Hace pocos meses, avanzando por la Avenida Rivadavia en el oeste del conurbano, descubrí que súbitamente cambiaba de nombre y se empezaba a llamar Av. Presidente Nestor Kirchner.
Primero pensé que se trataba de un acto mas de esa obsecuencia stalinista a la que nos acostumbramos, gestos que sirven para obtener algún pequeño beneficio personal para algún concejal o intendente, pero la imagen quedó en mi cabeza convertida en la pregunta sobre si no tenía alguna lógica secreta ese cambio de nombre en esa continuidad de avenida.
Pensé en eso, lo llevé como un trasfondo mental mas de mis viajes en subte o colectivo y así encontré que ambos actuaron luego de un breve período de anarquía destructiva. Kirchner luego de la debacle menemista, como de portavoz de la rémora del empresariado local y Rivadavia luego de los grandes kilombos de 1820. Ambos dictaron una serie de medidas económicas, judiciales y políticas que apuntaban a la recreación de un ecosistema de relaciones burguesas locales sobre las que pudiera tener algún control o al menos negociación favoritaria desde el Estado.
Ambos hicieron guiños para la tribuna que no afectaban en lo mas mínimo sus planes y propiciaron alguna libertad reclamada previamente pero sostuvieron por sobre todo la inviolabilidad de la propiedad privada, ambos redefinieron cuestiones cosméticas de la deuda externa, pero a cambio de pagar y pagar y pagar.
De alguna manera el plan de Kirchner fue un calco upgradeado de una Ley de Enfiteusis que fue sancionada el 18 de mayo de 1826 por el primer Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia.
La esencia de aquel sistema era la transferencia de suelo público para uso temporal durante 20 años por arrendatarios amigos: así, mientras que la tierra vacante era declarada como bien inmueble del Estado como garantía para préstamos ingleses, estos “inquilinos” tenían que pagar el alquiler al fondo estatal por un monto de 4% del valor de la tierra para la agricultura y del 8% para la ganadería, cosa que por supuesto jamás hicieron.
El objetivo declarado de la reforma era promover el desarrollo de la agricultura, el objetivo real era contar con una fuente permanente de ingresos públicos. En un doble movimiento se prevenía la captura por terratenientes no amigos de tierras libres conquistadas a los aborígenes y por otro se creaba poder. La sojización masiva vía Monsanto tuvo características estructurales comparables, controlando a las cerealeras.
La reforma rivadaviana tanto como la kirchnerista debían conducir a la formación de una capa de socios privados del Estado, que contuvieran y intermediaran con el 95 % restante de la población. En el caso de las reformas agrarias de Rivadavia, si hubieran tenido éxito, crearían la base material para el rápido desarrollo del capitalismo que los viajeros de aquellos años habían visto en Inglaterra. Kirchner quizás soñaba con el modelo brasileño.
Pero ambos sucumbieron a los mismo problemas estructurales que negaban, esquivaban o ignoraban: la impunidad de los importadores, los estamentos privilegiados ancestrales, las condiciones de concentración económica, la escasez de infraestructuras. Ambos permitieron así las condiciones del fracaso de su modelo.
Durante el 1826 el Congreso Constituyente rivadaviano aprobó una serie de disposiciones legislativas que promovían la unificación del país. Buenos Aires fue declarada la capital del estado; la Aduana destruiría las posibilidades de las provincias; y el sistema enfiteusista se extendería a todo el país, que sería canalizado e irrigado de un modo que ahora sabemos era imposible.
Kirchner hizn algo muy parecido: tomó el control de la caja estatal, consiguió la delegación de poderes predemocráticos y compró voluntades por todo el territorio, castigando sin piedad a los que no aceptaran esas condiciones, tal como justificó Feimann el ingenuo.
Lo de Rivadavia precipitó y exacerbó la típica lucha entre unitarios y federales propia de aquel siglo en tantas regiones del planeta, pero creó como resultado una Constitución republicana de gobierno, para un país que fue declarado una confederación y fue nombrado la República Federal de Argentina pero que desde entonces tiene un funcionamiento unitario.
Sin embargo, la situación en Argentina en aquel 1826 hizo que los cambios legislativos se quedaran en el papel, tal como ocurrió luego de la muerte de Nestor Kirchner con sus acuerdos con sus amigos capitalistas.
Si antes la lucha de los caudillos provinciales y grupos oligárquicos contra el gobierno central no se detuvieron tampoco en estos años, ahora los sindicalistas burocráticos, la Sociedad rural o los jefezuelos provinciales tampoco se dejaron domesticar tan fácil, salvo con suculentos pagos realizados otra vez con fondos que se le quitaron a la creación de infraestructuras imprescindibles. La ridícula pero imperiosa necesidad de importación de energía es una de muchas muestras de este proceso.
En aquellos años rivadavianos el caudillo de Córdoba, Juan Bustos, se negó abiertamente a reconocer la autoridad del presidente. Desde La Rioja, Facundo Quiroga reunió una parte significativa de las provincias y derrotó a los unitarios. La lucha armada entre partidarios y opositores del gobierno central recorrió toda la Argentina. Toda la Argentina post Nestor tiene las mismas marcas, solo que con distintos nombres.
En 1825 se inició la guerra con Brasil que llevaría a la renuncia de Rivadavia un par de años después. La base social del gobierno de Rivadavia era aún muy estrecha y la burguesía no se había desarrollado como una clase.
Cuando Nestor Kirchner reeditó esa idea de hacerse de amigos fuertes en 2003, tal como Ortega había hecho en la gran piñata nicaragüense, repartió también el poder entre apellidos amigos con los que pactó como hacen los capomafias. No fue una guerra, sino su muerte la que interrumpió el proceso.
Es decir: la muerte de Kirchner, como la caída de Rivadavia, atrasó el proceso de formación de capitalistas amigos. El resultado fue un estallido en el que los peces gordos se comieron a los chicos y en el que situaciones como la tragedia de Once catalizaron todo lo que era sabido por todos: un grupete se hacía millonario cargándonos el trabajo en nuestras espaldas.
Enrique Eskenazi, Lazaro Baez, Crstobal Lopez, Rudy Ulloa Igor, José Luis Manzano entre otros se fueron quedando con las obras públicas, los multimedios, los casinos o el petróleo. Todos lo sabemos y ahora, como sucedió luego del periodo rosista, vienen a recrear un nuevo sistema en el que sus ganancias durante el período nestorista queden inviolables.
Los postrivadavianos pagaron el costo entregándose a Brasil y a Inglaterra, ahora la historia se repite con China o Rusia: la historia entonces es como una matriz que produce las mismas estructuras cada tanto.
Son muchas la imagenes que devuelve el espejo rivadaviano. Pensaba en esto, cuando me acordaba de que la Avenida Rivadavia se convierte, allá en el conourbano, en Avenida Nestor Kirchner.