La semana pasada, cerveza y sanguchitos con pepino de por medio, recibí una clase magistral y personal del Dr. X.
“Como convivir el autoritarismo” fue sobre lo que disertó y se podría resumir así: a veces hay que darle la pelea al despotismo de pacotilla, a la opresión de los pequeños grupos, a la arbitrariedad de salón de clase media y otras veces no, hay que ignorarlos y listo. O por lo menos es lo que logré entender.
Sus sabias palabras sobre como lidiar con los lideres negativos en las organizaciones me ayudaron a meditar sobre el asunto y mientras me apoliyaba en el subte rumbo a la Estación Nazca hice un borrador que voy a transcribir acá abajo, mashupeando algunos links que acabo de encontrar sobre tan inteligente asunto.
Porque el autoritarismo, esa es la palabra técnica, es una de las fuentes de la verdad forzada mas comunes, la amalgama de tantas organizaciones a las que uno recurre ingenuamente, pero es sobre todo una de las mas grandes fuentes de estupidez.
Es decir: aunque parezca difícil de entender, aunque sea contraintuitivo, resulta que los autoritarios, gracias a su capacidad de distorsionar la realidad, consiguen sexo de oficina, posiciones céntricas en las fotos, palabras finales en las reuniones del 5to B y la definición de las trayectorias sociales de sus obsecuentes y de los que no les queda mas remedio que seguirlos por el morfi.
Veamos algunos ejemplos de la estupidez autoritaria:
a- Pregunta a los miembros de su equipo sobre como van las cosas para obtener feedback y luego ignora todo lo que ha sugerido en esa reunión.
b- Trata a las personas a su cargo en la organización como idiotas que no pueden pensar por sí mismos: micro-administra todo y les achaca los problemas justo cuando vienen con sus propias ideas.
c- No le dice a la gente que le reporta lo que debe hacer, pero luego les pregunta por qué fallan en acertar lo que quiere que hagan.
d- Agrega capas de papeleo, planillas online y burocracias de todo tipo para evitar que las cosas se hagan, salvo tan mal como siempre. Cuanto mas idiotas parezcan los otros mas resaltará su supuesta inteligencia.
e- Cuando el grupo logra asimilar las novedades con las que oculta su falta de dedicación vuelve a cambiar todo, no vaya a ser que empiecen a acertar de nuevo y puedan moverle el piso.
f- Trata a todos como si fueran poco fiables, aún a los leales: cuando puede les dice que cambien la forma en que están haciendo las cosas (sin proporcionarles una buena explicación de por qué) y luego los manda a cursos de formación, a facilitar la “gestión del cambio”, para que sepan que son tan inútiles como les prescribió.
g- Busca al mas buchón (o buchona) que generalmente es un estúpido importante y con promesas de migajas logra que traicione a sus compañeros, y de ese modo tiene argumentos para reforzar los puntos anteriores.
h- Elige a uno o a dos, a los que no le teme y los ensalsa con cuestiones que no puedan sostener y apenas aprenden a dar algunos pasos, los pone en su lugar.
Así y de otras formas funciona el autoritarismo: como proponemos, es una de las formas de la estupidez que causa mas daño. Muchas veces el autoritario no experimenta ningún beneficio personal y otras se causa daño en el proceso.
Generalmente, las personas no estúpidas (ni autoritarias) subestiman el potencial nocivo de las personas estúpidas, además, olvidan que vincularse con autoritarios estúpidos es un error por el que pagarán costos.
En el artículo “A Stupidity-Based Theory of Organisations” Mats Alvesson y André Spicer dicen que existe un amplio consenso en que las economías modernas se están volviendo cada vez más “intensivas en conocimiento” y aunque muchos asumen que aplicar los conocimientos para trabajar de forma inteligente es la esencia de las organizaciones exitosas, “… creemos que este consenso necesita ser desafiado; y tal vez las economías y las organizaciones modernas deben ser más “estupidez-intensiva” … Para desarrollar este reto, ofrecemos algo diferente al llamar la atención a la significación de la “estupidez funcional”, donde la estupidez funcional puede ayudar a marginar las fuentes de fricción y de incertidumbre … Sin embargo, a nuestro juicio, lo que es crucial es que la estupidez funcional no es sólo una aberración en la vida de la organización, sino en muchos casos es el centro y el apoyo de las normas de organización y facilita las interacciones suaves de las organizaciones.”
“Ser inteligente y profesional está muy bien y es necesario, pero reduciendo al mínimo el razonamiento de fondo acerca de los valores y metas de la organización. En este sentido, la estupidez funcional puede ser útil en la producción de buenos resultados.”
La estupidez es productiva porque corta esas preguntas que podrían generar ansiedad y crea una sensación de certidumbre: la estupidez es funcional para el ejercicio del poder.
Y acá viene la frutilla del postre y porqué no de la camiseta que te quieras poner, porque estos autores proponen que “los miembros de la organización se vuelven funcionalmente estúpidos a través de una serie de creencias culturales e institucionales … reforzados por la gestión gerencial mediante intervenciones organizacionales como: alentar las acciones no reflexivas, celebrar los comportamientos del lider, premiar el apego a la estructura como fuente de seguridad, fomentar la creencia global en las instituciones … que desalientan el razonamiento argumentado … Esto sucede a través de una combinación de la gestión indirecta y estupidez sistémica”
“La estupidez funcional es importante en las economías que están dominados por la persuasión mediante imágenes y la manipulación simbólica. Es preferible que la gente tenga una creencia entusiasta …”, dice Mats Alvesson.
Como se ve autoritarismo y estupidez van de la mano, ambas se necesitan y se apoyan. El autoritarismo funciona con, se energiza con la estupidez: la alienta, la difunde. la viraliza. Habrá que tenerlo en cuanta cada vez que haya que hacerse el estúpido.
¿Cual es el costo de vivir estúpidamente en tal distorsión de la realidad? Bueno, eso es demasiado inteligente como para responderlo en un blog.