#Ucrania (II)
El fin de semana siguiente papá nos levantó temprano para ir a visitar al abuelo nuevamente. Llegamos a la estación de tren y subimos a los vagones casi vacíos. La luz del sol iluminaba a esos pocos pasajeros que se arremolinaban en sus asientos rumbo al conurbano. Partimos y en un rato estuvimos en la estación Paso del Rey. Mamá se rió cuando pregunté por ese nombre y me explicó que en Francia tampoco había reyes. Bajamos del tren y caminamos por la calle de tierra hasta llegar a la pequeña cantina, que ese día el abuelo no había abierto. Papá golpeó las manos y enseguida el abuelo apareció con una pinza de podar en la mano.
La casita la habían construido cuatro amigos ucranianos: Iván, Iván, Mijail y Mijail. Lo supe después. Fueron e hicieron la casa del primero de los Ivanes. Luego la casa de Mijail, y luego al otro Iván, y finalmente la del Mijail que faltaba. Así lo habían hecho y ahí estábamos, en la casa del abuelo Iván.
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