Cena de borrachos. Borrachos de esos que son borrachos cada tanto, no los borrachos jodidos.
De esas cenas en la que suceden cosas que no deberían suceder. En las que se dice lo que no habría que decir.
Pusimos el vino. Pusimos los fideos. Pusimos los cubiertos y llegamos adonde no debíamos: la conclusión según la cual cada vez es necesaria una mayor dosis de estupidez para mantenerse vivo.
Cena de borrachos ¿Qué sino? Escupitajos en el piso que mamá va a limpiar, salvo que sean en nuestro cuarto. Marchas a la Plaza de Mayo que transmiten el canal de acá y el canal de allá. Cortes en el antebrazo. No bañarse. Más alcohol.
El debate empieza, o sigue, alrededor del alcohol: la reducción del presupuesto para universidades, ciencia, tecnología y esas cosas. Nadie puede defender la ciencia argentina, que depende de las excepciones y de los genios muertos, pero cuando los borrachos se acuerdan que el gobierno financia a los yogis de la India la conversación parece de sobrios.
Si la vida es tan corta: ¿Qué es lo que no se debería tolerar?
Quizás las protestas twitteadas, la democracia de “líderes”, el puñado de acumuladores, los productos tóxicos sin bacterias, las máquinas esclavas (humanas o no).
Quizás no deberíamos tolerar que nos hablen, no de pobreza, sino que nos hablen esos dinosaurios. ¿Dónde quedaron los héroes? ¿Donde las chombas que doblábamos cuidadosamente y guardabamos para las fiestas? ¿Donde la naturaleza que aún no era artificial?
Hablábamos borrachos. Decíamos lo que no teníamos que decir. Que la vida se tolera con idiotez. Recordábamos, alcohol en mano. Vida en mano.
Recordábamos que nos dijeron vayan y estudien. Nos dijeron vayan y conozcan esas chicas que toman sol sobre la cubierta. Nos dijeron vayan y sean como El Zorro, como el Capitán Kirk, como Pierre Nodoyuna.
Nos dijeron vayan y recuperen las Malvinas, vayan y tiren bombas, tiren cosas, tiren del carro, tiren, no importa qué ni adónde, manténganse tirando, moviendose, circulando.
Tiren del trabajo, tiren de las tarjetas, tiren de los horarios, de las lealtades.
Y nosotros, los que nacimos en los sesenta, juntamos revistas y tratamos de vivir como Los Tres Chiflados. Juntamos guita, juntamos hijos, juntamos autos, juntamos piedras y esperamos. Juntamos papeles, juntamos emails, juntamos fichas.
Juntamos. Pusimos la mesa. Y pusimos vino. Y fideos. Y tuvimos una charla de borrachos.