Cuando mis viejos me dejaron salir de casa a jugar al fútbol aprendí mucho. Yo tendría 9 años. El primer dia un grupito de chicos que paraban en la esquina me robó un buzo azul y me quemó con cigarrillos. Me retorcí y escapé, así llegué hasta donde mis amigos me esperaban. Esa tarde jugué de defensor. Fue quizás la última vez que jugué tan atrás: desde entonces jugaría en la mitad de la cancha e inclusive de delantero.
Ese día aprendí que lo social es territorialización y viceversa. La esquina y la cortada. En aquellos años 70, en el barrio, jugábamos en una calle de tierra. En plena ciudad de Buenos Aires. Cerca del Hospital Pirovano.
Veo a mis hijos y dudo cuánta tierra han tragado en su vida. Pienso que es bueno que no hayan tenido que trenzarse a trompadas, que no hayan corrido riesgos cazando ratas en baldíos ni que no se hayan expuesto a piedrazos desviados de su destino. La sociedad, por suerte, ha evolucionado hacia la informacionalización, ahora ellos ocupan espacios virtuales, neolugares.
¿Como entrarle a los neolugares? ¿Cómo entenderlos? No digo vivirlos. Ellos saben hacerlo. Pienso en arrimarme y escribir una nota, un artículo que nadie me ha pedido, ni creo que me encarguen. Repaso los métodos tradicionales utilizados para analizar diferencias culturales y veo que se basan principalmente en las encuestas. Encuestas que se toman de muestras que tienen en la geografía la garantía de que las conclusiones pueden ser representativas, pueden replicarse, pueden ser utilizadas por el marketing, la publicidad y otras formas de ventas.
Imagino. Los sociólogos, quizás acompañados por antropólogos, hubieran llegado al barrio y nos hubieran entrevistado, llenando prolijamente un largo listado de preguntas. Yo les hubiera dicho que me habían robado el buzo, ellos me hubieran dado una amable palmada en la espalda y hubieran seguido con las cruces de su encuenta. Quizás una semana de lluvias hubiera ayudado. La calle estaría embarrada.
Pero las cosas cambiaron con mis hijos. Si. Leo que las plataformas de redes sociales tienen propiedades topológicas de red y de territorialización reconocibles, mensurables y visualizables en las que pueden subsumirse comprensiones de series de fenómenos involucrados en redes sociales telemáticas: aspectos lúdicos, movilidad urbana, capital social o medios locativos.
Ahí están mis amigos de hace 45 años: Luis, Glen, Martín, Jorge, Luis Ángel. Luis Angel no tanto, el prefería otras cosas, no tanto el fútbol. Y Jorge que venía cuando lo dejaba su mamá, la que nos hacía caminar con patines para no rayar el piso. Deben mirar el futuro que les iba a tocar a sus hijos azorados desde la calle de tierra. Ahora está la convergencia entre plataformas, son como calles de asfalto y tierra al mismo tiempo.
Busco con mi programita de papers pagos. Baybeck y Huckfeldt (2002) relacionaron localización geográfica y la geografía política y Glückler trabajó en la geografía económica (2007) y Hampton y Wellman (2002), cuyo trabajo fue continuado por Grossetti (2006), hablaron de geolocalización. Voy a libro de Lash por enésima vez, como si fuera un biblia.
Pienso que las ciudades siguen siendo descentralizadas y fragmentadas, si, pero cambia cómo vamos, adonde vamos. Cambia un poco y cambia mucho. Es el celular, es internet, son las aplicaciones, los algoritmos y los filtros burbujas. Si pero es mas. Es una forma que está atrás, es una matriz. Ahora los usuarios loggeados circulan en un doble sistema representado y sensible. Googlemap pero recorrido con el tacto del dedo índice. ¿Qué mueve el dedo?
Vuelvo a Second Life después de mucho. Allí puedo “entrar” sin que mi buzo corra riesgo, es decir loggearme en paz y adquirir un cuerpo y un egocentrismo con el cual puedo habitar el mundo. Puedo buscar una cancha y jugar de delantero y aun de defensor. Puedo sentir el viento, aun cuando sea del pequeño ventilador de escritorio.
Quizás se trate de la dimensión lúdica. De la vida jugada.