarnos a “grandes grupos” de los que ansían lo inusitado o a bandadas de amigos completamente desconocidos, nos encanta quejarnos del aire de la atmósfera y alentar causas perdidas o no tanto, nos apasiona urdir en genealogías que nos den algun origen (desde compañeros de la primaria a parientes en la Luna misma) pero sobre todo amamos persuadir.
Persuadir es un arte, desde ya, que consiste en que otros hagan o dejen de hacer. Muchos llaman a eso Poder, pero no nos vayamos por las ramas (al menos por ahora).
Porque los “observables” mas evidentes de Facebook, como que el crecimiento de los últimos meses ha sido exponencial, que sea en “habitantes” el sexto país del mundo o que la CIA y la SIDE lo usen para vigilarnos a decir verdad no parecen preocuparnos demasiado y por otro lado todo se mueve tan rápido que cualquier precisión de hoy (que igualmente hay que saber, claro) será un error garrafal mañana.
Decía que unos y otros nos fuimos logeando a Facebook y ahora no solo eso, ahora hemos constituido un grupo de investigación para entender de que cornos se trata el asunto. Vaya desafío, porque además lo hemos encarado como una reflexión mediante la práctica, abierta, viral y por cierto con final incierto y presupuesto casi inexistente.
Pero así están las cosas y van muy bien. Este posteo se integra entonces a los materiales ya existentes dentro de este Proyecto Facebook y se propone nada más que como un material para la discusión.
Estoy al tanto de lo mucho que se ha avanzado hasta ahora y de como las distintas “dimensiones” de análisis profundizan la reflexión y las prácticas que les son propias a cada comisión de trabajo, sin embargo, y a los efectos de plantear algunos nudos que creo significativos para pensar Facebook, me veré obligado a retroceder hasta algún punto primitivo, si se quiere a una primera mirada despojada de lo que ya sabemos sobre eso que aparece en la pantalla apenas introducimos el bendito “http://www.facebook.com“.
Quiero proponerles para empezar un ejercicio. Recurran a la imaginación que les sobra seguramente. Consistiría en lo siguiente: dibujen Facebook en un papel tal como se les viene en un primer momento a la mente y luego pregúntense que diría un chico sobre ese “Facebook”. Que diría si Facebook fuera ese dibujo en un papel.
A cada uno se le ocurrirá algo, y todo será válido, porque además la imaginación puede hacer maravillas, pero creo que todas las operaciones mentales se originarían (espero no defraudarlos) en un único patrón, que sería el de la comparación: si ese dibujo fuera un elefante, si fuera una serpiente boa, si fuese un sombrero, un planeta… estaría bien de todos modos que Facebook fuera una u otra cosa.
Entonces comparemos. Pero me toca en esta conversación, por la materialidad de esta tecnología de teóricos y desgrabaciones, volcar por medio de este teclado lo que se me ha ocurrido y al releerlo tengo que admitir que mi imaginación no es de las mejores, porque lo primero que se me ha venido a la cabeza es pensar a Facebook como un bicho, como un organismo con vida propia.
Me pregunto: ¿como sería la vida de Facebook si fuera ese animalito?
Pienso: si fuera un ser vivo tendría que tener algunas características típicas, tales como un ecosistema que lo cobije, alguna fuente de calorías para su cuerpo y algunos órganos que hicieran cosas. No se lo tomen en serio, por favor, es solo algo lúdico, como Facebook, después de todo.
Siguiendo el juego entonces podríamos reconocer en la Web 2.0 la red en la que Facebook puede tener su “nicho” junto a otras “especies” como Twitter, Google o Del.icio.us, un ecosistema que le de sustento y que a su vez esté apoyado en estructuras que le fueran previas, tales como la Web 1.0 y todos sus contenidos y yendo un poco más allá las infraestruecturas que habilitan su existencia; no solo el software y el hardware propios de la sociedad digital, sino las billones de sitios webs, el tendido eléctrico, las salas de chat, las líneas de teléfono o cable, las capacidades cognitivas de otros usuarios para compartir, las políticas públicas, etc, etc, etc.
Como todo ecosistema éste también evolucionaría, de modo que hacia el futuro, no lo sabemos con precisión, pero deberían existir la Web 3.0 (semántica) y la Web 4.0 (ubicua) y un montón de incertidumbres.
Todos recordarán a Charles Darwin: decía que las especies compiten por el territorio, tal como quizás Google, Facebook y Twitter luchan por lograr que les prestemos atención, uno de los pocos bienes que no puede clonarse apretando “enter” en Internet, porque la cantidad de tiempo que las personas pueden estar concentradas delante de una pantalla tiene un límite, (al menos más de 24 hs por día no podemos estar navegando en Internet!)
Entonces reconocido un contorno ecosistémico deberíamos ver que hay adentro de Facebook, como si hiciéramos una primera radiografía: y veríamos las cosas que nos suceden y que hacemos, una arquitectura que sustenta flujos de conversaciones, mensajes privados, anotaciones en muros, fotos, avatares, historias breves y todo organizado por una empresa fundada por Mark Zuckerberg, un estudiante de 19 años, que llegó hace muy poco a 200 millones de “amigos”… bueno, todas las organizaciones necesitan un mito fundacional después de todo…
Voy a confesarles algo. Me estoy aburriendo de pensar a Facebook como un animalito que tiene que andar sobreviviendo entre tantos otros en una selva digital y a los efectos de una primera aproximación es suficiente. Se me a ocurrido, viendo a todos esos perfiles recostaditos en la pantalla, si no pudiera pensarse a Facebook como una ciudad.
No? Si fuera un ciudad nosotros seríamos los inquilinos, porque hasta donde se nadie ha podido comprarse nada en Facebook, seríamos unos inquilinos que pagamos nuestro alquiler consumiendo publicidad mientras estamos compartiendo con nuestros “amigos” todas esas cosas extrañas que fluyen.
Pero las ciudades tampoco son tan simples. Las ciudades cambian, se reciclan, se dividen, se organizan. Nacen y mueren, como los animalitos. Vaya. Por ejemplo la construcción de autopistas corta los barrios y estos se defienden, hay una continua destrucción constructiva, una renovación y conservación, un cuidar los monumentos, un planificar barrios de oficinas y countries… en fin tampoco es tan simple, porque para algunos las ciudades expresan relaciones estructurales de poder, para otros simples cambios de forma y para otros, como el olvidado pensador argentino Ezequiel Martinez Estrada capas de cartografías absurdas.
Tan absurdas, injustas o normales?
No para Jane Jacobs, una antropóloga urabana que se preocupó hace muchos años por este asunto de qué eran las ciudades y sobretodo los problemas que se asociaban con la destrucción de los barrios: trabajando en el Greenwich Village del New York de los 50 acuño la idea del capital social, como aquella red que era muy fácil de destruir, pero muy difícil reconstruir.
Para los que le interese pueden encontrar algún extensión de este tema en mi blog, pero a los efectos de inventar metáforas para jugar con Facebook me detendría acá, en el punto en el que existe una tensión entre las necesidades de mejorar la velocidad de circulación de información y al mismo tiempo la de cuidar los lazos de buena comunicación de los habitantes del lugar.
El capital social se renueva constantemente, entre la aparición de nuevos medios y mediaciones y en las resonancias con la cultura que se da esos cambios y es ese capital social, al menos como lo entendía Jane Jacobs, donde se genera confianza.
¿Acaso no es la confianza lo que nos hace participar en Faceboook?
¿Debemos tomarnos alegremente (o melancólicamente) los cambios en el ecosistema de los medios de comunicación con los que nos relacionamos?
En una sociedad donde vivimos “a distancia”, el la cual actuamos el presente y reconstruimos el futuro y el pasado mediante dispositivos telemáticos, ¿no deberíamos ejercer alguna crítica, que no necesariamente debería ser solamente analítica?. (Scott Lash)
Acá dejo la idea de Facebook como ciudad. Seguramente ha Uds. se les han ocurrido mejores metáforas, pero para terminar he decidido tratar de pensar a Facebook desde la mirada de un niño, pero no uno cualquiera, como esos “nativos digitales” sobre los que gusta reflexionar nuestro titular de Cátedra, sino por el contrario un niño que retuviera para si la máxima ingenuidad, la mayor credulidad posible.
Para eso tendré que retroceder hasta Francia. Hasta finales del siglo XIX.
Me encuentro con el pequeño y acomodado Jacques, de 7 años, al que su padre (un burgués “exitoso”) le ha regalado una cámara de fotos.
De alguna manera ver su álbum (sacó decenas de miles de fotos) me transporta en algo a las fotos en Facebook, de las que ya hemos perdido la cuenta de si son 15 billones o más, pero que seguramente no alcanzaría la vida de una persona para poder recorrerlas todas.
Jacques-Henri Lartigue hacía tomas de todo lo que le interesaba y lo que llamaba su atención era básicamente lo que se movía. Las mujeres y las máquinas. Los invito a revolver google/images y verán de lo que les estoy hablando.
Lo llamativo de su enfoque, de su “mirada fotográfica”, es que iba (por naturaleza o por ignorancia) contra lo que en aquel momento se consideraba la fotografía académica o “pictorialista”, es decir esas fotos que emulaban a la pintura representativa, basada en poses, en cálculos compositivos, en diseño de configuraciones de movimiento y estabilidad, de proporciones aureas y equilibrio de claroscuros.
Si bien tardaron años en reconocerse los talentos de Lartigue y otros muchos fotógrafos de lo cotidiano, poco a poco su estilo fue confluyendo junto al de otros fotógrafos en lo que se denominó la corriente “vernaculista” o “fotografía de aficionados” (epa! todavía no editado en la wikipedia!).
Los aficionados de aquellos años contaban con lo que se llamó el “efecto Kodak”, es decir la posibilidad de realizar cantidades de tomas cotidianas a muy bajo costo, tanto que las cámaras rondaban los 15 dólares en 1900.
Pues bien, van a encontrar que muchas de las fotos de los vernaculistas son estéticamente maravillosas, mientras que las académicas imágenes pictorialistas son verdaderos fiascos, regla, claro, que no se cumple en todos los casos ni mucho menos.
Descubrirán, además, (al menos eso creo yo), que buceando en las fotos de Facebook se pueden encontrar joyas de uno y otro grupo, por lo que la pertenencia a uno o a otro no parece garantizar mucho.
¿Cual es entonces la razón de que vernaculistas y pictorialistas puedans hacernos facinar? Entre otras cosas, en las que no vamos a entrar acá, la razón es que existe una trama invisible, una configuración que, espontánea o calculadamente, se ha visto reflejada en la toma, en la composición.
Acaso no se trata de una falsa dicotomía la de vernaculistas y pictorialistas? No sucederá lo mismo con las viejas discusiones sobre oralidad vs escritura? ¿libros vs Blogs? ¿Blogs vs redes sociales? ¿Redes sociales vs microblogging? ¿microblogging vs neuroentretenimientos?
Espero en el próximo teórico poder avanzar un poco más sobre este punto, que ahora dejo acá. Tenganme un poco de paciencia, dispongo solamente una hora de exposición.
Los invito a buscar un “efecto Facebook”, a descubrir o inventar algo de aquello que apareció con las Kodaks y si hay belleza en las cosas cotidianas. Ya lo decía William Blake: “no alcanza con que esté bien hecho, debe ser bello”
Muchas gracias y espero sus comentarios.