Resumo lo que quise expresar en el post anterior sobre psicofármacos: ya sea porque son indicados por los médicos para ahorrarse tiempo de escucha, por los laboratorios para ganar fortunas, por los pacientes para poner cosas debajo de la alfombra o por los habitantes de la ciudades intangibles para diseñar diferencias sociales, los psicofármacos aparecen siempre en el lugar de meros transportadores de una voluntad ajena, humildísimos objetos redondos, inertes e inocentes.
Archivos Se me ocurrio: Agosto 2008
Leí que Nicolás Copernico escribió, en uno de los margenes del libro donde fundamentaba que la Tierra estaba en el centro del mundo, una nota en la que se recordaba a si mismo que las cosas serían mucho más fáciles, matemáticamente hablando, con el Sol como punto fijo.
Convocado por unas charlas que tengo que dar, estos días estoy reflexionando sobre el cotidiano de los psicofármacos y se me ocurrió que un movimiento parecido se podría intentar, sacando del centro a los laboratorios o a los médicos o al mismo "imaginario social" y ver que sucedía poniendo el centro en las "pastillas", dejando que las grageas hablaran.
Y lo que voy viendo es que como diría Copernico: así es mucho mas fácil.
La película "El tercer hombre" contiene muchas perspectivas enredadas: una mujer que no quiere saber la verdad, un hombre que admira a su enemigo, un traficante de penicilina, una cortina de hierro que comienza a desenrollarse.
Pero es también una historia de las perspectivas mismas: esos modos, dispositivos, utopías que llevamos en el cuerpo.
Cuando Galileo Galilei tuvo que pedir disculpas a la Iglesia por haber osado pensar distinto nadie se imaginaba que siglos después recibiría una disculpa formal.
Casi todos nosotros somos pequeños galileos, lo que no sabemos es cuando microsoft, apple y el conjunto de sus accionistas vendrán a redimirse de sus pecados.
Mientras tanto tendremos que contentarnos con darle al cesar lo que es del cesar y salirnos por la puerta diciendo "y sin embargo se mueve"
En una de las notas de Juan Freire me encuentro con una idea bien interesante: "la mayor parte del bienestar humano se debe al capital intangible, donde se incluyen el conocimiento, las redes sociales, el funcionamiento eficaz de leyes e instituciones y la ausencia de corrupción" .
Según entiendo la idea surge de las transformaciones que se han diseñado en y para la ciudad de Bilbao, algo de lo que hablan los diarios y que los urbanistas han bautizado el "efecto Bilbao".
Hoy anduve dos horas dando vueltas por los Tribunales, adentro, afuera, arriba, abajo,
buscando donde conseguir un certificado.
Claro que buena parte de esas dos horas me las pasé esperando en la cola de un edificio que está justo enfrente, algo así como un registro de "reincidentes", adonde alguien de "informes" me había sugerido ir.
Una porquería ya lo se, pero que el siglo XVII fuera de tal maldad insolente en el Buenos Aires español, da para pensar en la condición humana.
Si las cosas con las que se enfrentó Hernandarias eran como las describió Ruth Tiscornia, (autora del libro y de quien no tengo ninguna otra información) según la cual en el juego de la ciudad resultaba lo mismo ser derecho que traidor, podríamos afirmar sin ser deterministas que nada ha cambiado desde entonces.
firma de Manuel Dorrego (15/10/1828)
Algunas reflexiones grafológicas de Liliana Conde respecto a la firma: corresponde a una persona inteligente, vivás, que separa la vida pública de la privada, protege a sus afectos pero a la vez necesita estar haciendo cosas.
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