Los genios andan por ahí. Todos hemos tenido que lidiar con los genios en algún momento de nuestras vidas. Los hemos padecido. Los genios individuales nos adormecen, nos opacan, nos dejan sin palabras, nos hacen zombies. Cuando un genio individual anda cerca uno no hace nada, para que. Los genios idiotizan y sin embargo como sociedad los seguimos buscando, anhelando, cultivando. Es raro. Maradona era un genio, Peron era un genio, Favaloro era un genio, el Che era un genio.
Los genios nos señalan con el dedo de su genialidad, recordándonos que no somos como ellos, que podríamos haberlo sido, pero nos quedamos en la pequeña aldea, pagando la cuotita, agarrados a la baranda del tren, viendo los noticieros de televisión. Sin embargo, si examinamos nuestras propias creencias con un poco de cuidado, descubrimos que los genios son expresión de una necesidad íntima mas que una responsabilidad del genio: todos sabemos que la idea del genio solitario, mas allá de integrar nuestro paisaje mental infantil, no es algo que exista verdaderamente en la experiencia cotidiana, sino como una construcción social que puede generar condiciones de poder en el presente.
Siguiendo esta ultima idea se podría decir que el mito del genio ha sobrevivido, a pesar de que están emergiendo redes colaborativas basadas en inteligencia colectiva, como Wikipedia o el mismo Google. Muchos de los que se atribuyen una visión del mundo colaborativa terminan mostrando la hilacha frotando alguna lámpara a ver si sale el genio, encontrándolos las fundaciones de sitios o aplicaciones, cuando en realidad es el filtrado colaborativo el inteligente.
La creación de la idea persona “genial”, diferente a la de dios tutelar del islam o a la que predominaba en las imaginerías de la Edad Media, surgió en el Renacimiento, época en la que se generaron tantos malos entendidos. Por ejemplo, se nos cuenta que Shakespeare era un genio y sin embargo el teatro de aquella época era completamente colaborativo. La ironía es que Shakespeare, cuyo modo de trabajo hubiera servido muy bien para ilustrar una idea de la importancia de compartir habilidades en red, se convertiría en el icono del genio solitario. Con la Ilustración se colocó a lo humano en el centro del mundo y se dejó lo social y el cuerpo mismo como satélites molestos al genio.
En 1710 Gran Bretaña promulgó la primera ley de propiedad intelectual, estableciendo a los autores como los propietarios legales de su trabajo mental y dando un justificativo monetario a la idea de genio. Un año después el vocablo “Genio” fue usado por Joseph Addison citando a Shakespeare como “extraordinario … genio natural”, “iluminado por una luz interior y … libre”. Luego durante la época romántica surgió el culto al genio “natural” de Napoleon o Beethoven.
Hoy en día el mito de la genialidad atrae a su órbita a iconos globales como Freud, Leonardo da Vinci, Picasso o Einstein y aunque ninguno de estos hombres estaban solos en sus creaciones, algunos le han atribuido afecciones emocionales del espectro autista como el Síndrome de Asperger, cuando no un trastorno de personalidad de tipo narcisista, por lo que producían, en el fondo, lo hacían para conseguir aduladores.
Por mi parte he decidido mantenerme bien lejos de los genios individuales: cada vez son más los problemas que se resuelven colectivamente y estudios recientes han demostrado claramente que los grupos son mejores que los individuos para solucionar problemas. A los genios hay que desclavarlos de la pared. La diversidad de herramientas y habilidades que aparecen en entornos colaborativos, su conexionado, sí pueden sercuestiones que requieran algún toque de genialidad, pero en su formato minimalista. Como dijo Jorge Valdano alguna vez, el buen director técnico es sobretodo el que logra no molestar a sus jugadores, es decir la inteligencia colectiva surge cuando se deja a las personas en paz para que hagan lo que tienen que hacer con autonomía y responsabilidad.
Para terminar de desclavar el concepto de genialidad encontré investigaciones bastante recientes que han encontrado que la inteligencia de un grupo no se correlaciona con la inteligencia de sus miembros individuales, sino con su sensibilidad social, la igualdad en la distribución de los turnos de conversación y una proporción adecuada de mujeres en el grupo.
¿Vos querías ser un genio? Bueno, estas eran las malas noticias que tenía para darte.